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Por Javier Carrodani

Cuando se gestó el partido La Libertad Avanza (LLA), allá por 2021, para que el economista Javier Milei y la abogada Victoria Villarruel se postularan a diputados nacionales por la ciudad de Buenos Aires, ni los más optimistas de ese espacio soñaban con que tan sólo dos años después esos mismos nombres conformaran la fórmula presidencial que se impondría en el balotaje de noviembre.

Más allá de la respetable performance del 17% de los votos que permitió que Milei y Villarruel accedieran a dos bancas, lo cierto es que ya entrado 2023 el proyecto presidencial del economista libertario no contaba con estructuras partidarias en gran parte del país.

Ante la carencia de militancia propia y el apremio del tiempo, los libertarios porteños buscaron alianzas con pequeños partidos provinciales -que ocuparon lugares principales en las listas a cambio de prestar su sello- y con “ciudadanos de a pie” que se identificaran con las ideas de Milei y fueran capaces de “autogestionarse” su campaña electoral, es decir, que dispusieran de fondos propios o los obtuviesen de otros aportantes privados.

También hubo acuerdos con sectores del peronismo que aportaron candidatos para completar las nóminas, en una movida para quitarle votos a Juntos por el Cambio, algo que posteriormente se lamentó, porque salió “demasiado bien”.

El problema es que toda esa mecánica determinó que las listas fueran un rejuntado de personas que en muchos casos ni siquiera se conocían entre sí. Días atrás, el senador Bartolomé Abdala, presidente provisional del cuerpo, dijo que “muchos nos conocimos ya como senadores y diputados nacionales; incluso, muchos de los diputados conocieron a Javier y a Victoria ya electos”.

Con ese origen, no puede sorprender la sucesión de peleas internas y desprendimientos en los respectivos bloques del Senado y Diputados: las salidas de Carolina Píparo. Lorena Macyzyn, Oscar Zago, Eduardo Falcone, María Cecilia Ibáñez, Florencia Arrieta y Francisco Paoltroni, con motivos diferentes, son algunos ejemplos.

En la Legislatura bonaerense fue peor: el bloque libertario como tal no llegó a conformarse y se dividió en tres partes, dado que no había comunión de ideas ni de acción entre todos los integrantes.

En el Poder Ejecutivo, el panorama no ha sido muy diferente. Más de 50 funcionarios fueron echados o renunciaron en menos de nueve meses de gestión. Nicolás Posse fue desplazado de la Jefatura de Gabinete; Guillermo Ferraro, del ahora disuelto Ministerio de Infraestructura; Osvaldo Giordano, de la Dirección Ejecutiva de Anses; Pablo de la Torre, de la Secretaría de Niñez y Familia; Omar Yasin, de la Secretaría de Trabajo; Francisco Sánchez, de la Secretaría de Culto, entre varios otros casos, y Fausto Spotorno y Teodoro Karagozian, del grupo de asesores económicos de Milei.

Esta semana se registraron dos hechos que serían cerezas del postre. El primero involucró a la vicepresidente y titular del Senado, quien debió rechazar por “improcedente” y solicitar la reescritura de la nota del bloque de LLA que le pedía a ella la expulsión de Paoltroni. Una burrada que muestra la inexperiencia de estos noveles legisladores.

El segundo episodio fue una pelea por la red social X entre las diputadas Lilia Lemoine y Marcela Pagano, en un cuadro tan bizarro que generó cientos de posteos críticos de cuentas libertarias, en el sentido de que “con esto le dan de comer a la oposición”.

La reunión del viernes de Milei con legisladores propios y dialoguistas en parte tuvo que ver con la falta de interlocutores del gobierno en el Congreso.

Después de casi nueve meses, el Presidente parece haber asumido que, además del condicionamiento que desde el primer día representa tener clara minoría en ambas cámaras, hay que arremangarse para encaminar a una propia tropa muy nueva en la actividad política.

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