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Cuatro pilotos argentinos llegaron a Río Gallegos luego de completar una proeza: volar a bordo de una avioneta monomotor desde el continente hasta las Islas Malvinas. La travesía, que requirió meses de planificación y preparación, fue un homenaje a los caídos y una forma de mantener viva la memoria de la cuestión Malvinas por la soberanía del territorio argentino.
El equipo, compuesto por Alberto Obejero, Roberto Cazes, Christian Peinemann y Juan Carlos Guarco, partió desde el Aeroclub de Río Gallegos hacia Puerto Argentino. Durante varios días, recorrieron puntos históricos y simbólicos, incluyendo trincheras, restos de armamento y el Cementerio de Darwin, donde descansan los héroes de la guerra.
Emoción y recuerdos en el Cementerio de Darwin
Uno de los momentos más conmovedores de la travesía fue la visita al Cementerio de Darwin. Los pilotos destacaron la mezcla de emociones que se siente al caminar entre las tumbas. “Es una belleza, pero también te embarga una profunda tristeza al ver las cruces y recordar lo que sucedió allí”, expresó uno de los pilotos.
Roberto Cazes, quien ya había realizado este viaje en 2014, relató la carga emocional al observar las tumbas de antiguos camaradas. “Es un homenaje a los verdaderos héroes que están allá. Revivir esa época es algo muy fuerte para todos nosotros”, señaló, destacando el respeto y la solemnidad del lugar.
Los desafíos del vuelo y la planificación
La hazaña no estuvo exenta de desafíos. El vuelo a las islas, realizado en un avión monomotor Cessna, implicó largas horas sobre el océano Atlántico, enfrentando condiciones climáticas variables y riesgos técnicos. “Es impresionante cuando estás en el aire, rodeado de 360 grados de mar, y comienzas a ver los islotes en el horizonte. Ahí empiezan las emociones fuertes”, detalló uno de los pilotos.
Christian Peinemann, piloto profesional con más de tres décadas de experiencia, recordó cómo se sumó al grupo tras conocer a Alberto Obejero, dueño del avión. “Fue un trabajo en equipo. Cada uno tenía una función específica, y todos trabajamos con mucho compromiso para lograrlo”, dijo Peine, quien también recordó las diapositivas que su padre había tomado en las Malvinas en 1968, un recuerdo que lo conectó desde niño con este territorio.
Un guía local y el impacto de la comunidad isleña
Durante su estadía en las islas, los pilotos contaron con la guía de Sebastián, un argentino nacido en Quilmes que reside en Malvinas. Gracias a él, pudieron explorar lugares inaccesibles para la mayoría de los visitantes, como trincheras históricas y la cocina del Batallón 5 de Infantería de Marina, utilizada durante los últimos días de la guerra.
Sobre la vida en las Malvinas, los pilotos observaron que los habitantes locales mantienen un nivel de vida elevado, con un estilo de vida ordenado y características propias de la cultura inglesa. “Es un lugar tranquilo, donde la base militar está completamente separada del pueblo”, explicaron.
Un recibimiento cálido en Río Gallegos
A su llegada al Aeroclub de Río Gallegos, los pilotos fueron recibidos con honores por funcionarios provinciales y municipales, veteranos de guerra, la comunidad local y la banda de la Policía de Santa Cruz. Además, destacaron la invaluable colaboración del Aeroclub local, que brindó apoyo logístico y humano para el éxito de esta hazaña.
“La gente de Río Gallegos siempre nos ha recibido de primera. Sentir ese apoyo humano y calidez es fundamental para este tipo de proyectos”, expresó Roberto Cazes, quien reconoció el compromiso de la comunidad para mantener vivo el espíritu patriótico.
Un legado de orgullo y memoria
El vuelo no solo fue un logro técnico y profesional, sino también un símbolo de unidad y patriotismo. A través de esta experiencia, los pilotos reafirmaron el derecho soberano de Argentina sobre las Islas Malvinas y rindieron homenaje a los caídos en el conflicto.
Con la bandera argentina desplegada y un avión que porta con orgullo el logo de su primera travesía en 2014, los pilotos demostraron que las Malvinas son parte indeleble de la memoria colectiva argentina.
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