Son tres historias que convergen a un mismo lugar y que se definen por sí mismas con la vocación de servir, de ayudar y de estar preparadas para, en el último de los casos, enfrentar el peligro.

*Por Mario Santillán

En el mes de la mujer, La Opinión Austral decidió ir por ellas y rescatar palabras y testimonios de la vocación que eligieron: profesionales del Ejército, cada una en su especialidad.
Luisina Barthelemy, abogada y a días de contraer matrimonio; María Fernanda Gómez, casada, con más de veinte años en el servicio, y Romina Pereira, incorporada hace pocos años y desde el escalafón inicial (soldado tienen tres historias que se unen al principio: vocación de servir sin perder la identidad femenina en una institución castrense conformada antaño exclusivamente por personal masculino.

Fernanda.

“Soy abogada y siempre me llamó la atención los valores que representa la entidad, no sólo el personal, sino la imagen que deja en el resto de la comunidad: la colaboración que el Ejercito ofrece en forma desinteresada hacia esa comunidad”, dice Luisina.
Su comentario no es tan diferente del de María Fernanda, claro, ya con una mirada de más de dos décadas, cuando el ingreso femenino era aún una rareza no sólo en esta, sino en las demás fuerzas de seguridad y castrenses.
Hasta 1982 las mujeres ocupaban, en su mayoría, cargos administrativos, pero a partir de ese momento -la vuelta a la democracia- el trayecto cambió y hoy ellas ya tienen personal a su mando, lo que implica tener cierto tacto (a veces pero no olvidar que al fin y al cabo, cuando se imparte una orden, no importa el sexo: es un superior quien ordena y la cadena de mando debe funcionar sin objeciones.

Romina.

Romina se incorporó en 2013 -el año de las modificaciones en las ramas castrenses- y su esposo era soldado, así que su incorporación fue algo normal, fue una opción para concluir sus estudios secundarios y hallar en el Ejército su lugar en el mundo.
Distinto es el caso de Fernanda: “Hice la carrera, me recibí y pertenezco al arma de Comunicaciones. Tengo 21 años de servicio y revisto como suboficial superior”. Fernanda es sargento y aspira a seguir escalando hasta llegar a suboficial mayor.
Ese anhelo es algo especial: en efecto, aún ninguna mujer ha logrado llegar a ese peldaño -el último en la carrera-. “Pertenezco a la segunda promoción y soy sargento ayudante”.

Luisina, abogada, es teniente primero y admite que cuando debe impartir órdenes, aún quedan resabios de cuando la fuerza era eminentemente masculina, “quedan detalles por aplicar para que a la mujer se la acepte totalmente, ya que en un principio la fuerza era en su mayoría conformada por personal masculino… hay resabios de esa situación? hay que tener tacto y utilizar ese tacto a veces. Yo lo sobrellevo bien y debe recordarse que revisto en un comando de brigada”.
Para Pereira, que se incorporó hace poco, le iba a costar “un poco estar a la misma velocidad que un hombre, pero fui instruida de a poco y entré como un masculino y fui tratada de la misma forma”.
Pero Fernanda admite, a 21 años de su ingreso, que “las cosas han cambiado” y ella fue testigo de eso.
“Inclusive se han modificado leyes y en las actuales condiciones, incluso en cada guarnición existe una Oficina de Género a la cual podemos acudir ante cualquier eventualidad de acoso sexual o laboral. Esta situación ha cambiado para bien y creo que las mujeres tenemos mucho que ver en esto”, aclara.
“Luchamos por la igualdad y en este ámbito lo estamos logrando, quedan cosas pequeñas, mínimas para ajustar, pero aún así es una de las instituciones que más han cambiado, lo he visto desde que ingresé hasta ahora y ha sido para bien”, responde.
Este tridente femenino lo tiene bien claro: “Percibimos salario igual que la dotación masculina que reviste en la misma situación, podemos ocupar los mismos puestos y cuando somos calificadas, tenemos similares evaluaciones… rendimos en las mismas condiciones y en general no sufrimos discriminación por el hecho de ser mujeres”, coinciden.
Para las tres también está claro que el trabajo es el trabajo y luego de este… ¡la vida sigue!
Para el caso de Luisina, futura esposa de un oficial, se trata de que el ámbito laboral quede allí “y cuando voy al casino (su lugar de residencia por estos días me abstraigo y hago la vida normal de una mujer”.
Su esposo estuvo cuatro años en una guarnición, hasta que le salió el pase a Buenos Aires.
Pereira está casada hace tres años y su esposo era soldado, “así que conoce mis horarios, sabe cuál es mi trabajo, así no hay problemas”.
Y Fernanda también no objeta ninguna diferencia en su vida cotidiana: “estoy casada, tengo una hija y sé que salimos del puesto y comienzo con mi rol de mamá y ama de casa. Mi esposo es militar y conoce cómo nos manejamos aquí”.
Luisina es oriunda de Concepción del Uruguay.
María Fernanda Gómez nació en Elisa, Santa Fe.
Romina Pereira es correntina.

Desde 2013 ingresan mujeres a todas las especialidades del Ejército
El Ejército habilitó ese año el ingreso de mujeres a las armas de Caballería e Infantería y completó así la presencia femenina en todas las especialidades de la fuerza.
El Ministerio de Defensa informó que sólo ese año, 11 cadetes mujeres del Ejército ingresaron a las armas denominadas de combate cercano: seis al cuerpo de Caballería y cinco a Infantería, a partir de la entrada en vigencia de una resolución de 2011 de la institución, que dejó sin efecto las restricciones a las mujeres.
A partir de ahora, los ‘distintos escalafones que integran la estructura de personal serán cubiertos en igualdad de condiciones que el personal militar masculino”, según la resolución.
Con esta disposición, Argentina se convirtió en el cuarto país de América Latina en incorporar a la mujer a las fuerzas de combate cercano, sumándose así a Colombia, Paraguay y Uruguay.
El Ministerio de Defensa apuntó también, a través de un comunicado, que la mujer se incorporó oficialmente al Ejército en 1960, cuando se creó la Escuela de Enfermería, en tanto que en los años 1981 y 1982 ingresaron las primeras oficiales y suboficiales del ámbito profesional.
En 1995 se habilitó el ingreso de mujeres a la tropa como soldados voluntarios y en 2000 egresaron las primeras oficiales femeninas del cuerpo Comando y Profesional del Colegio Militar de la Nación y las primeras de Artillería, Ingenieros, Comunicaciones y de Intendencia y Arsenales, oficiales que hoy son capitanes.

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