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La Universidad Católica Argentina (UCA) difundió su último informe sobre pobreza, indigencia y condiciones de vida, y el dato que domina el diagnóstico no es sólo la caída del índice de pobreza, sino el fuerte nivel de estrés económico que atraviesan los hogares argentinos.

La Opinión Austral tuvo acceso al estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA). En el mismo se señala que el 46,8% de la población vive con la percepción de que sus ingresos no alcanzan para cubrir gastos básicos, un nivel que supera ampliamente el piso histórico del 35% y que golpea con especial fuerza a los sectores más vulnerables.

En su presentación, los investigadores señalan que  a dos años del modelo económico del actual Gobierno, “aun cuando el ajuste inicial logró estabilizar las variables críticas, recomponer el superávit fiscal, desacelerar la inflación y avanzar en reformas estructurales, la economía sigue transitando una etapa frágil, sin instrumentos consolidados para corregir los desequilibrios estructurales que condicionanla estabilidad y limitan la sostenibilidad” del plan.

Pobreza e indigencia: baja estadística con fuertes advertencias metodológicas

El informe estima que la pobreza por ingresos llegó al 36,3% al cierre del tercer trimestre de 2025, mientras que la indigencia se ubicó en 6,8%. Las cifras muestran una reducción de 9,3 puntos contra el mismo período de 2024 y de 8,4 puntos respecto del tercer trimestre de 2023, antes de la asunción de Javier Milei.

Sin embargo, el ODSA advierte que este descenso está influido por un cambio metodológico: mejoras en la captación de ingresos dentro de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Corrigiendo ese efecto, la caída “real” de la pobreza sería de solo 2,1 puntos porcentuales y la tasa ajustada de 2025 rondaría el 35%.

Aproximadamente tres cuartas partes de la caída en la pobreza oficial desde 2023 podrían deberse a un efecto estadístico”, sostiene el informe.

En paralelo, la medición oficial del INDEC proyecta que la pobreza del segundo trimestre de 2025 habría sido del 31,8%, una baja de 9,5 puntos frente a 2023, pero nuevamente afectada por el mismo sesgo de captación.

Tendencias históricas: cuatro décadas sin romper el piso estructural

El estudio de la UCA ubica al fenómeno en perspectiva larga:

  • La Argentina arrastra más de 40 años de privaciones económicas persistentes.
  • En los últimos 20 años, la pobreza por ingresos nunca perforó el piso estructural del 25%.
  • La indigencia se estabilizó en torno al 5%.
  • El régimen post-convertibilidad (2002–2023) no logró bajar del rango 25–30% de pobreza crónica.
  • El tercio más pobre de la sociedad continúa atrapado en un círculo de empleo precario, informalidad y dependencia de transferencias públicas.
La distribución de la pobreza, entre 2023 y 2025, según la UCA

Los hogares con niñas y niños muestran una vulnerabilidad significativamente mayor:

  • 48,8% de pobreza en hogares con niños.
  • 10,8% en hogares sin niños.

Pobreza crónica: un fenómeno que no retrocede

El informe señala que el 27,6% de la población estuvo en situación de pobreza por ingresos en forma permanente entre 2024 y 2025.

La cronicidad es aún más grave en los sectores muy bajos, donde el 60,9% de la población fue pobre de manera continua.

Estrés económico: el corazón del deterioro social

El componente más crítico del estudio es el análisis del estrés económico, un indicador que mide la percepción de insuficiencia de ingresos y la imposibilidad de cubrir gastos esenciales.

Datos alarmantes de 2025:

  • 46,8% de la población sufre estrés económico.
  • Entre los sectores socioeconómicos bajos, la cifra trepa a 7 de cada 10 hogares.
  • La cronicidad del estrés económico alcanza al 28,3% entre 2024 y 2025.

Este indicador refleja el deterioro real del poder adquisitivo y la creciente vulnerabilidad financiera de los hogares, incluso entre quienes no son considerados pobres por ingresos.

Inseguridad alimentaria: casi 1 de cada 5 hogares reduce porciones o pasa hambre

El Observatorio de la  UCA advierte que la inseguridad alimentaria continúa en niveles críticos y refleja “la reducción involuntaria de porciones de alimentos y/o experiencias de hambre por motivos económicos“:

  • 18,7% de los hogares sufre inseguridad alimentaria total.
  • 7,8% atraviesa inseguridad alimentaria severa.
  • En el estrato más pobre, la inseguridad alimentaria es crítica y alcanza la total al 40,2% de ese sector, con picos superiores al 50%.

Estos niveles muestran que, aun con una baja estadística de la indigencia, el acceso efectivo a la alimentación sigue siendo un problema grave.

Transferencias sociales: necesarias, pero insuficientes

El informe incluye simulaciones del impacto de los programas sociales y demuetran que los mismos “son necesarios aunque insuficientes”:

  • Sin programas sociales, la indigencia sería del 12,8% (frente al 6,8% actual).
  • En tanto la pobreza sería 41,8%, es decir, un 20% más alta que la observada.

La asistencia ayuda a contener la crisis, pero no logra modificar la estructura de ingresos ni las condiciones laborales.

Efectos psicológicos: el costo humano del estrés económico

El estrés económico no solo golpea el bolsillo: también afecta la salud mental.

  • En 2025, el 37,7% de las personas del estrato muy bajo padece malestar psicológico.
  • Entre quienes sufren estrés económico, 4 de cada 10 presentan malestar emocional significativo.

El informe subraya que la crisis material se traduce en frustración, agotamiento, ansiedad y síntomas depresivos, agravando la vulnerabilidad social.

Capacidad de ahorro: un indicador estancado desde hace más de una década

Otra señal del estrés económico estructural es la bajísima capacidad de ahorro que reportan los hogares argentinos. Según la UCA, solo entre el 8% y el 16% de la población declara poder ahorrar, una proporción que se mantiene en mínimos desde 2010 y que muestra una tendencia descendente persistente hasta 2025.

El repunte observado entre 2024 y 2025 es leve: apenas alcanza para volver a niveles similares a los de 2022–2023, o incluso a los de 2018, sin revertir el deterioro acumulado durante más de una década.

Las brechas socioeconómicas cada vez más profundas

El estrato medio-alto concentra la mayor capacidad de ahorro, muy por encima del resto de la población, aun considerando el truncamiento estadístico que suele afectar a los sectores más altos en encuestas domiciliarias. Las diferencias entre hogares con niños y sin niños se mantienen amplias y estables a lo largo del período analizado.

El análisis longitudinal revela la magnitud del problema: el 83% de los hogares permanece crónicamente sin capacidad de ahorro en ambos años observados. En fases de ajuste económico predomina el deterioro, mientras que en períodos de estabilización se observan mejoras, pero estas se concentran únicamente en los sectores más favorecidos.

Incluso dentro del estrato medio-alto la situación es heterogénea: mientras una parte logra mejorar su capacidad de ahorro, otro segmento continúa bajo estrés económico, reflejando el achicamiento y la vulnerabilidad creciente de la clase media.

Una mejora relativa que no alcanza

A modo de conclusión, el informe señala que aunque la pobreza e indigencia por ingresos muestran mejoras respecto a 2024, se advierte que estas variaciones no implican una recuperación estructural:

“Estas mejoras relativas se deben, en parte, a la estabilización inflacionaria y al refuerzo de transferencias sociales, pero no implican un cambio estructural en las condiciones de vida ni en la alta desigualdad”.

INFORME DE LA UCA

El país continúa con pobreza crónica elevada, inseguridad alimentaria persistente y niveles de estrés económico que revelan la fragilidad de los ingresos de millones de hogares.

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