Es un cambio de cabeza, de concepción productiva. Tiene que ver con armar cuadros más chicos, usar maquinaria (propia en lo posible), sembrar, cortar, hacer rollos… no es lo que está acostumbrado el ganadero tradicional patagónico, pero a Alejandro Bárcena le está funcionando y le permite alejar al guanaco de sus valles, obtener excelentes resultados reproductivos y un producto (ternero, novillito) de calidad que llevado al feedlot logra mejor porcentaje de conversión. Un negocio redondo.
Bárcena viene de tradición ganadera. Su bisabuelo llegó a Santa Cruz en 1885 proveniente de Malvinas. En 1920 su abuelo pobló un campo de 20 mil hectáreas (“Cerro Falso”) con 7.000 ovejas. “Hoy, de ese campo, lamentablemente sólo queda el casco en buen estado porque está plagado de guanacos”, compartió Bárcena quien estudió abogacía, tuvo un lavadero de lanas en Avellaneda y en los 2000 migró a Calafate.
“Siempre estuve en contacto con mis padres, ayudando y acompañando en el campo, pero en 2014, cuando falleció mi papá lo heredé y empecé a ver qué podía hacer”, relató. La estancia se llama Alice, fue comprada en 1986 a la familia García Braña y está en la zona de Lago Argentino, a 23 km de Calafate camino al Glaciar.
Inicialmente había ovejas, hoy tiene vacas y cría de caballos cuarto de milla y criollos. “En 2000 sacamos las ovejas porque el precio era muy inestable, sufría el deterioro del mercado por el avance de lo sintético, todo iba hacia lanas más finas”, recordó Bárcena.
“A partir de 2015 empecé a darme cuenta de que los campos no rendían lo mismo, teníamos unas 500 vacas y costaba mucho mantenerlas gordas porque el campo se estaba deteriorando, por eso empecé a hacer una limpieza de los cuadros, sacando todo lo que no era bueno, y al mismo tiempo empecé a probar con pasturas para reconvertir el campo“, explicó.
Cambio de mentalidad
Una de las inversiones importantes en estos sistemas es el alambre. Bárcena los hizo altos para evitar que pasen los guanacos y se coman el pasto y te tomen el agua de las vacas. Tenía 1.000 guanacos, hoy tiene alrededor de 300. “Así y todo vimos que el campo no se recuperaba, inclusive habiéndole sacado bastantes vacas, (pasó de 500 a 350) pero el campo estaba muy deteriorado”, remarcó el productor.
En 2017 encaró de lleno la ganadería intensiva y empezó a hacer ensayos de pasturas con INTA. “Lo primero que hice fueron 125 hectáreas de agropiro que no es muy rica en nutrientes pero me sirvió para que los animales pasen mejor el invierno, y más tarde suplementé la hacienda con cubos de melaza. Fue impresionante cómo se comieron esa pastura, mejorando el estado de las vacas justo previo a la parición”, contó Bárcena.
Ese año también hicieron un ensayo para probar festuca, avena y pasto ovillo, con muy buenos resultados. “Primero fueron 9 hectáreas, pero al año siguiente compré ya 10.000 kilos de semilla y la maquinaria para hacer yo todos los trabajos: un tractor de 130 caballos, una sembradora de directa, una segadora y una enrolladora”, repasó. Ese puntapié fue la piedra angular para empezar a trabajar fuerte en el desarrollo de un valle que hoy ya lleva 400 hectáreas sembradas.
“Intenté hacer siembra directa pero no sale, la semilla sembrada no puede competir con el pasto nativo, por eso, la forma de hacerlo es labrar un lote dejando una buena cama de siembra y el primer año poner un cereal, como avena o cebada, que le da un enraizado al terreno muy bueno para mantener la humedad, y al segundo año sí le ponemos pasto ovillo y festuca”, repasó Bárcena. La siembra de pasturas se hace en octubre cuando está la humedad, pero es una ventana muy corta, de un mes. El corte se hace a fines de diciembre y después pastoreo. Se les puede sacar 2 o 3 cortes, “lo comés en enero y a fines de febrero volvés a tener pasto“.
La siembra de pasturas comenzó con 9 hectáreas y hoy alcanzan las cuatrocientas.
“Bajé la cantidad de vacas, pero mejoré la genética, algo que es clave porque si la hacienda es de calidad convierte mejor los kilos de alimento en carne, entonces hoy tengo alrededor de 300 aunque podría tener 600, pero esas 300, haciendo bien los tactos 60 días después de que se saca el toro de repaso, me da casi un 100% de preñez y pariciones altas“, se entusiasmó Bárcena.
El producto final son animales de 220 kilos que van a feedlot en Trelew. “Son terneros nacidos en octubre que salen los primeros días de mayo, me conviene vender a feedlot porque puedo defender mejor el precio dado que estoy ofreciendo un animal que convierte mejor cada kilo que come en el corral”, advirtió Bárcena.
¿Por qué no hay más?
Hay varios factores por los que este sistema que aplica Bárcena no se esparce “como reguero” entre los productores santacruceños. Primero, porque depende de la zona, claro, se necesita tener algo de humedad. Otra, es la inversión: principalmente en maquinaria y, lo dicho, en alambrados.
Bárcena reconoce que la ganadería ovina y bovina no están pasando por un buen momento en Santa Cruz, y eso hace más cuesta arriba decidirse. “La competitividad de todos los campos ha bajado enormemente, entre otras cosas, por el guanaco, no hay que olvidarse que el guanaco come por una oveja y media, entonces donde había 10.000 ovejas hoy hay 5.000 guanacos y 5.000 ovejas, ese es uno de los principales motivos, pero teniendo buenas vegas, o agua de donde se pueda administrar algo de agua, me refiero a la meseta, ese campo se puede potenciar sembrando pasturas“.
Finalmente, “el ganadero patagónico es muy tradicionalista, hace las cosas como las hacía su padre, su abuelo, su bisabuelo, yo por necesidad y mi inquietud, sin ser agrónomo, empecé a experimentar, y me animé”. Y para él la fórmula le sirvió. “Todo esto me permitió esquivar varios problemas que han ido apareciendo en la región los últimos 20 años”.
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