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“A las palomas, les tenía asco y miedo como le pasa a la mayoría de la gente, pensaba que eran sucias, que transmitían enfermedades, que era una plaga”, recuerda Paloma (23), una vecina de Río Gallegos que desde hace poco más de un año aprendió a valorar la vida de estas aves.

Paloma creció a la par de “Sol”, la perra de la familia. “Nos criaron juntas con el mismo amor, ella nunca fue la mascota, era mi hermana. Y en un hogar sin otros niños y en una situación como la mía, que siempre fui la rara y la excluida, ella era mi mejor amiga y mi aliada“, cuenta a La Opinión Austral.

“Tanto ella como mis papás me enseñaron que vale lo mismo mi vida que la vida de cualquier animal, esto lo repliqué en toda mi vida. Mis amigos siempre fueron los animales, son los únicos que nunca me juzgaron y que siempre me dieron un espacio y amor incondicional”, señala.

¿Por qué palomas?

En invierno de 2024, cuando estaba atravesando el duelo de su hija, conoció a la paloma bravía que la cambiaría. El encuentro sucedió una noche que salió tarde del trabajo, perdió el colectivo y tuvo que tomar otro. Las ventanas estaban embarradas y Paloma no podía ver hacia afuera, se pasó su parada y después de descender, hizo un camino que no era habitual.

“Ahí fue que me encontré a ‘Pía’ tirada al costado de una avenida. Al principio, pensé que estaba muerta, la toqué con el pie y se movía, pero no atinaba a irse, ni a volar. La agarré con los guantes de invierno porque les tenía miedo”, reconoce.

Paloma y “Pía”.

“No tenía idea ni qué edad tenía, ni qué comía, ni qué tenía que hacer, vi a un animal muriéndose y no pude seguir de largo“, afirma.

Paloma intentó alimentar al ave y al día siguiente, la llevó al veterinario que le dijo que estaba desnutrida y tenía un hematoma en una de sus alas. “Aparentemente la habían atropellado, era pichona, había pasado mucho frío y por eso estaba paralizada. Tenía piojos, en las palomas es grave porque les va chupando los pocos nutrientes que tienen”, cuenta.

Con “Pía”, la paloma que le cambió la mirada sobre las aves.

A los cuatro días, “Pía” voló al hombro de Paloma, la bajó, pero la ave volvió. “Me di cuenta que ella también necesitaba amor y que estaba sola en el mundo”, comparte.

Después de unos días, “Pía” se quiso ir, pero cuando empezó a nevar, Paloma se dio cuenta de que no había sido una buena decisión.

El destino se encargó de volverlas a encontrar. “Vi a una paloma al lado de un perro, me bajé a ayudarla, y cuando la agarré, vi la cintita roja que le había puesto a ‘Pía’ antes de liberarla. Coincidimos otra vez por pura casualidad y no sería la única vez, esa noche durmió aferrada a mí y desde entonces no nos separamos más“.

“Quiero devolverles todo lo que ellos hicieron por mí y salvarles la vida como ellos me salvaron la vida a mí”.

Después de varias mudanzas, “Pía” se fue durante tres semanas y cuando regresó, lo hizo con un grupito. “Desde entonces, vuelve todos los días a comer y a compartir la vida conmigo. Ella hace su vida, tiene su familia, y yo tengo la suerte de verla crecer y formar parte de su vida“, destaca.

A partir de allí, afirma: “No pude volver a ser indiferente a las palomas porque entendí lo que sufren en la calle y lo nobles y agradecidas que son“.

Paloma empezó a informarse y después de que murió “Mary”, su perra, se comprometió a rescatar animales.

“Quiero devolverles todo lo que ellos hicieron por mí y salvarles la vida como ellos me salvaron la vida a mí durante toda mi existencia”, expresa.

Paloma salvaguardando una ave.

Para las palomas, la principal problemática en el sur es la falta de alimento. “Con la desnutrición y todo lo que acarrea, no se pueden desarrollar bien y crecen con los huesos deformes, su sistema inmune se vuelve más débil y no se pueden proteger del frío”, explica.

Actualmente, Paloma tiene a “Quinoa”, una perra de dos años, y dos palomas que crió desde pichonas. “Son libres como todos mis animales, pero eligen venir todas las noches a dormir. Tengo a mi bandada, son más o menos 70 palomas que vienen todos los días a comer y compartimos la vida a través de la ventana“.

Paloma recibiendo visitas.

Mucha gente odia las palomas, quieren que se mueran, me dicen que las deje morirse“, lamenta la rescatista y aclara que “las enfermedades zoonóticas que nos pueden contagiar las palomas no están en circulación, son muy pocas. La única forma de enfermarte por convivir con una paloma es aspirando o ingiriendo partículas de hongos que se pueden desarrollar en la materia fecal vieja y acumulada, pero pasa eso con cualquier animal”.

La joven también asiste a otras palomas que están en rehabilitación. “Cualquiera puede rescatar ¿cómo saber si una paloma necesita ayuda? si podés agarrarla es porque la necesita, una paloma sana y adulta jamás se dejaría agarrar”, explica.

Cerrando, invita a visitar su perfil (@pia.la.paloma) y “a tomar conciencia de que las palomas son animales, merecen dignidad y nosotros las podemos ayudar. Los invito también a llevar en su bolso una bolsita de maíz pisingallo, lentejas o arvejas para repartirle a las palomitas de la calle, el pan las llena, pero no las nutre y están todo el día buscando alguna migaja que hayamos dejado para poder subsistir y para poder llevarle alimento a sus hijos”.

EN ESTA NOTA Palomas proteccionistas

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