Desde muy pequeño descubrió una de sus mayores pasiones: la pelota de fútbol. Ese amor se le marcó a fuego a los 9 años, tras presenciar un partido entre Tigre y su querido Rosario Central. A partir de allí, el fútbol sería un tema “central” en toda su vida.
¡A dibujar!
No sólo el fútbol hacía latir su corazón rosarino. Los lápices y las hojas blancas, listas para recibir toda su creatividad e ingenio, también lo acompañarían para siempre.
Desde muy chico desarrolló su vocación como dibujante, por la cual años más tarde sería reconocido en toda Latinoamérica.
Al comienzo, la historieta no era más que un pasatiempo que lo entretenía durante su primer trabajo como redactor de publicidad.
Más tarde, en 1968, publicó su primer chiste en la revista Boom. Sus creaciones fueron tan bien recibidas que a partir de ese momento la sección de humor quedaría en sus manos: así comenzaba su brillante carrera.
Un gaucho muy renegáu
Con la llegada de la revista Hortensia, en 1972, surgió su creación más famosa: el gaucho Inodoro Pereyra, el Renegáu.
El Renegáu siempre estaba secundado por su fiel compañero: Mendieta. El Mendieta era un perro de raza no identificada, de baja estatura, algo enamoradizo y de pocas palabras. ¡¿Cómo?! ¿Palabras? Sí, Mendieta no ladraba, hablaba, y Fontanarrosa aprovechaba para canalizar en él los remates más ocurrentes para cada situación.
En Inodoro Pereyra, su hijo pródigo, se conjugaban dos de sus grandes amores: el dibujo y la escritura.
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