Leonardo Abrahan, un profesor de Río Gallegos, contó la historia de un caído en Malvinas que quiso dar el ejemplo a sus alumnos. “Cómo voy a hablar de San Martín y Belgrano si hoy me meto debajo de la cama”, le dijo a su mamá Delmira y se fue a la guerra, dejando detrás a una familia y a todos sus compañeros docentes que semanas atrás habían marchado con él en contra de Galtieri.

Julio Rubén Cao fue un maestro de chicos y chicas de 3° grado de una primaria de La Matanza que decidió ir como voluntario a la guerra de Malvinas. La decisión no fue para nada fácil, estaba casado y en 4 meses esperaba el nacimiento de su hija. “Yo no podría nunca sentarme frente a un escritorio a hablar de San Martín y Belgrano si hoy me meto debajo de la cama, voy a ir y voy a volver para contar la verdadera historia de la guerra”, le dijo a su mamá, que, como cualquier madre, estaba en contra de que su hijo fuera a una guerra. También se echó en contra a todos sus compañeros docentes, con quienes el 30 de marzo había estado en Plaza de Mayo pidiendo que el dictador Leopoldo Galtieri se fuera “del palco de Perón”.

Pero el soldado Cao nunca regresó de la guerra y su historia, después de muchos años, fue contada por un profesor de Río Gallegos en un libro que fue presentado en el marco de la Feria Provincial del Libro. “Julio Rubén Cao. Maestro soldado” (Dunken de Leonardo Abrahan, cuenta la historia de este docente que, más allá de la coyuntura política y el futuro familiar, se fue a enseñar con el ejemplo a sus alumnos de primaria los valores y el amor por la patria.

Tanto fue así que desde un pozo de zorro de un metro por dos a 3 kilómetros de Puerto Rivero, antigua capital de las islas, escribió una carta dirigida a sus alumnos del tercero “D” de la Escuela N° 32 de Laferrere: “No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera. Espero que ustedes no se preocupen mucho por mí porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que, como ustedes saben, queda muy cerca de las Malvinas”, comienza el escrito dirigido a sus estudiantes.

Para la presentación, el profesor Abrahan trajo a la ciudad a la madre y a la tía del maestro soldado, Delmira Hansenclever y María Eva, respectivamente. Y aprovecharon esos días para brindar una charla en el acto por el Día de la Bandera en el Colegio Secundario N° 37, que por esas causalidades de la vida hace una semana atrás los propios alumnos le pusieron el nombre “Soldados de Malvinas”. “No sabés el silencio, el respeto y la emoción que se vivió. Te cuento y se me eriza la piel”, se emociona Leonardo Abrahan frente a La Opinión Austral.

El hermano del autor del libro también murió en Malvinas y conoció a Delmira cuando ella empezó a participar en la Comisión Nacional de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas de Atlántico Sur, en la calle Montevideo. Leonardo Abrahan ya había escrito su primer libro, “Diario de Malvinas”, en 2006, en el que plasmó, con fotos, cartas e historias, todo lo que vivieron durante la semana en que se creó el monumento que ahora está en Darwin. “Es muy sentimental, el lado más profundo para conocer quién estaba detrás de los veteranos y los caídos. Fue un orgullo muy grande escribir ese libro porque están las Malvinas desde otro contexto”, explicó Abrahan.

Años más tarde, Delmira decidió no esperar más y le encargó a Leonardo que escribiera la historia de su hijo. Delmira le había dicho a su hijo que si le llegaba la cédula convocándolo para ir a la guerra, no se la iba a dar; estaba decidida a no arriesgar la vida de su hijo. Pero la cédula nunca llegó y su Julio Cao se fue igual. “Ahora, con los años, me siento orgullosa del hijo que tuve”, reflexiona Delmira.

Como presidenta de la Comisión de Familiares, la mamá del maestro soldado desconfió de que el proyecto para identificar las tumbas de los caídos en las islas Malvinas fuera parte de un proceso para luego traer sus restos al continente. “Teníamos miedo, ellos están en su tierra, ahí murieron, por ella dieron todo, así no lo van a poder negar nunca porque ahí son banderas que flamean y si llegan a sacar los cuerpos de ahí, se termina de perder toda la lucha de nuestros hijos”, sostuvo Delmira. Cuando salieron los primeros resultados de la Cruz Roja, a través de los cuales se reconoció a 88 soldados, la familia de Delmira le insistió tanto que ella terminó accediendo: “La de Julio es una bandera que representa a todos los docentes de la Argentina”, subrayó.

Estudiantes del Secundario Nº 37 escucharon atentos
la historia de Julio Cao.

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