La cuenta regresiva llega a su fin. Mañana, en Vicente López, Deportivo Madryn y Gimnasia y Esgrima de Mendoza disputarán desde las 17:00, la final por el primer ascenso a la Liga Profesional, el partido que coronará al mejor de la temporada regular y que, a la vez, habilitará una escena potente para el mapa del fútbol argentino: la chance concreta de que la Patagonia vuelva a tener un equipo en la máxima categoría después de décadas sin presencia estable.

El recorrido hasta aquí explicó la jerarquía de ambos. Madryn construyó su liderazgo en la Zona A desde la regularidad y el oficio: se aseguró el primer puesto en la fecha 33 con el 2–1 a Arsenal en el Abel Sastre, sostuvo una diferencia de gol robusta y validó una idea de juego que Leandro Gracián instaló desde el primer día: presión coordinada, salida limpia, bandas profundas y una entrega que no se negocia. Gimnasia (M), por su parte, ratificó su perfil de equipo serio en la Zona B y defendió la cima hasta el último minuto: en el Víctor Legrotaglie venció 1–0 a Defensores de Belgrano, sumó 63 puntos y confirmó que el plan de Ariel Broggi —intensidad en el medio y criterio para administrar ritmos— llegó a destino.

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El último entrenamiento del equipo de Ariel Broggi de cara a la final.

En el Aurinegro, la previa se vivió como un rito de ciudad. Hubo banderazo en el Abel Sastre y caravana hasta el aeropuerto para despedir a un plantel que viajó completo, sin lesionados, y que se entrenó liviano antes de emprender el vuelo.

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El arco, en la previa, volverá a tener a Yair Bonnin, capitán y voz de mando; en los laterales asoman Agustín Sosa y el regreso de Diego Martínez —con tres ascensos en su carrera—; en la zaga, la pareja Facundo Giacopuzzi – Alejandro Arango Gutiérrez sostuvo buena parte del año el andamiaje defensivo. En el medio retorna Federico Recalde con la 5 —se ausentó en la última fecha por el nacimiento de su segundo hijo—, acompañado por Bruno Pérez, ya recuperado de una molestia. Más adelante, Diego Crego le da amplitud y Nazareno Solís aporta la pausa y el pase fino. Arriba, el tándem Germán Rivero – Luis Silba promete pelea aérea y presencia en el área; Rivero llega como goleador del equipo.

Del lado del Lobo, la victoria ante Defensores reforzó una convicción: el equipo supo sufrir cuando hizo falta. El tramo final mostró el ingreso de Matías Muñoz —santacruceño, nacido en Río Gallegos, formado en Boxing Club— a los 81 minutos para blindar la defensa y manejar la pelota en el momento más caliente. En el circuito de Broggi, Muñoz es una pieza versátil: puede ser interno para empujar la presión o mediocentro para primer pase y orden. Ese doble registro le permite a Gimnasia moverse entre el golpe por golpe y el control posicional según lo pida el partido.

El santacruceño está a punto y podría ser de la partida frente a Madryn.

La final será a partido único, en estadio neutral, con tiempo suplementario en caso de empate y penales si la igualdad persiste. La lógica invita a pensar en un duelo de detalles: la segunda pelota, la pelota parada y la gestión emocional suelen pesar más que cualquier pizarra cuando el margen es cero. En ese tablero, Madryn llega con una pelota quieta que lastimó durante el torneo y con transiciones rápidas cuando el rival queda largo; Gimnasia ofrece una presión alta que incomoda salidas y un mediocampo que sabe bajar el pulso para jugar a dos toques.

¿Qué clubes de la Patagonia jugaron en Primera?

El significado excede lo deportivo. Para la Patagonia, el ascenso de Deportivo Madryn representaría el retorno de la región al foco mayor, aquel que en los Campeonatos Nacionales de los ’70 y ’80 tuvo señales fuertes con Cipolletti, Deportivo Roca, Atlético Regina, Huracán de Comodoro Rivadavia e Independiente de Trelew; incluso Alianza de Cutral Co rozó la vidriera grande en la Liguilla Pre-Libertadores 85/86. Aquella huella quedó como identidad y desafío: competir contra distancias largas, presupuestos más modestos y una logística que siempre cuesta el doble. Para Mendoza, la final es la oportunidad de volver a Primera con un plan que combinó pertenencia, trabajo de inferiores y una localía que recuperó mística en el Parque.

El equipo de Huracán de Comodoro que jugó en Primera en los ’70.

En la previa, cada orilla sostiene sus señales. Madryn viajó con su gente —se habilitaron miles de entradas y la expectativa es llenar el sector—, con una ciudad que se reconoció en este equipo ordenado y solidario. Gimnasia llega con la inercia de un final ganado en casa y con futbolistas que ya tuvieron partidos grandes. Ninguno se esconde: Gracián y Broggi administraron la ansiedad durante la semana, bajaron el mensaje de cabeza fría y ajustaron detalles. A esta altura, el once pesa menos que la convicción.

El formato de la categoría le pone marco a la gesta: dos zonas largas, viaje por todo el país, una final neutral para el primer ascenso y un Reducido que espera al perdedor. Llegar a este partido fue el premio a la regularidad. Ganarlo será el pase a una vidriera que cambia presupuestos, proyecto y escala institucional. Mañana, cuando la pelota empiece a rodar, cada quite y cada pase traerán la memoria de un año entero de trabajo.

Quedará, al cabo, la foto que toda hinchada sueña: capitán levantando la copa, un grito que cruza rutas y cordillera, una ciudad que se mira al espejo y entiende que se puede. Sea Deportivo Madryn o Gimnasia, el fútbol argentino sumará una página con acento federal y con el pulso de quienes recorren miles de kilómetros para estar ahí. El destino del primer ascenso se resolverá en noventa minutos —o lo que haga falta—. Y esa, en definitiva, es la esencia de una final: el instante en que un proyecto se hace historia.

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