La fiesta de la pesca del tiburón sufrió tres golpes de los que no se pudo recuperar: la llegada de las pesqueras, la contaminación de la bahía y la prédica de los grupos ecologistas que pedían no depredar al indefenso escualo.
*Por Mario Santillán
Hasta mitad de la primera década del siglo, este festival concitaba el interés no sólo de los pescadores, sino que proveía de turistas y visitantes a Puerto Deseado.
En el país hoy coexisten varias fiestas similares y es que el hábitat del tiburón tenía también su refugio en la zona de la bahía de Puerto Deseado, tal como lo narra para La Opinión Austral Nastro Carilli, un histórico de este tipo de competencias en Puerto Deseado que aceptó compartir parte de sus recuerdos de una práctica que él vio nacer a través del Club Capitán Oneto, pero que por las circunstancias arriba descriptas sufrió un declinar con el paso del tiempo.
“Este año hubiésemos llegado al medio siglo de actividades deportivas”, dijo.
Pero no sólo en Puerto Deseado la fiesta era esperada, sino en buena parte de la costa patagónica y bonaerense. Para muestra, un botón: elpatagonico.com de marzo de 2009: Darío Acosta y Carlos Díaz, dos amigos que viven en Próspero Palazzo, pescaron uno de los tiburones más grandes que se recuerde en los últimos tiempos en playas patagónicas. Ambos lucharon más de una hora y media con un tiburón “gatopardo” que pesó 160 kilos en la balanza.
La información turística que uno puede hallar buscando en la web también avala el interés: “Desde 1970, en Puerto Deseado se celebra el Certamen de Pesca del Tiburón en el interior de la ría Deseado, organizado por el Club de Pesca “Piedra Toba” y la Municipalidad local. Por lo general, se realiza en el mes de febrero. La 48° edición se hizo el 21 de febrero de 2016 con $ 30.000 en premios” (patagonia.com.ar).
Aunque…
Un grupo de biólogos del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC) y del Instituto de Biología Subtropical (IBS) constató una disminución en la abundancia de cuatro especies de grandes tiburones en el mar Argentino. Las poblaciones de grandes tiburones que habitan la costa de la provincia de Buenos Aires -el gatopardo (Notorynchus cepedianus el cazón (Galeorhinus galeus el escalandrún (Carcharias taurus) y el bacota (Carcharhinus brachyurus)- muestran una tendencia declinante durante las últimas cuatro décadas (http://www.ibs-conicet.gob.ar, agosto 2015).
Recuerdos de un tiempo mejor
Nastro Carilli participó de la primera competencia que hubo en Puerto Deseado y no lo hizo sólo en esa primera edición, sino que también asistió durante varias ediciones. “Durante treinta y pico de años fue realizada con mucho éxito, pero lamentablemente cuando llegan las pesqueras a instalarse, comenzamos a notar una merma tremenda en la pesca”.
En ese momento es cuando comienza a desgranarse lo que se supone fue el comienzo del fin.
“Lo que ocurrió, estimo, es que para entrar a la bahía donde se establecía, (el tiburón) debía navegar como mil quinientos metros, pero entonces, al haber tantos buques, que generan ruido y ocupan espacio, el tiburón no entraba”.
Claro que no sólo fue eso, sino que “con el correr de los años se fue contaminando la bahía, porque las pesqueras arrojaban los deshechos al agua, desde los insumos para elaborar los productos de mar, como así también elementos que hacen a la parte secundaria de la actividad de un buque, productos de limpieza, insecticidas… y entonces la bahía comenzó a contaminarse… ante ese panorama, el tiburón no entraba”, ya que se generaba una especie de barrera artificial impidiendo su paso natural.
Fue así que la llegada de los ecologistas asestó el golpe final para quienes disfrutaban de la pesca del tiburón: “Fueron ellos quienes instalaron el tema de que una depredación así no era buena. Y entonces llegaron a establecer una ley, la 786 del año 1972, que declaraba a la zona de la ría de Deseado como una zona de área protegida”.
“Tanto hicieron -agregó- que consiguieron que se declarase así: zona protegida de fauna silvestre, esa disposición fue en enero de 2013”, evoca Carili.
De todas maneras, el pescador admite que ya los concursos anteriores “venían bastante mal”, ya que “evidentemente el tiburón no entraba a la bahía como antes. Yo participé en varias pescas y a veces sacábamos hasta 140 piezas. Reconozco que muchas eran hembras, incluso que estaban gestando cazoncitos”, aclara.
“El gatopardo es un tiburón de muy buen tamaño, la piel es como papel de lija… es una pieza que llega a pesar 120 km. logrando piezas muy importantes, eso se prohibió y se dejó de practicar la pesca”, informa.
Así la situación, la pesca fue de mal en peor hasta llegar a su desaparición: “Ahora no permiten la pesca del tiburón. Aquí en Puerto Deseado estamos muy controlados, no podemos ir a la bahía en base a ese reglamento de protección, pero -advierte- como la zona de la pesca tiene comunicación con rutas internas, vienen sí de Caleta Olivia, Pico Truncado, pescan en la bahía y no los pueden controlar”.
“Yo hablé con gente del Consejo Agrario y me dicen que no pueden hacer controles porque no tienen disponibilidad material como para hacerlos”, explica.
La última vez
Si bien Nastro hace unos años no reside en Deseado, guarda los mejores recuerdos de esos tiempos. “Este año se podría haber celebrado el medio siglo de vida de la fiesta, algo que era organizado por el Club Capitán Náutico del cual fui socio fundador. Pero después se perdió el interés, como a veces pasa en todas las entidades. Por un tiempo como que se aletargó y ahora está tratando de resurgir”, afirma y es enfático cuando asegura: “La pesca ya pasó a ser un recuerdo, es lamentable, pero es así”.
¿Y cómo siente esa pérdida?, le preguntamos y responde con un poco de nostalgia: “Todos los años comenzábamos en el mes de octubre a programar ya el festival, cada edición tenía mucha participación de pescadores que venían de todas partes. Pero sí en los últimos años se sacaban pocas piezas, cuatro o cinco y después fue menguando hasta llegar a este momento”.
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