Algunas personas aseguran que nunca necesitan un despertador para levantarse a tiempo. Las razones detrás de esto no son completamente claras, pero tenemos cierta comprensión de por qué sucede.

La explicación radica en nuestro reloj biológico interno, el cual regula nuestra cronobiología y los ritmos de nuestro cuerpo, indicándonos cuándo debemos estar activos y cuándo debemos dormir.

¿Por qué me despierto antes de que suena la alarma?

Este reloj interno se ajusta principalmente a través de la luz, transmitiendo información sobre la presencia y cantidad de luz natural a nuestro núcleo supraquiasmático en el cerebro, que regula nuestro ritmo circadiano. El mismo también se ve influido por otros estímulos, como los horarios de las comidas y el nivel de actividad durante el día.

Con el tiempo, este reloj se sincroniza, y en aquellos con rutinas regulares de sueño y horarios consistentes para acostarse y levantarse, el cuerpo aprende cuándo despertarse incluso sin necesidad de una alarma.

En individuos que llevan un estilo de vida regular, es común despertarse justo antes de que suene la alarma del despertador, y esto también puede ocurrir en personas acostumbradas a horarios consistentes durante períodos prolongados, como días laborables.

¿Cómo funciona el reloj interno?

El reloj interno es regulado por hormonas como el cortisol y la melatonina, las cuales afectan nuestro estado de alerta y sueño. Asimismo, algunas personas pueden despertar naturalmente sin alarma debido a su alta sensibilidad a la luz, mientras que otras pueden necesitarla.

El tipo de durmiente temprano, que se acuesta temprano y se levanta temprano, y el tipo de durmiente con retardo de fase, que se acuesta y se levanta tarde, también afectan la habilidad de despertar sin alarma. Los primeros son más propensos a hacerlo, mientras que los segundos pueden luchar para levantarse temprano debido a su reloj interno más retrasado.

En cuanto a la duración del sueño, algunas personas, conocidas como durmientes cortos, pueden sentirse activas y alertas con tan solo cinco horas de sueño, mientras que otras pueden requerir más de las ocho horas recomendadas. Esto también puede influir en la capacidad de despertarse naturalmente.

Si una persona siempre se va a la cama a las once y se levanta a las siete, durante la noche hará unos determinados ciclos de sueño: primero sueño superficial, luego sueño profundo y luego sueño REM. De esta manera, su cerebro “sabe” que después de los tres o cuatro ciclos completos de sueño, llega la hora de levantarse.

En resumen, las rutinas de sueño regulares, la sensibilidad a la luz, el tipo de durmiente y la duración del sueño son factores clave que influyen en la capacidad de despertarse sin necesidad de un despertador. El reloj interno y las hormonas desempeñan un papel fundamental en este proceso.

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