Por Alejandro Ampuero
Carlos Daniel Esteban fue comandante de la Brigada Mecanizada XI de Río Gallegos. Durante el conflicto tuvo bajo su mando al soldado José Honorio Ortega, único santacruceño caído en combate en 1982. Entrevistado tiempo atrás por La Opinión Austral, dio detalles de sus días en Malvinas.
Sobre el 2 de Abril de 1982, comenzó diciendo que estaba desembarcando en las islas. “El 29 de marzo recibimos la orden de operaciones por parte de nuestros superiores e iniciamos una marcha terrestre, aérea y marítima hacia las Malvinas. Me encontraba en Sarmiento (Chubut) y estaba a cargo de ciento veinte hombres”.
“Nuestra misión inicial era apoyar a la infantería de Marina en la recuperación del archipiélago”, dijo Esteban y señaló que a las dos y media de la mañana ya podían ver el perfil de las islas, y pasadas las cuatro se divisaban las costas con total claridad. “Fue un momento de sensaciones ambiguas porque, si bien sabía que estábamos protagonizando un hecho histórico, estaba seguro de que las consecuencias de esta decisión serían muy duras”.
El desembarco, que se llamó Operación Rosario, “fue muy bien coordinado y ejecutado con mucha precisión. Anticipadamente detectamos las playas minadas y contamos con la no-reacción de las tropas inglesas, que se replegaron primero al aeropuerto y luego a la residencia del gobernador”, sostuvo.
En Darwin quedó a cargo del lugar con sólo 28 años y puso bajo control a la población, para lo cual “requisamos vehículos, radios, armamento y comunicaciones. Estuvimos solos casi treinta días y luego llegó la base Cóndor de la Fuerza Aérea, con helicópteros y aviones Pucará. Así, además de mantener la defensa del lugar, le dimos seguridad a la base. A fines de abril mandaron un refuerzo a Goose Green con una fuerza de tareas formada por elementos del Regimiento 12, a cargo del teniente coronel Piaggi”.
Primero de mayo
En esa jornada, los ingleses atacaron por aire Puerto Argentino a las cuatro de la mañana y cuatro horas después hicieron lo propio en Darwin, donde se encontraba Esteban. “Sabíamos que no era posible recibir un ataque terrestre y replegamos las tropas a las posiciones de defensa, a los acantilados de la costa. Por eso el Ejército no tuvo bajas, algo que sí sufrió la Fuerza Aérea”, sostuvo.
“Mis soldados eran muy jóvenes, pero no eran ningunos chicos. Las conductas que adoptaron en las islas y la madurez que adquirieron en medio de la situación que atravesaron no me permite evaluarlos como chicos ni nada que se le parezca. Hubo comportamientos realmente heroicos de los conscriptos y de los aspirantes a oficiales de reserva, que eran un poco mayores”.
“Hubo actitudes heroicas de parte de los conscriptos”
“El 21 de mayo fue el día clave, porque a partir del inicio del mes se produjo el masivo desembarco inglés a las islas y nos convertimos en las primeras tropas argentinas que entraron en combate directo con los británicos”.
Sin rendición
“Hasta ese momento, por nuestra formación militar, la palabra rendición no estaba incluida dentro del diccionario del Ejército Argentino. A nadie se le pasó por la cabeza levantar un trapo blanco, ya que jamás la consideramos una opción válida, más que nada porque hasta ese día estábamos intactos esperando el momento del combate”, afirmó.
El 25 de mayo “hice operar las radios y comuniqué la situación a Puerto Argentino. En la formación que hizo el general Menéndez por la fecha patria, señaló especialmente que habían tomado contacto con nosotros. Allí mi familia supo que estaba vivo”.
Soldado Ortega
Sobre José Honorio Ortega, indicó que estaba ubicado en la defensa de Darwin y Goose Green, adelantado junto al teniente Estévez en apoyo de una compañía del Regimiento 12. El 28 de mayo se produjo un duro ataque de las tropas de paracaidistas a las órdenes del coronel Jones, quien posteriormente falleció en combate. “Por fuego de ametralladora cayó herido de muerte, al igual que otros once hombres del Regimiento de Sarmiento”, sostuvo.
“Siempre hay que cumplir la misión. En combate no se le puede dedicar demasiado tiempo a un camarada fallecido, porque la situación lo impide. Pasa que la próxima baja puede ser uno mismo y por eso hay que seguir, máxime cuando se está al mando. Esto no representa para nada ser insensible, ocurre que las circunstancias no permiten otra cosa”.
En cuanto al final, expresó que si bien resultó doloroso, “a esa altura del conflicto ya no quedaba alternativa. De haber recibido otra orden, hubiera seguido combatiendo, pero hubiera sido una insensatez. Fue clave la superioridad marítima, algo que es vital en una guerra que se disputa en una isla, porque estábamos imposibilitados de abastecernos”.
En cuanto a la rendición, manifestó: “Nos trasladaron como detenidos a San Carlos, el lugar de nuestros combates, y luego embarcamos en el Northland rumbo a Uruguay, donde llegamos el 13 de junio, antes de la caída definitiva. El trato de los ingleses hacia nosotros fue muy correcto, todo bajo al supervisión de la Cruz Roja”.
“Durante el viaje no tuvimos ninguna información sobre la guerra, pero siempre se encuentra una manera de obtener algún dato, aunque fuera mínimo y parcial. De Montevideo fuimos a Buenos Aires, donde nos llevaron a Campo de Mayo para encontrarnos con nuestras familias”.
Errores
Luego comentó: “Cuando nos tomaron prisioneros sentí una desazón muy grande, sobre todo por la enorme negligencia con la que se había manejado políticamente el tema. Todo nuestro esfuerzo parecía haber sido en vano. Las malas apreciaciones estratégicas fueron fatales para quienes combatimos”.
Para Esteban, “no es posible que nadie haya previsto y analizado la segura reacción británica cuando ocupamos las islas, ni el apoyo de los Estados Unidos con misiles e información satelital, así como haber creído que nos iba a respaldar la Unión Soviética. Nuestros superiores subestimaron a las tropas inglesas y las consecuencias las pagamos duramente”.
Sin estrategia
También expresó: “Trabajamos con tres supuestos que fueron falsos y, no obstante ello, continuamos con las operaciones sin cambiar nada. Una de las especulaciones era que Estados Unidos iba a mantener una neutralidad complaciente, algo que fue totalmente borrado por la realidad. Otra de las posibilidades elucubradas confiaba en que Inglaterra no iba a reaccionar militarmente, un verdadero disparate”.
“Finalmente, si existía una respuesta armada de parte del enemigo, se presumía que íbamos a estar en condiciones de defender las islas, algo que tampoco ocurrió. La apreciación estratégica fue pésima. Al final de la guerra comencé a tomar conciencia de todas estas cosas”, cerró.
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