Un inoportuno beso en un pecho durante una sesión virtual de la Cámara de Diputados disparó una catarata de lugares comunes que tienen una base coincidente: la antipolítica.

 

 

“Son todos iguales”.
“Hay que terminar con los políticos”.
“A vos te parece, con lo que ganan”.
“Que se vayan todos”.
“Si ninguno trabaja”.

 

 

 

Y las frases comunes pueden seguir. Una vez, Alejandro Dolina dejó picando unas geniales palabras sobre este tema: “Para quienes dicen todos los políticos son lo mismo, les contesto que para un analfabeto todos los libros son iguales”, dijo el autor de Crónicas del Ángel Gris.

El diputado salteño Juan Ameri cometió una falta, hacia quienes lo votaron y hacia el poder legislativo, que mereció la separación de la Cámara. Filmado en plena sesión mientras le besaba los senos a su pareja, era o la renuncia o la expulsión. Y eligió –empujado-, el primer camino.

 

 

¿Hubiera pasado lo mismo si besaba en la boca a su esposa, o si se ponía a cocinaren medio del debate, o se ponía a ver una película en el celular, o, como hizo Bullrich, dejaba una foto en la pantalla y se iba a hacer cualquier cosa? No, seguro que no. La aparición en la pantalla de un pecho femenino volcó todo en contra de Ameri.

Para dejarlo en claro, durante una sesión en la que se debaten leyes de importancia para el país no hay que distraerse, ni por un celular ni por un pecho. Y está bien que Ameri haya dejado de ser diputado. Pero esta situación fue aprovechada por los “conocidos de siempre” para cargar contra la política, contra la militancia.

Una de las consignas con la que se fogonean las marchas opositoras es “la reducción de los sueldos de los políticos”, apoyada por amplios sectores de la población. Y si bien es materia debatible si correspondería implementar un recorte salarial simbólico para ayudar en medio de la pandemia, muchos de los que impulsan esto se agarran de los pelos cuando se quiere imponer un aporte por única vez a los multimillonarios.

 

 

En los años 90, de la mano de Carlos Menem, se buscó imponer el rechazo a la militancia política, a las movilizaciones y a la preocupación por el otro. Era el momento del individualismo extremo. Fue durante la etapa kirchnerista que se revalorizó la actividad política y la militancia juvenil en distintos espacios.

El rechazo a la actividad política volvió al ruedo con el triunfo de Mauricio Macri. La diferencia es que en los últimos tiempos, la derecha le fue agarrando “el gustito” a las movilizaciones en las calles. Claro que siempre haciendo una distinción: la movilización “que vale” es la de quienes van en su propio automóvil, y no las de aquellos militantes sociales que de pronto alquilan un micro para llevar a aquellos que no tienen recursos para llegar hasta el lugar. Quienes llegan en automóvil son “republicanos” que no se dejan llevar por “las mentiras de los políticos”. En contrapartida, quienes llegan en un micro “van por el choripán” y son “víctimas de los políticos”.

Hay que entender que el desgaste de la dirigencia política y la militancia no es inocente, sino que intenta desacreditar una herramienta de lucha contra los más poderosos. Quienes dicen defender la democracia denostando la actividad política, logran así que ésta quede en manos de una elite económica. Terminan debilitando la democracia al debilitar la acción política.

Los políticos, mejor dicho “los políticos de los otros”, son los que terminan erosionando la democracia, porque “suben para robar”. El “los políticos roban” es un pensamiento que repite, indignado, el empresario que evade impuestos, el taxista que te da un billete falso o el médico que hace una cirugía innecesaria.
Si los políticos son todos iguales, lo mismo se aplica a los periodistas, deportistas, docentes, odontólogos o contadores.

El escándalo de Ameri les sirvió a muchos colegas en diarios y televisión para atacar a los legisladores por sus sueldos, atacar al Congreso por los gastos que ocasiona uno de los tres poderes del Estado. Algo fácil y de poca elaboración. No se han visto las comparaciones con los gastos legislativos de otros países, por ejemplo.
Muchas veces, la antipolítica es la política de algunos sectores que prefieren dejarles las manos libres a los poderes económicos.

“Yo hago lo mío y no me meto en política”, una frase común que, supone quien lo dice, es una buena actitud. Porque “la política es una mugre”, insisten.

Actitudes como las del ahora ex diputado Ameri alimentan todos estos lugares comunes de la antipolítica. No queda más que ponerle el pecho a las balas y seguir tratando de revalorizar la militancia juvenil y la actividad política que lleve a empoderar al pueblo.

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