Your browser doesn’t support HTML5 audio

Ante miles de fieles reunidos bajo la lluvia, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el papa León XIV afirmó en su primera bendición Urbi et Orbi que “el nacimiento de Jesucristo es el nacimiento de la paz verdadera”.

Antes de impartir la bendición que concede la indulgencia plenaria, saludó por la Navidad en 10 idiomas -italiano, francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco, árabe, chino y latín-, deseando que “la paz de Cristo reine en los corazones y en las familias”.

En su mensaje, León XIV recordó que “cada uno de nosotros puede y debe hacer lo que le corresponde para rechazar el odio, la violencia y la confrontación, y practicar el diálogo, la paz y la reconciliación”.

Además, volvió a hacer un llamado explícito a las naciones afectadas por la guerra. Pidió “justicia, paz y estabilidad” para Palestina e Israel, así como para el Líbano y Siria, y animó a Rusia y Ucrania a encontrar “el valor para dialogar de manera sincera, directa y respetuosa”, con el apoyo de la comunidad internacional, para poner fin al conflicto. Invitó además a rezar de modo especial por el “atribulado pueblo ucraniano” y por todas las víctimas de las guerras que se libran en el mundo.

También exhortó a que “el Niño Jesús inspire a quienes tienen responsabilidades políticas en América Latina”, de modo que, ante los numerosos desafíos, “se dé espacio al diálogo por el bien común y no a las exclusiones ideológicas y partidistas”.

Al concluir su mensaje Urbi et Orbi, León XIV invitó a vivir la Navidad como un compromiso concreto. “Dios no puede salvarnos sin nosotros”, concluyó.

Primera misa

En su primera Navidad como papa, León XIV presidió la misa en la basílica. Dado que la cantidad de fieles excedía los lugares disponibles, muchos siguieron la eucaristía desde la plaza a través de pantallas gigantes.

La última vez que un papa había presidido la misa el mismo día de Navidad fue en 1994, con Juan Pablo II.

Durante su homilía, reflexionó sobre el misterio de la Encarnación, señalando que el Verbo de Dios se manifiesta paradójicamente sin saber hablar, como un recién nacido que solo llora. Explicó que esta “carne” representa la desnudez radical de quienes hoy carecen de palabra y dignidad.

Para el papa, la Navidad arrebata de la indiferencia, recordándonos que el verdadero poder de ser hijos de Dios permanece enterrado mientras no escuchemos el llanto de los niños y la fragilidad de los ancianos.

Frágil es la carne de las poblaciones indefensas, probadas por tantas guerras en curso o terminadas dejando escombros y heridas abiertas”. Del mismo modo, lamentó la situación de los jóvenes en el frente, cuyas vidas son marcadas por “la insensatez de lo que se les pide y la mentira que impregna los rimbombantes discursos de quien los manda a morir”.

En ese contexto, afirmó que la paz de Dios comienza cuando el dolor del otro atraviesa el corazón y derrumba las falsas seguridades.

La paz nace de un sollozo acogido, de un llanto escuchado; nace entre ruinas que claman una nueva solidaridad”, expresó.

“Habrá paz cuando nuestros monólogos se interrumpan y, fecundados por la escucha, caigamos de rodillas ante la carne desnuda de los demás”, concluyó.

Leé más notas de La Opinión Austral