*Por Juan Ignacio Martínez Dodda

 

Desde sus orígenes, el ser humano ha ido avanzando en pos de derribar barreras y ampliar sus posibilidades de sobrevivencia. En el siglo XXI, los cultivos hidropónicos (es decir, con un sustrato hídrico, acuático, no tierra), están transitando un camino que no deja de sorprender.

Un grupo de investigadores del INTA Santa Cruz y la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA), específicamente el equipo de la Unidad Académica Río Gallegos (UARG), diseñaron el Módulo Antártico de Producción Hidropónico (MAPHi) que luego instalaron en la Base Marambio de la Antártida Argentina. Eso fue en 2019 y permitió la producción de vegetales de hoja verde todo el año con un sistema que combina hidroponía y luces que reemplazan la luz solar para establecer la fotosíntesis.

Los MAPHi, básicamente, son contenedores con agricultura vertical, luces y sensores, plantas creciendo en un sustrato hídrico y con una atmósfera controlada. En Santa Cruz Produce (SCP), en 2022 entrevistamos, durante una de sus visitas a la base Marambio, a uno de los “padres de la criatura”, el ingeniero Jorge Birgi, director del proyecto, integrante del grupo Forestal, Agricultura y Manejo del Agua del INTA Santa Cruz.

Ingeniero Jorge Birgi y la primer cosecha de verduras en el primer módulo instalado en Marambio.

Los últimos años fueron por más. En 2023 instalaron el MAPHi II en la Base Esperanza, que es un modelo más grande al que habían puesto en Marambio. “Esperanza es muy importante porque ahí pasan el invierno las familias que van a la Antártida, también tiene otra dinámica porque hay un colegio, una radio, eso hace que sea más diversa la población de personas a las que llegamos y generar un impacto con el proyecto de producción de vegetales”, contó Birgi a SCP.

Esperanza queda cerca de Marambio. Ambas se conectan vía helicópteros. “Pero a Esperanza no llega el avión Hércules con alimentos, se abastecen con el rompehielos Almirante Irizar que sólo puede llegar en época estival y con el helicóptero, por eso la idea era instalar un módulo que permita producir alimentos frescos para este grupo de personas, nos resultó más que interesante”, contó el ingeniero y director del proyecto.

El último módulo

Un tercer módulo (MAPHi III) fue instalado en la Base Belgrano II. La más cercana al polo de las que tiene Argentina en Antártida. “En Marambio nos atrajo la facilidad logística y la cantidad de gente; en Esperanza era importante llegar a las familias esas que te decía invernan allí; y en Belgrano II el desafío técnico de poner un módulo en la base más austral de Argentina que, además, es la más aislada de todas“, contó Birgi. Y agregó: “Esto le pude traer un beneficio aún mayor a las personas que están un año allí, en general, sin la posibilidad de recibir estos alimentos de otra forma”.

La base Belgrano II es pequeña comparada con las otras (el módulo también es el más pequeño de todos y tiene una superficie total de 9,28 metros cuadrados, aunque la producción en tres niveles amplía la superficie productiva útil), está sobre una formación rocosa. En vez de ser un lugar retirado de las otras instalaciones como sucede en MAPHi I y II, la III está en el corazón de la base, próximo al comedor. Allí, el cambio de gente que va y viene, sólo se da en verano cuando viene el Irizar.

“Como todos los módulos, el MAPHi III empieza produciendo las verduras baby o microgreens, que son las más fáciles y rápidas de hacer -pocas semanas-, mientras tanto se avanzará con la instalación de otros equipos para dejarlo a punto para que entre en producción de verduras más grandes“, anticipó Birgi. Esto se daría el próximo verano, cuando llegue el Irizar.

Contar con vegetales frescos, significa una mejora en la calidad de vida y la dieta del personal que se encuentra en las bases, donde sólo se consumen vegetales en conserva. “Es algo que tiene que ver, con la nutrición, pero también con poder ver crecer algo en un sitio donde no crece nada o casi nada”, dijo el profesional. “Hace bien al espíritu, tanto comer una pizza con una albahaca o una rúcula recién cosechada”. Rúcula, lechuga, perejil, albahaca y acelga, son algunos de los cultivos con los que iniciaron.

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Todos los MAPHi quedan con personal a cargo que ha sido capacitado para la operación de los módulos, con temas como la formulación de soluciones nutritivas, la medición manual de variables de interés como el pH y la conductividad eléctrica de la solución y manejo de la temperatura interna. Y cuentan con sensores ultrasónicos de nivel y temperatura, así como también sensores de seguridad, puede detectar derrames o humo y lanzar alertas.

Desde Santa Cruz se monitorean las condiciones de los módulos en tiempo real, a partir del sistema de sensores que relevan información necesaria para acompañar en el manejo del proceso productivo. Junto a los impulsores del proyecto, trabaja el Comando Conjunto Antártico, que a través de su Comandante se encarga de la logística, armado de la infraestructura necesaria y operatividad del sistema; también la Dirección Nacional del Antártico.

Vale destacar que la actividad hidropónica viene ganando terreno entre las distintas formas de producir en Argentina. De hecho, en mayo habrá un encuentro en Córdoba de tres días organizado por la Asociación Civil Hidropónica Argentina.

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