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La noticia llegó con la contundencia de un objetivo cumplido. Gabriela Corvalán, peleadora de jiujitsu formada en Río Gallegos y hoy radicada en La Plata, confirmó que quedó clasificada al Mundial, tras cerrar su temporada en el circuito que otorga plazas al Grand Slam y sumar los puntos que la ubicaron entre las cuatro mejores de Sudamérica. En diálogo con Radio LU12 AM680, la atleta repasó el camino, los torneos que disputó —con escalas en Santiago de Chile y fechas nacionales— y el desafío que viene: competir frente a llaves “con un montón de inscriptas de todo el mundo” en un evento de una semana.

“—Carlos Saldivia (LU12): Hola ¿cómo estás? ¿Qué vino después de aquella charla sobre tu aspiración internacional?
—Gabriela: Contenta porque se consiguió el objetivo. Ayer me llegó el mail confirmatorio de que había quedado clasificada, así que súper contenta de que se pudo”.

La clasificación, explicó, no fue casualidad: requirió constancia y kilómetros. “Hay que hacer un circuito, sumar puntos y de Sudamérica solo clasifican cuatro mujeres”, señaló. La definición, contó, llegó al límite: “Hasta el último torneo, que fue el de Santiago de Chile, estaba la expectativa de si sumaba o no los puntos; justo se dio que quedé cuarta con la cantidad de puntos”.

Ahora, la agenda se vuelve administrativa y estratégica. “Tengo que enviar la documentación y ellos me tramitan la visa para ingresar a Dubái. Me van a avisar qué días tengo que ir y volar”, explicó. La organización cubre vuelos de ida y vuelta, un alivio clave para una atleta que, como tantas en el país, sostiene su preparación con recursos propios y apoyos puntuales: “Sin el mail para mí no podía hacer nada. Recién hoy me estoy poniendo más en campaña con sponsors. Todo ayuda es bienvenida”.

En lo deportivo, la mirada ya está puesta en el cuadro. “Ahora están anotadas chicas de todo el mundo; cuando cierre la inscripción arman las llaves y ahí vemos con quién me cruzo para armar la estrategia”. La receta para sobrevivir a una llave masiva es clara: “Es eliminación directa. Son 5 minutos que pasan volando. Lo ideal es proponer mi juego y cerrar antes de que termine el tiempo para no dejarlo a criterio arbitral”.

Corvalán también trazó un mapa competitivo sin eufemismos: “De Brasil hay un montón; son durísimas. Entrenan y viven por las artes marciales. Escuché que muchas veces arman las llaves con Brasil por un lado y el resto del mundo por el otro”. En la previa, su foco pasa por pulir detalles: “Trabajo con preparación física, nutrición y psicología deportiva. En cinturón negro, los combates se definen por detalles mínimos”.

La deportista santacruceña, que se mudó a La Plata hace meses, no pierde el vínculo con su origen ni con la comunidad que la sigue desde Río Gallegos: “La gente de Gallegos se puso recontenta; me llegaron mensajes re lindos”. Y, aun con el Mundial por delante, ya piensa en sostener el proceso competitivo: “En febrero arranca otra vez el circuito y ya estoy viendo dónde viajar para competir. Quiero volver a clasificar”.

Antes de despedirse, dejó una puerta abierta para quienes quieran acompañarla en esta etapa: apoyo para cubrir preparación física, gimnasio, suplementación y gastos colaterales. “Todo suma”, subrayó.

El recorrido de Gabriela sintetizó el pulso del deporte argentino que se construye lejos de las luces centrales: viajes a pulmón, calendarios apretados, profesionalización y comunidad. Con la clasificación al Mundial en el bolsillo y la convicción de que el alto rendimiento se sostiene día a día, la santacruceña se ganó el derecho a medirse con las mejores del planeta. Lo que sigue ya no es promesa: es presente competitivo y una meta nítida, forjada a base de disciplina, detalles y carácter.

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