El origen de Halloween se remonta a la costumbre de los antiguos pueblos celtas de realizar una gran ceremonia para conmemorar “el final de la cosecha”. Esta fiesta fue bautizada con la palabra gaélica de “Samhain”, que significa “el final del verano”.

 

La festividad marcaba el momento en que los días se iban haciendo más cortos y las noches más largas. Los celtas, al igual que muchas culturas prehispánicas, creían que en Samhain los espíritus de los muertos regresaban a visitar el mundo de los mortales.

Foto: José Silva/La Opinión Austral.

 

Para ellos significaba el fin de la muerte o iniciación de una nueva vida. Esta enseñanza se propagó a través de los años de generación en generación.

 

La costumbre era dejar comida y dulces afuera de sus casas en manera de ofrenda. Además, era común encender velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y descanso junto a Lugh.

 

Con el auge del catolicismo, esta fiesta pagana se cristianizó y comenzó a llamarse  la víspera de Todos los Santos, que en inglés se traduce “All Hallow’s Eve”, de ahí nace la palabra “Halloween”.

 

 

De este modo, la festividad de Samhain se transformó, para ser llamada, en muchos lugares, como Halloween.

 

 

De los pueblos celtas se expandió a todo el mundo. En Río Gallegos, en pleno Aislamiento Social, también hubo festejos. Algunos optaron por aprovechar el tiempo en casa y decorar los frentes de sus viviendas mientras que otros, tomando las medidas de prevención, salieron a pasear con los más pequeños que aprovecharon para lucir sus disfraces y pedir golosinas.

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