La familia de Paula Villega vive en Cañadón Seco. Es una joven que, hace dos años, decidió recorrer Latinoamérica. Cargó una mochila y partió. Así conoció Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Desde hace un tiempo, viaja en bicicleta.
Es una de los 700 argentinos en Colombia. Organizados en un grupo virtual, piden la repatriación en vuelos humanitarios. El 14 próximo está programado un arribo de Aerolíneas Argentinas, pero muchos de los varados deberán “seguir resistiendo”.
A Paula, sus dos ruedas la llevaron a la ciudad de Ibagué, antes que se declarara la pandemia. “Trabajamos para juntar alimentos, y la gente colaboró un montón”, indicó, en diálogo con La Opinión Zona Norte. Allí halló a otros 10 argentinos, la mayoría artistas callejeros que -por la cuarentena- no pueden salir a trabajar.
“Nos unimos como familia. Estamos en una residencia de pago diario, en un barrio humilde. Tenemos una cocina donde nos cocinamos, y a veces hacemos, comida para los vecinos”, relató.
Esperan la repatriación, porque con el sistema de salud colombiano, sumamente alejado de la gratuidad, los extranjeros “no somos prioridad”. “Recibieron ayuda alimentaria de la embajada, y consiguieron un techo. “Pero otros están en situación extrema”, explicó.
Distinta es la experiencia de la familia Sobrino, de Epuyén, Chubut. Enrique, Johana y su hijita Maitane (4), partieron hace un año. Ahorraron para el viaje, pero viven al día gracias a trabajos esporádicos. En su lugar, se dedican a la venta de semillas orgánicas y a la bio-construcción.
La cuarentena los tomó por sorpresa, en un pueblo cercano a Bogotá. Realizaron “voluntariado”, que es trabajo a cambio de alojamiento y desayuno. Luego, consiguieron un sitio en la capital. “Llegamos el 4 de marzo. Habíamos comprado pasajes de regreso para el 26 de mayo, por Jetsmart. Fueron cancelados a fines de abril. No hay posibilidad de reclamo y no te devuelven el dinero”, relataron.
Para los Sobrino, pese a la ayuda que recibieron algunos, la embajada debe ser más ágil. “15 días de espera pueden ser sin comida ni techo”. Por eso piden “aviones Hércules”, porque “si no tenés para comer, menos para pagar 600 dólares un vuelo”.
Marcela Blanche, también realiza voluntariado, y está a punto de ser desalojada. Es de Bariloche y hace un año viaja a dedo, con una amiga. Llegó al país a fines de octubre. Desde Año Nuevo está en un hóstel de Santa Marta. “Me caí de un techo. Estuve 6 semanas lastimada, sin poder ir al médico porque la medicina es muy cara”, contó.
Cuando organizaba su regreso, se inició la pandemia, Ahora, busca otro sitio donde quedarse, con la esperanza de poder abordar un vuelo humanitario. “No podemos salir a trabajar y el dinero ya se acabó. La ayuda no llega y nos sentimos olvidadas”, dijo.
El resto de los patagónicos en Colombia son: Nahara Mendoza, de 28 de Noviembre, Santa Cruz; Lurdes Romero y Marina Rossi de Puerto Madryn; Verónica Mernando y Alberto Parizzi de Rawson); Darío Peña Sáez, de Neuquén capital; Rocío DAvanzo y José Rafael Rojas, de Bariloche. Sólo, quieren volver a su lugar.

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