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Andrea Agulló (54) tenía un poco más de 20 años cuando en 1992 comenzó a trabajar como agente sanitario en el Hospital Regional de Río Gallegos (HRRG).
En 1995, tras haber completado el curso, que mediante un convenio había desarrollado el entonces Ministerio de Asuntos Sociales, se recibió como auxiliar de Enfermería. Dos años más tarde se inscribió en la carrera de Enfermería y tras haberla dejado por diversos motivos, logró recibirse en 2021.
Toda su vida trabajó en el HRRG y apenas unos pocos meses antes de que el mundo se detuviese por la pandemia por Covid-19, el 1° de octubre de 2019 se jubiló como auxiliar de enfermería.
El interés por trabajar en el área de salud, dice a La Opinión Austral, “creo que nace por el interés de ayudar a otro, de poder dar solución en algunas cosas”.
Para Agulló, capacitarse es esencial y al decir “nosotros hicimos muchos cursos”, pone en valor el proceso colectivo de formación junto a colegas del hospital.
Lo que encontró y encuentra en la universidad es un aprendizaje permanente. “Aprendés cosas que no te imaginás”, menciona y tanto ejemplos como pasión le sobran a la hora de hablar del sistema respiratorio, del trato con el paciente o hasta de cómo se aplica la regla de tres al cálculo de goteo.
“Uno tiene que avanzar en la vida en todo sentido, desde lo intelectual y como persona, estudiar te hace crecer como persona“, sostiene y acota “la medicina avanza todos los días y uno no se puede quedar, tiene que ampliar sus conocimientos porque repercute en tus pacientes y en tu forma de atender”.
Su postura frente a la formación explica por qué en 2022 se inscribió en la Licenciatura en Enfermería, en la Unidad Académica Río Gallegos de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA-UARG).
En su hogar siempre incentivaron el estudio, pero desde “una enseñanza de: ‘Hagan lo que sientan que les hace feliz’. El apoyo de la familia siempre estuvo, cuando uno está estudiando muchas veces quiere dejar porque está cansado, además no es lo mismo estudiar de grande, con hijos y familia”.
Agulló estudió durante diferentes períodos de su vida, durante los cuales además estaba criando a sus hijos, Raúl Andrés, hoy de 34 años; Cristian Daniel, de 32, y Cecilia Eluney, de 21.
“No es fácil, pero no es imposible“, asegura sobre estudiar, ser mamá y trabajadora. “En el agradecimiento de mi tesis menciono a mi familia, a mis papás, a mi mamá, a mis hermanas, a mis sobrinos, a mis hijos, a mi esposo, porque sin esa red de contención no podría haber terminado o por ahí me hubiera costado un poco más, pero es tan importante la familia para los que estudiamos… y si no es la familia sanguínea, por lo menos un grupo que te acompañe y te anime a seguir a decir ‘vos podés’, es re importante para todo, no solamente en el estudio, sino en todos los aspectos de la vida”.
El cierre de un ciclo
Sobre la defensa de la tesis, en la que abordó el tema de obesidad infantil y con la que se recibió en julio de este año, afirma que “tesis suena como un nombre re grande, pero es lindo y es un momento de nervios porque es el cierre de tu carrera”.
Ese día fue “un choque de emociones, si bien uno se prepara para defender su tesis, a la vez pensaba: ‘Estoy llegando a mi meta'”.
“Mi meta era ser licenciada, hoy llegué, pero también me gustaría seguir un magíster, un doctorado, porque me gusta lo que hago y quiero ver qué más sigue y si uno puede y tiene los medios… acá contamos con todos los medios, entonces hay que hacerlo”, subraya.
En el acto de colación que se realizó este viernes, tres licenciadas en Enfermería recibieron su título: Andrea Agulló, Yamile Yermanos y Alejandra Seguer, quienes compartieron la felicidad de recibir sus títulos tras haber sido compañeras de cursada y de estudio.
“En este momento, jubilada del hospital, recibirme es cerrar un ciclo, logré esta meta que me la puse hace muchos años y llegué bien. Si mañana me llaman a trabajar, voy a trabajar”, afirma.
Reconoce también que haber concluido le genera una cierta nostalgia. “Es muy linda la universidad, no sé cómo será en otros lados, pero yo soy una mujer grande y cuando estudiás compartís muchas horas con chicos que podrían ser mis hijos y, sin embargo, nunca sentí esa diferencia, ni con los profesores ni con los alumnos“.
“El grupo de profesores es excelente, además son colegas. Siempre digo que con los colegas somos familia porque pasamos muchas horas y vivimos muchas cosas juntos, con muchos de ellos trabajé, entonces sentía esa comunión”, expresa.
Al momento de pensar qué le representa la universidad, manifiesta: “Tenemos una universidad que vale oro, hay una capacidad humana de gente que te hacen sentir muy bien, fuera de la exigencia del estudio que uno como alumno tiene que cumplir, pero no le cumplís a la universidad, te cumplís a vos mismo, eso es lo que tenemos que entender cuando estudiamos”.
“Mi mayor meta era personal poder decir: ‘Lo logré’ y poder entregarles el título a mi papá, doy gracias a Dios que ambos están bien y sanos (NdR. Rafael, su papá tiene 84 años y su mamá, María Isabel, 79) y que les puedo dar esa esa alegría es una alegría más“, cierra.
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