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La imagen es elocuente y llega desde la cabina. El piloto Hugo Hermida registró cómo se transformó el rectángulo gris de la pista 07-25 del Aeropuerto Internacional de Río Gallegos, epicentro de una obra clave que comenzó el 1° de septiembre, se extenderá por 113 días y demanda 24 millones de dólares. En una plaza estratégica para el sur del país, la rehabilitación apunta a garantizar estándares de seguridad y operatividad con una configuración nueva: de 3.550 metros de longitud, la pista quedará en 2.750 metros, sin afectar —según las autoridades— los vuelos habituales que operan la terminal.
Las tomas aéreas permiten dimensionar el frente de trabajos sobre el paquete estructural de la pista. En el sector de hormigón, comenzó la demolición de la losa existente, la excavación y el perfilado de caja y la construcción de una base de hormigón de aproximadamente 20 centímetros, sobre la que se ejecuta una losa de hormigón simple de unos 36 centímetros con juntas. En el tramo de pavimento flexible, avanza el fresado del asfalto viejo y la colocación de una base asfáltica cercana a 6 centímetros y una carpeta de unos 4 centímetros. La intervención se completa con cabeceras de viraje para aeronaves Clave C, el refuerzo del balizamiento y del señalamiento diurno, y la incorporación de un sistema de detección de hielo para monitoreo superficial, un punto sensible en latitudes donde el invierno se estira y las heladas no avisan.
La magnitud técnica también se mide en volúmenes. Para el hormigón se proyectaron 12.000 m³ entre base y estructura, mientras que el frente asfáltico demanda alrededor de 38.000 toneladas. Según confirmaron fuentes aeroportuarias, unas 80 personas trabajan de manera directa y entre 40 y 60 de forma indirecta, un movimiento que, además de aportar mano de obra local, exige una coordinación quirúrgica de logística, provisión de materiales y ventanas de clima.
El contexto ayuda a entender la urgencia. El aeropuerto de Río Gallegos conecta con Aeroparque, Ezeiza, Ushuaia, Comodoro Rivadavia, El Calafate y Río Grande, y mantiene vínculos internacionales. Entre enero y abril de 2025, los pasajeros de vuelos internacionales crecieron 52% respecto del mismo período de 2024, un indicador que elevó la vara de exigencia para la infraestructura. En los últimos cinco años, Aeropuertos Argentina informó inversiones por más de 1.000 millones de dólares en terminales, pistas y calles de rodaje, en un plan coordinado con el Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (ORSNA) y la Secretaría de Transporte. En ese tablero, la obra de Río Gallegos no es una isla: es un eslabón de un programa mayor que busca homogeneizar estándares y mejorar la experiencia del pasajero.
La ingeniería de la rehabilitación no solo mira el hoy. Al reducir la longitud a 2.750 metros y recomponer la estructura con hormigón y capas asfálticas nuevas, la pista ganará vida útil, resistencia y regularidad en su superficie, algo decisivo para operaciones con viento cruzado —frecuente en la zona— y temperaturas bajo cero. El balizamiento readecuado y el sistema de detección de hielo suman capas de seguridad que impactan tanto en la programación como en la toma de decisiones de los comandantes, especialmente en jornadas de visibilidad reducida.
Mientras el reloj de obra corre hacia fin de año —con una finalización prevista para el 23 de diciembre de 2025; en la comunicación inicial se había estimado el 22 de diciembre—, la postal que dejó Hermida desde el aire anticipa la nueva cara del “Piloto Civil Norberto Fernández”. De concretarse en término, el regreso de las operaciones a Río Gallegos permitirá descomprimir la ruta a El Calafate en plena temporada y devolver a la capital santacruceña su puerta de entrada y salida aérea, clave para la economía local, el turismo y la agenda institucional.
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