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En los últimos treinta días, la fuerte suba del precio de la carne vacuna en Argentina impactó en el bolsillo de los argentinos y los santacruceños. Hubo un aumento cercano al 15%, reconoció Leonardo Rafael, presidente de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (CAMyA), entrevistado por la radio LU 12 AM 680 .
Esa subida se suma a un escenario donde el consumo interno ya muestra signos de debilidad, y la región patagónica —por su lejanía y costos logísticos— sufre una presión aún mayor sobre el bolsillo de los hogares.
Un salto inesperado en los precios
Durante la entrevista, Rafael admitió que “no teníamos en cartera” un aumento tan pronunciado para este tramo final del año, explicando que el contexto internacional y la demanda exportadora fueron determinantes en el giro que dio la cadena de producción y distribución.
“Hoy por hoy está faltando esa mercadería, y lo poco que se está traccionando… es mercadería donde puja la exportación con el consumo.”
— Leonardo Rafael
Explicó que el estancamiento de la producción bovina —la Argentina cuenta hoy con unas 52 millones de cabezas para un país de algo más de 47 millones de habitantes— limita la capacidad de responder ante aumentos de demanda o saltos exportadores.
Según datos a los que accedió La Opinión Austral, los precios de hacienda subieron de hasta 20% en los novillos y entre 11-15% en vacas y vaquillonas en apenas dos semanas de octubre/noviembre.
Esto produjo un desfasaje: mientras la hacienda se encareció velozmente, el traslado al precio final al consumidor fue más lento, generando una brecha de costos que impacta principalmente en los frigoríficos y matarifes.
En la Patagonia —como en otras regiones comparativamente más alejadas del entramado logístico central— el efecto se amplifica. Rafael señaló que “venimos pagando bastante, pero bastante saladito el kilo de carne”. Los transportes, los costos de frío y la menor escala regional contribuyen a agravar la ecuación.
¿Por qué se encareció tanto?
El dirigente agrupó las causas en tres grandes ejes: La mayor exportación, poca producción y demanda interna sostenida.
Competencia con la exportación: “Nosotros estamos compitiendo con el exportador que paga en dólares y nosotros vendemos en pesos”, dijo Rafael. La lógica es que el productor, ante una oferta valiosa en divisas, prioriza el mercado externo, o al menos genera incentivos para que ello ocurra.
A eso se suma la posible mayor apertura del mercado estadounidense que encendió alertas entre los productores locales pues eso implicará menos abasto doméstico. “Va a complicar mucho el consumo interno”, señaló el dirigente.
Producción estancada y falta de inversión. Según Rafael, el país tiene hoy “las mismas cabezas que en 1978”, cuando la población era de 25 millones habitantes; hoy somos unos 47 millones. Eso muestra que no hubo crecimiento productivo en décadas.
También señaló que “para que llegue 1 kg de carne a la mesa… estamos hablando de 3 a 5 años de producción”. El ciclo largo del bovino —gestación, recría, engorde— requiere previsibilidad y flujo de largo plazo. En su opinión, la falta de una “política de carne” de fondo genera que no se recupere la inversión.
Demanda doméstica que se resiente. Aunque la carne sigue siendo una proteína relativamente accesible, el poder adquisitivo se deterioró. Rafael citó que, aunque la inflación anual es “solo” de un 35 % —comparativamente baja—, los salarios sufren retrasos y la pérdida de poder de compra se siente fuerte.
Un reciente informe sobre el consumo, señala que “la demanda interna todavía no logra absorber” el salto de precios en la hacienda, y que los matarifes tienen dificultades para trasladar todo el aumento al mostrador sin perder volumen de ventas.
Rafael estimó que el consumo de carne vacuna bajó de unos 50 kg por cápita al año a alrededor de 45-46 kg, lo que refleja una ligera fuga hacia otras proteínas más económicas (pollo, cerdo) o una reducción del consumo.
Impacto en la Patagonia: un doble problema
Para la región patagónica del país —incluyendo la provincia de Santa Cruz— la conjunción de encarecimiento de la carne, inflación generalizada y menor poder adquisitivo de los hogares resulta especialmente sensible.
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Cadena más larga y costos adicionales: Los cortes se transportan mayores distancias, se suman logísticas de frío más complejas y, en algunos casos, menor escala de distribución, lo que eleva el precio al consumidor final.
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Sistema de precios que refleja la coyuntura nacional: Aunque Rafael habla de 15.000 a 20.000 pesos por kilo en Buenos Aires como referencia, en el sur esa cifra puede estar por encima debido a los recargos de transporte.
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Reducción del consumo y elección de cortes: Es probable que los hogares locales modifiquen hábitos: menos asado, más cortes económicos; quizás mayor frecuencia de pollo o cerdo, o más bolete’o al cordero. Ese ajuste ya lo mencionan desde la Cámara y los medios críticos.
En suma: la carne que históricamente fue un emblema del consumo nacional hoy se ve afectada por tensiones estructurales —oferta fija, demanda en competencia con exportación, falta de previsibilidad— y coyunturales —inflación, devaluación, recesión doméstica.
¿Y qué pasa ahora hacia fin de año?
Leonardo Rafael opinó que en el corto plazo “vamos a tener algún número diferente a los que tenemos ahora. Claro, para arriba, no para abajo.” Es decir: la tendencia al alza parecería seguir, salvo algún factor externo que logre amortiguarla.
En su visión, las claves para encauzar la situación son:
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Estabilidad de reglas de juego: Que haya un plan ganadero, una política de carne de 10 o 20 años, que no cambie con cada gobierno. Esto es clave porque la producción bovina requiere ciclos largos y previsibilidad.
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Crédito, infraestructura, incentivos: Que se atiendan reclamos de producción —infraestructura (evitar inundaciones en provincia de Buenos Aires, mejorar caminos, obras de drenaje), acceso a financiamiento interno— algo que según Rafael está “pendiente”.
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Cuidar el abastecimiento interno: Que la apertura de mercados externos no se haga sin contemplar que la demanda doméstica debe estar cubierta.
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Equilibrio de precios y poder adquisitivo: Que los aumentos de precios puedan ser acompañados, en alguna medida, por el ingreso de los hogares; si no, la caída del consumo se acelera.
Mucho más que una coyuntura
La carne en Argentina está viviendo una coyuntura de fuerte tensión: no se trata solo de una subida más de precios, sino de un problema estructural: el ciclo productivo bovino, la competencia exportadora, el retraso de los salarios y la inflación general que erosionan la capacidad de compra del consumidor.
Para revertir el escenario—o al menos estabilizarlo—se requiere un enfoque de largo plazo, con visibilidad, incentivos, infraestructura, y políticas que alineen producción, consumo y exportación sin que uno de los lados quede desprotegido. De lo contrario, la carne puede dejar de ser el “emblema” nacional y convertirse en un lujo cada vez más difícil de sostener para muchos argentinos.
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