*Por Juan I. Martínez Dodda

Durante la década del 90, el Volcán Hudson (1991) y la convertibilidad (marzo de 1991) dejaron a varios productores ovinos de Santa Cruz en el camino. Más acá en el tiempo, a algunos de los sobrevivientes, les está dando el golpe de gracia el cambio climático (menos nevadas, menos lluvias), la macroeconomía (inflación, dólar desdoblado, entre otras cosas) y la presión que ejerce el incremento poblacional del guanaco.

Parte de esta historia la ha vivido en carne propia James Lewis, para algunos “El Gringo”, hijo de ingleses, nacido en Malvinas, traído al país con sus padres cuando apenas tenía dos años. Recientemente fue uno de los que recorrió más de 60 estancias y casi 17.000 kilómetros en la provincia para armar y escribir el libro “Santa Cruz: Tierra adentro“, que analiza pasado y presente de la producción y su gente en estos pagos. Vale recordar que actualmente preside la Sociedad Rural de Puerto Santa Cruz.

“El libro es una interesante recopilación de experiencias propias y de las personas que nos fuimos encontrando en nuestras recorridas”, abre juego Lewis. Y cuenta: “Santa Cruz tiene en tamaño la mitad de la superficie que España, imagínate, son muchos kilómetros, y después de esa recorrida me quedé con un sabor agridulce, con buenas y malas“.

“Pasamos por estancias en las que aún estaban produciendo, en las que se nota el amor por la tierra que ha pasado de generación en generación, donde vos les preguntás por el precio de esa estancia y nadie quiere vender, pero por otro lado, recorrimos zonas que yo mismo había conocido años atrás, de joven, donde había estancias con animales y gente y hoy son taperas”, lamentó Lewis, que fue productor hasta que en los 90 “el 1 a 1” lo dejó afuera del negocio y pagando deudas.

Entre las cosas que lo entusiasman está “la gente que aún hay con ganas“, porque “si las cosas se acomodan un poco, con un futuro previsible, hay posibilidades de restablecerse en algunas regiones, otras partes, en cambio, ya no, son irrecuperables, pero hay campos interesantes que podrían estar en producción y hay gente dispuesta a hacerlo, falta que pongan las reglas claras, saber hacia dónde vamos”.

Las estancias más afectadas son las de la zona centro, que además son los campos de peor calidad. El área de la costa y la parte de pre-cordillera y cordillera son mejores y pudieron sortear mejor los cambios y afecciones climáticas. Del río Santa Cruz al sur también lograron defenderse. Pero, según narró el propio Lewis, “muchos siguen en la actividad con 1000 o 1500 ovejas, porque les gusta, porque es lo único que saben hacer, y no pueden irse a vivir a otro lado, sólo subsisten, no es rentable”.

“En cuanto a lo climático ha dejado de nevar como antes, en el campo, donde está mi casa, hay lagunas grandes que llegamos a sembrar alevinos de truchas en algún momento y hoy están secas, el cambio climático se nota mucho“, enfatizó Lewis. Y agregó: “La frutilla del postre es el guanaco, que se ha reproducido de una forma exagerada, estamos (desde las rurales y las instituciones) trabajando en para equilibrar los números, calculamos que hoy hay ya más de 3 millones de guanacos y menos de 2 millones de ovejas, cuando hasta hace unos años era al revés”.

Lewis advierte que no es sólo un tema económico para los productores, también es un tema ambiental porque al haber tanta carga cada vez hay menos pasto, y al haber menos pasto habrá menos ovejas y, por ende, dejará de ser negocio y sin negocio no hay productores y eso llega a otro tema: “Al sur del río Santa Cruz se reafirma la soberanía con gente ocupando campos, eso fue lo que tenía en mente (Carlos María) Moyano cuando fue a buscar colonos a Malvinas”.

“Lo que entusiasma es que aún hay gente con ganas” celebra Lewis tras su recorrida.

“Todo este trabajo conlleva el objetivo de querer sumar una mirada distinta y complementaria a la gran gesta de los colonos de fines del siglo XIX y principios del XX hasta hoy”, relata María Belén Tapia senadora nacional por la provincia de Santa Cruz, quien motorizó la escritura del libro y lo realizó en colaboración con Pablo “Poly” Walker, Sandra Bereterbide, Jorge Ribaya y Alex Vallega, además del propio Lewis. “Pretendimos contar las historias de sus protagonistas, una hazaña desarrollada por peones, recorredores, carreros, alambradores, cabañeros, puesteros, esquiladores, administradores y estancieros, cada uno tuvo un lugar único”.

Luz al final del túnel

Consultado sobre las mejores épocas, Lewis recordó que aquellos años 50s y 60s, en los que él y su familia estaban recién llegados de Malvinas, “eran buenos, la cosa iba bien, había 6-7 millones de ovejas en la provincia y hasta se llegó en algún momento puntual a 8-9 millones”. Todo siguió más o menos bien, pasaron los 70s, en los 80s surgieron las cooperativas y a comienzos de los 90s “quedamos en la calle, con el volcán Hudson y la convertibilidad“.

Pero Lewis, más allá de este contexto errático e incierto, encuentra algo de esperanza: “Hay demanda para lo que producimos, con valores lógicos y esa es nuestra oportunidad, falta acomodar lo interno, no queremos dádivas, con tener algo de rentabilidad para seguir y está bien”.

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