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Abuelas de Plaza de Mayo despidió con profundo dolor a Rosa Tarlovsky de Roisinblit, vicepresidenta de la institución hasta 2021, cuando debido a su avanzada edad pasó a ocupar el cargo de Presidenta honoraria. “Rosita”, como la llaman -paradójicamente- la juventud de Abuelas, falleció a los 106 años recién cumplidos, dejando un legado de trabajo y compromiso como referente de derechos humanos en Argentina y el mundo.
Rosa pudo abrazar al nieto que la convirtió en Abuela de Plaza de Mayo, Guillermo Pérez Roisinblit, en el año 2000, pero nunca detuvo la búsqueda de los nietos y nietas de sus compañeras: “No estaba acá solamente para buscarlo a él, sino a todos los que faltan”, afirmó en una de las innumerables entrevistas que concedió a lo largo de su vida, para contar su historia y mantener viva la memoria.
Hija de colonos judíos, nació en Moisés Ville, provincia de Santa Fe, el 15 de agosto de 1919, y desde niña comprendió el valor de la memoria: “Todas las noches después de cenar charlaba con mis padres a la luz de la lámpara de querosene y nos contaban a mis hermanas y a mí por qué tuvieron que venir de Europa a la Argentina escapando de los pogroms zaristas. Eso me quedó muy grabado”.
Se recibió de obstetra en la Universidad Nacional del Litoral y fue Partera Jefa de la Maternidad Escuela de Obstetricia de Rosario. En 1949 se trasladó a Buenos Aires y en 1951 contrajo matrimonio con Benjamín Roisinblit. Al año siguiente nació su hija, Patricia Julia. La vida de Rosa cambió drásticamente con el terrorismo de Estado: tras el secuestro de su hija y su yerno, José Pérez, se incorporó a Abuelas.
Patricia fue secuestrada junto con su primera hija, Mariana Eva, en su domicilio de la ciudad de Buenos Aires mientras estaba embarazada de ocho meses. Ese mismo día desapareció José en la localidad de Martínez, provincia de Buenos Aires. Mariana fue entregada a su familia paterna por personas que se identificaron como personal de Coordinación Federal. Sobrevivientes relataron que Patricia fue trasladada a la ESMA pocos días antes de dar a luz.
Allí contó que habían sido secuestrados por personal de la Fuerza Aérea y que permanecieron detenidos en una vivienda del oeste del Gran Buenos Aires, años después identificada como la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA). Patricia dio a luz a un varón, Rodolfo Fernando, asistida por el obstetra del Hospital Naval, Jorge Luis Magnacco.
Rosa nunca dejó de exigir verdad y justicia: “Necesito saber quién se los llevó, a dónde se los llevaron, qué pasó con ellos”, había reclamado. Participó como querellante junto a sus compañeras en el juicio sobre el plan sistemático de apropiación de niños durante la última dictadura, que condenó a Jorge Rafael Videla, Reynaldo Bignone, Jorge Eduardo Acosta, Santiago Riveros, Antonio Vañek, Jorge Luis Magnacco y Antonio Azic.
En la causa que investigó la desaparición de su hija y su yerno en la RIBA, la justicia condenó en 2016 a Omar Graffigna, Luis Trillo y Francisco Gómez, el apropiador de su nieto. Durante más de un siglo, Tarlovsky de Roisinblit construyó un camino ejemplar de lucha, trabajo y perseverancia, guiada por su determinación, disciplina e inteligencia. Recorrió el mundo buscando a los nietos y nietas, siendo reconocida por su incansable labor.
Recibió el Doctorado honoris causa de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario, el Premio Anual Azucena Villaflor, la Mención de Honor Juana Azurduy otorgada por el Senado de la Nación, el reconocimiento de la Cámara de Senadores de la Provincia de Santa Fe por su labor en derechos humanos y fue declarada personalidad destacada de Moisés Ville, entre otros tantos honores. Sin embargo, su mayor reconocimiento fue el de los nietos y nietas que encontró, quienes la abrazaban como si fuera su propia abuela.
“Rosa fue una gran compañera, amiga leal, siempre dispuesta a hacer lo que la institución requiriera. Su rol para el avance en los estudios genéticos que lograron identificar a los niños desaparecidos fue central, cuando junto a su nieta, repetían los estudios hasta que se llegó a conocer índice de Abuelidad. De memoria prodigiosa, amante del tenis y el tango, podía repetir los campeones de diez años consecutivos de la Roland Garros o cantar mil tangos sin olvidar la letra. También repasar viajes, personalidades y contactos esenciales recogidos en los viajes para seguir la búsqueda”, destacaron desde Abuelas de Plaza de Mayo.
En el cierre de un emotivo comunicado afirmaron: “Le gustaban los festejos, bailar y cantar. Por eso, para sus 100 años Abuelas hizo una gran fiesta que la dejó retratada bailando. Sólo nos quedan palabras de agradecimiento por su entrega, su solidaridad y el amor con el que buscó a los nietos y nietas hasta el final. Abrazamos a sus nietos Guillermo y Mariana, a toda la familia y a gran parte de la sociedad que hoy la llora y le agradece. Hasta siempre, querida Rosita“.
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