Río Gallegos, la capital santacruceña, vuelve a ser el epicentro de un debate judicial y social que pone en tela de juicio los alcances de la justicia y la seguridad . Lo que en un principio fue caratulado como un “homicidio en exceso de legítima defensa de un tercero” y llevó a la liberación de un acusado en tiempo récord, se reveló como una trama mucho más compleja y dolorosa, contada en primera persona por la hermana de la víctima, quien pide por un cambio en la calificación legal y por la verdad de los hechos.
La historia de Carlos Orley Rosales Ortiz, un ciudadano colombiano de 40 años radicado en nuestra ciudad, terminó trágicamente en la última semana de abril. Tras un violento altercado en la calle Alfonsini Blas Parera, Carlos falleció en el Hospital Regional de Río Gallegos. La noticia impactó a la comunidad, y la resolución judicial, que en menos de dos semanas dejó en libertad al presunto agresor, José Luis Caicedo González, procesado por defender a una tercera persona, generó desconcierto y una profunda indignación en su familia.
El hecho
Sin embargo, la versión oficial dista mucho de la cruda realidad que narró Catalina Rosales, hermana de Carlos, quien estuvo presente en el fatídico suceso. “En ningún momento mi hermano le estaba pegando a la chica”, sentenció Catalina este jueves cuando visitó el estudio de LU12 AM680, refiriéndose a Luisa Adriana Caicedo González, exesposa de Carlos y hermana del agresor. La familia de Carlos, ahora con voz propia, buscó desmantelar una narrativa judicial que, aseguran, ignora pruebas cruciales y el verdadero contexto de un hecho aberrante.
Según el desgarrador relato de Catalina, el día de la tragedia, Carlos, escribió a sus hijos, fruto de su relación con Luisa, para pasar a buscarlos. Luisa, sin embargo, le quitó el teléfono al niño y le impidió la salida. Carlos, esperándolos en la esquina, fue desafiado por Luisa, lo que lo llevó a la casa que él mismo había alquilado y donde ella aún residía con los hijos.
La situación escaló cuando Carlos, visiblemente molesto, pateó la puerta, buscando una explicación por la desautorización frente a sus hijos.
“Mi hermano no le pegó”, aseguró Catalina, contradiciendo la versión de una agresión de Carlos hacia Luisa que justificaría una “defensa de terceros”. La prueba de ello, según la hermana, es que Carlos presentaba la boca reventada al regresar a su casa poco antes de la estocada final, fruto de un ataque inicial de José Luis Caicedo y su hijo Marlon.
La escena se tornó aún más dramática cuando, al regresar a la casa, José Luis Caicedo, hermano de Luisa, salió sin mediar palabra. “En ningún momento mi hermano le estaba pegando a su hermana. En ningún momento le pegó”, insistió Catalina, refutando la narrativa de la defensa legítima.
Catalina dijo que Carlos no le pegó a Luisa e incluso la mujer le pedía a su hermano que parara.
Lo más estremecedor del testimonio de Catalina es el rol de Luisa en medio del caos. “La que estaba defendiendo a mi hermano fue Luisa, porque cuando su hermano salió con el cuchillo, ella le dijo, ‘Largo, por favor, no, no,’ o no y se le puso de rodillas”, reveló la hermana de la víctima. Esta revelación pone en jaque la carátula judicial, sugiriendo que la supuesta “defendida” en realidad intentaba proteger a Carlos del ataque de su propio hermano.
“Cuando él le mete la puñalada a mi hermano, mi hermano de una vez voltea y cae“, describió Catalina el momento fatal, añadiendo una frase que cala hondo: “No es que mi hermano se agarrara una piña, no, él salió dispuesto a matar”. Incluso, tras la primera puñalada, José Luis intentó seguir atacando a Carlos, siendo detenido por su hermana, Luisa, quien le suplicó que se detuviera.
El contexto
La indefensión de Carlos no era solo situacional. Dos años antes, había sufrido quemaduras en el 80% de su cuerpo en un incendio cerca del cuartel central de bomberos, un heroico acto en el que salvó a dos hijos de José Luis Caicedo. Esta condición lo dejaba en un estado de vulnerabilidad física extrema, con secuelas que le impedían agredir a una persona. “Él lo mató por quererlo matar, porque él sabía que mi hermano no estaba bien para una pelea“, afirmó Catalina, con la amargura de saber que la vida de su hermano, quien rescató a los hijos del agresor, fue pagada con la muerte. “Mi hermano estaba en esas condiciones por salvarle dos hijos a él. Ésta fue la mejor manera del pagarle, matarlo”.
El ataque, además, tuvo un impacto devastador en los hijos de Carlos, que presenciaron la escena. “Todo esto enfrente de los nenes”, lamentó Catalina, describiendo cómo su sobrino de 14 años, que ya había sufrido el trauma del incendio, le gritaba a su padre: “Papá, no, no, papá, no.” Y a José Luis “no le importó”. Lo que siguió al crimen fue aún más perturbador: “Apenas me mató a mi hermano, agarró una bicicleta, entró a su casa, destapó una cerveza, agarró una bicicleta muy tranquilo y se fue”, dirigiéndose a su lugar de trabajo.
La última detención
La situación se tornó aún más indignante para la familia al descubrir al acusado, José Luis Caicedo, “de parranda” en un bar del barrio Belgrano, este fin de semana, a pesar de estar procesado por homicidio. Si bien porta una tobillera electrónica, esta no se debe al homicidio, sino a una orden de restricción de acercamiento solicitada por Catalina debido al temor que les infunde tras la muerte de su hermano. “Él no mató un perro. Tenés que estar preso y pagar por ese muerto que mataste“, expresó Catalina con vehemencia, añadiendo que José Luis se comporta como si nada hubiera pasado.
El peligro latente
La preocupación de la familia Rosales no es infundada. José Luis Caicedo, según Catalina, tiene un perfil agresivo, con “dos denuncias por agresión contra mi” y otra por alimentos, demostrando un patrón de violencia y desamparo hacia sus propios hijos. “Lo justo es que si él mató, él tiene que estar preso. Él dijo que todo en Gallegos es fácil, porque estuvo en la Comisaría Segunda y dijo que es estar como en un jardín de infantes. Entonces, como él en la segunda estuvo como en un jardín, él va a seguir matando. ¿No ves que acá matas y está todo todo bien?”, clamó Catalina, reflejando la desesperación ante la percibida laxitud del sistema judicial expresando que el acusado y su familia residen en el barrio Belgrano.
El grito de la familia Rosales es un llamado de atención a la sociedad. “Si mató a mi hermano que le salvó dos hijos, hay mujeres grandes, hombres grandes que se quedan solo con un asesino. ¿Qué tal? Capaz no lo conocen. Quiero que Río Gallegos sepa que hay un asesino suelto y que puede volver a atacar. No se sabe ni qué pueda pasar”, advirtió Catalina, instando a la comunidad de Río Gallegos a estar alerta ante el peligro que, consideran, representa José Luis Caicedo en libertad.
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