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Pertenecer a una vasta generación de talentos circenses, realizar arriesgadas acrobacias con motocicletas o tener la determinación —impulsada por el amor— de abandonar este entorno para establecerse en un lugar fijo, son solo algunas de las historias del mundo del circo.
Daniel Molina, Josué “Cortito Junior”, y Axel y Fabricio Rivero son integrantes del circo “Dihany“, actualmente presente en la localidad santacruceña de Las Heras. Ellos muestran cómo lo que para algunos podría parecer un simple espectáculo, para otros es mucho más: una comunidad o “un barrio con ruedas”.
Aún así, los momentos de disfrute se entrelazan con peligros que pueden dar lugar a graves accidentes. Un claro ejemplo es el caso de Facundo Lautaro Bustos, quien era parte de esta compañía hasta el pasado mes de mayo, cuando sufrió una caída desde seis metros durante una actuación, sin red de contención, en Caleta Olivia.
El joven de 21 años debió ser internado en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Zonal, donde se sometió a una delicada cirugía debido al aplastamiento de su médula ósea. Aunque está en proceso de rehabilitación en Mar del Plata, lamentablemente los médicos confirmaron que no podrá volver a caminar.
La Opinión Austral conversó con Molina, “Cortito Junior” y los hermanos Rivero sobre sus trayectorias y aspiraciones en una carrera que, aunque ofrece grandes ventajas como los viajes y experiencias únicas, también implica enfrentar amenazas significativas.
Cuarta generación de artistas de circo
Daniel Molina, de 35 años, es uno de los propietarios del “Dihany“. Su vida en el circo comenzó desde su nacimiento, ya que, como comentó con orgullo, pertenece a una cuarta generación de artistas circenses.
“Vengo del circo de mis abuelos, donde había muchos animales: leones, tigres, osos, monos, camellos, llamas, búfalos, de todo. Tuvo varios nombres: primero ‘El Canguro’, luego ‘Poderoso Circo Australiano’, y se mantuvo durante muchos años. Recorrimos toda Argentina y países limítrofes,” relató a LOA.
Su circo actual lo lanzó el 16 de noviembre de 2012 “con mis padres y le pusimos mi nombre artístico”, indicó, al tiempo que precisó que esta iniciativa fue compartida por otros miembros de su familia: “Mi abuela falleció con el tiempo, y cada uno comenzó a tener su propio circo”.
Daniel mencionó que fue su madre quien introdujo a su papá en esta comunidad. “Ella nació y se crió en el circo, de apellido Yovanovich, uno muy conocido en nuestro ambiente por mis abuelos,” sostuvo.
“Mi papá formó parte del circo y hasta fue domador de animales: leones, tigres, ponys,” añadió, aunque aseguró que resultó necesario “reinventarse” después de que se prohibieron los espectáculos con animales.
“Dihany” cuenta con alrededor de 40 personas que giran todo el año. En escena, son entre 18 o 20 artistas, entre bailarinas, payasos y acróbatas. Daniel destacó que, más allá de que algunos de sus seres queridos llevan una vida más “estable”, para él, “esto lo dejas un tiempo y extrañas horrores”.
Hizo hincapié en que “estamos acá todo el año, compartimos cumpleaños, días festivos. Somos como un barrio móvil. Problemas hay, como en todos lados, como los podés tener con compañeros de trabajo que ves 8 horas al día. Lo importante es saber sobrellevarlos”.
Para cerrar, dijo: “Muchos somos juzgados, pero la gente de circo son personas comunes y corrientes como todas, con la diferencia de que eligen la vida nómada, viajar de un lado a otro, llevando alegría a cada pueblo”.
Dejar el circo por el “amor”
En el caso de Josué, su apodo “Cortito Junior” proviene de su padre, conocido como “Cortito“, quien le transmitió su profesión de payaso. Sin embargo, después de tres décadas trabajando en el circo y de encontrar el amor, su papá -de 64 años- decidió establecerse en la ciudad de Puerto Deseado.
“Cortito Junior”, de 27 años, nació igualmente en el mundo del circo: “Yo nací en Brasil, en otro circo que recorrió toda Sudamérica. Siempre estuve con mi mamá, mi papá y mis dos hermanos”.
Explicó que su madre es de Bolivia y conoció a su padre cuando él presentó su espectáculo en ese país. “Yo soy brasileño. Mi hermano menor es uruguayo y mi hermana es de Córdoba. Todos de diferentes países, pero siempre tiramos para el circo; es lo que a uno le gusta”, señaló.
El único período en que se alejó de esta vida fue durante la pandemia de COVID-19. “Por fuerza mayor, tuvimos que empezar a inventar otras cosas. Pasamos los dos años de pandemia en Cipolletti, mi mamá se acostumbró ahí, y se quedó”, recordó.
Consultado sobre su cotidianidad, y en consonancia con lo relatado por Daniel, aseveró: “Uno dice que es complicada la vida del circo, pero si te gusta, es lindo llegar a la ciudad, conocer gente, lugares, paisajes. Cada provincia tiene lo suyo y es hermoso”.
“Cortito Junior” heredó su profesión de payaso de su padre.
Acerca de la decisión de su padre de dejar esta labor para instalarse en un lugar fijo, Josué señaló: “Esto tiene lo suyo. Vas dejando amores pasajeros, un amor en cada puerto… pero mi papá había ido a Puerto Deseado con el circo, conoció a la chica con la que estaba, y después volvió para reencontrarse con ella”.
Consideró que lo usual es “formar tu familia en el circo. Varios chicos se juntan, se enamoran, y uno de ellos se viene y prueba, pero también pasa al revés”.
Asimismo, destacó el espíritu grupal que existe dentro de una compañía circense: “Lo bueno es que somos todos unidos. Uno ayuda al otro en cualquier situación y de eso se trata. Es un barrio con ruedas, siempre pasan cosas, pero tratamos de estar juntos porque es el trabajo de uno”.
Concluyó diciendo: “No me imagino mi vida fuera del circo. Me gustaría, en el futuro, formar una familia, ver el mundo desde otro lugar. Me gustaría terminar la escuela, pero aún siento que puedo seguir acá y disfrutar el día a día”.
El globo de la muerte: una arriesgada acrobacia
Axel y Fabricio Rivero, hermanos, se dedican a una peligrosa labor dentro de “Dihany“: el famoso “globo de la muerte“, una estructura metálica en forma de gran esfera en la que giran, a alta velocidad, con motocicletas.
Heredaron esta arriesgada profesión de su padre, quien, tras un fuerte accidente en una presentación en Puerto San Julián en 2022, tuvo que abandonar la moto y ahora se desempeña en otras tareas dentro del circo, como electricista, soldador y chofer.
“Nos criamos en el circo. Nacimos en Santa Elena, Entre Ríos, pero a los 10 años ya estábamos en esto. Extrañamos poco el pueblo; la diferencia no es tanta”, comentó Axel, quien está con su pareja en “Dihany”, a la cual conoció durante el tiempo que ofrecieron su show en Comodoro Rivadavia.
Los jóvenes precisaron que “comenzamos a practicar alrededor de los 12 o 13 años, y nos fue bien. Nos gustaba, le pusimos ánimo todos los días. Toda nuestra vida ha transcurrido dentro del globo”, aunque admitieron que “los accidentes ocurren, corres el riesgo de morir ahí adentro porque te puede pasar cualquier cosa”.
En este contexto, mencionaron el caso de Facundo Lautaro Bustos, el trapecista que sufrió el aplastamiento de su medula ósea, remarcando que cuentan con seguro ante tales eventualidades.
Fabricio, quien tiene dos hijos —uno de dos años que vive con él y otro de cinco que reside en otra localidad—, recordó además el incidente de su padre: “Mi viejo se quebró la clavícula derecha y se fracturó el tabique. Se excedió de acelerado, coordinó mal la salida y pasó lo que tenía que pasar”.
Agregó que luego de este hecho “salimos, nos fuimos al hospital y al otro día había función. No se hizo esa función. Después, me dieron el alta a mí y así como llegué, todo adolorido, agarré y me metí a andar. Si te caes y le agarras miedo es peor”.
De igual manera, enfatizaron que llevan una “vida normal, pero con la diferencia de estar viajando, conociendo lugares que no sabes que vas a conocer. Pudimos ir a Bariloche, Esquel, El Bolsón, lindos pueblos, y ahora está la oportunidad de conocer San Martín de los Andes”.
En tal aspecto, aseguraron que se trata de un entorno “donde te despejas de todo, es un punto cero. Te alejas de problemas. Acá están continuamente haciendo algo”.
A través de estas historias, es posible reconocer que el circo ofrece tanto viajes y experiencias increíbles como riesgos importantes. Los accidentes graves reflejan los peligros que enfrentan los artistas, mostrando que, a pesar de la pasión y el espectáculo, esta profesión está marcada por desafíos diarios.
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