De acuerdo a los dichos de Mariana, a ella le gustaba el perfil del muchacho, quien le contó dónde trabajaba y cuáles eran sus gustos. Sin embargo, hubo algo que omitió.

Mariana llegó al lugar citado y ya notó algo raro, pero tampoco fuera de lo común: “¿Sabés qué? Va a ser más fácil si subís directo porque tengo la comida en el horno. Y mi miedo es que se me queme la carne”, se justificó él a través del portero eléctrico.

Cuando entró al edificio, la joven caminó hacia uno de los dos ascensores, entró al cubículo y marcó el piso 8: “Empiezo recordar detalles ahora. Cuando bajé sentí el olor a comida y tuve esa sensación que la iba a pasar bien. Pero esa idea se me derrumbó cuando abrí la puerta”.

“Toqué el timbre, esperé otros pocos segundos y apareció. Estaba disfrazado de Batman, con la máscara incluida. Se la sacó solo para saludarme y volvió a ponérsela”, señaló.

¿Querés que sea tu batichica?’, le respondí en broma apenas lo vi. Quedé con la boca abierta, con ganas de reírme pero sorprendida”, recordó Mariana.

Gonzalo, como lo llamó ella, le cocinó un vació al horno con papas españolas, acompañado de un vino tinto que sirvió en dos copas. “Hizo todo sin quitarse la máscara“, insistió.

“Me senté en la mesa y seguía así. No me daba para sacarle una foto porque lo iba a notar. Luego cenamos, él continuaba en su juego. Me dijo si me quería quedar, pero le respondí que era tardísimo y me tenía que ir. Ahí se sacó la máscara y nos reímos los dos. Sinceramente nunca supe cuál era su morbo”, agregó.

“Me quedé porque soy de conocer a las personas. Claramente no tuvimos intimidad. Cuando me abrió la puerta y abrí la boca, esa fue mi expresión. Él me devolvió una sonrisa sin mostrar los dientes”, finalizó.

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