La Argentina enfrenta dos batallas cruciales. Por un lado, la puja distributiva que se traduce en una inflación anualizada del 52% según el último dato del Indec. En octubre, la variación de precios fue del 3,5%.

Hasta el momento, no hay controles de precios sobre la canasta alimentaria que parezcan frenar esta estampida. Y es que los 1.500 productos acordados son sólo una parte pequeña de todos los bienes y servicios que contribuyen al dato del IPC.

La inflación no es sólo una cuestión monetaria como pretende instalar la ortodoxia económica sino que tiene mucho de puja de poder con los formadores de precios. El dólar ilegal a más de 200 pesos no es más que un incentivo para que las grandes empresas retoquen precios y así garantizarse la dolarización de sus excedentes. Este diagnóstico es reconocido por varios referentes del Frente de Todos (FdT).

Argentina tiene una inflación anualizada del 52% según el último dato del Indec

La participación de los asalariados en el producto bruto cayó 10 puntos porcentuales (se ubica en el 40 por ciento). Los sectores del capital que ganaron mayor participación fueron el agropecuario, algunas ramas de la industria (con fuerte participación de las alimenticias) y el de hidrocarburos. Los mismos actores que el Gobierno quiere promocionar con leyes de exportación en línea con lo que reclama el FMI.

Y son esos mismos actores los que presionan por un acuerdo acelerado con el FMI. Renegociación que se complicó ya que cambiaron los interlocutores de peso para el Gobierno.

De la amabilidad demostrada entre Martín Guzmán y Kristalina Georgieva se pasó a negociar con Geoffrey Okamoto, número dos del FMI y una de las personas de confianza de Donald Trump al momento de autorizar los desembolsos.

El acuerdo con el Fondo es la segunda gran batalla que enfrenta el Gobierno.

Confesión

El préstamo con el Fondo quedó judicializado en la Argentina, en una causa penal que hasta el momento no mostró ningún movimiento. Incluso, la Procuración del Tesoro, a cargo de Carlos Zannini, impulsó otra querella para que el desfalco a la administración pública sea compensado con el patrimonio personal de cada uno de los funcionarios involucrados en la ingeniería de la deuda externa.

Lo cierto es que, en las últimas horas, el propio expresidente Mauricio Macri reconoció que la plata del Fondo Monetario Internacional fue a parar a los bancos comerciales que habían puesto dinero al comienzo de su gobierno.

“Los países del mundo que confiaron en la Argentina y en el Gobierno del ingeniero Macri le habían prestado al país 50.000 millones de dólares para pagar otras deudas. Y la plata del Fondo, que es la plata de los demás países, la usamos para pagarle a los bancos comerciales que querían irse del país.

¿Por qué se querían ir? Porque tenían miedo que volviera el kirchnerismo”, explicó el expresidente en un uso confesional de la tercera persona.

En realidad, no fueron los bancos comerciales sino los grandes fondos de inversión que sí utilizaron a los bancos comerciales para hacerse de los dólares una vez desarmadas sus posiciones en LEBACs.

Lo que hizo Macri fue reconocer, incluso, lo que el propio staff del organismo multilateral había esbozado en un informe de octubre de 2018.

¿El propio staff del FMI entendió que el BCRA había convalidado una venta discrecional de dólares pactada directamente con los fondos especulativos que se querían ir del país? Parte de esta pregunta fue evacuada por Macri durante su entrevista con la señal CNN en Español.

La segunda confesión de Macri fue la utilización política del préstamo. Sostuvo que había sido otorgado para “garantizar la transición hacia su segundo mandato”. Lo que era una corazonada, que el préstamo había sido pactado con la administración de Donald Trump, se transformó en una certeza.

Negociación

Al inicio de su gestión, Alberto Fernández no se imaginaba la pandemia (como nadie en el mundo) pero tampoco una negociación tan dura con el FMI. Es que aquellos 44.000 millones de dólares que llegaron al país y se fugaron contaron con el aval político del mandatario norteamericano.

Fernández eligió un ministro de Economía (Martín Guzmán) con capacidad de hablar el mismo idioma del mundo financiero, de buen vínculo con el Premio Nobel Joseph Stiglitz e incluso con Kristalina Georgieva, la actual número uno del Fondo.

Sin embargo, la persona que corre en punta como la más relevante en esta negociación sería el número dos del organismo, Geoffrey W.S. Okamoto. Y es una persona clave porque ganó poder tras las dudas que se sembraron contra Georgieva por haber favorecido a China en un informe del Banco Mundial.

El ahora número dos del Fondo fue también quien supervisó los desembolsos del organismo durante el macrismo. En este sentido, el organismo no estaría tan dispuesto a reconocer su corresponsabilidad en el préstamo ruinoso otorgado a la Argentina. No es el mejor escenario para el país.

En este sentido, parece quedar más lejos la posibilidad de alcanzar un acuerdo que supere los 10 años; tampoco habría buenas noticias vinculadas a la sobretasa que cobra el organismo. Lo que quedaría por negociar sería la dimensión del ajuste fiscal.

Según datos del Ministerio de Economía, las prestaciones sociales, básicamente jubilaciones, tuvieron una caída real del 7% a julio de este año. Al mismo mes, la actividad económica (EMAE) registró un incremento del 10%. Pero el gasto público cayó, en términos reales, un 6%.

El gasto público cayó, en términos reales, un 6%. Los salarios del sector público también cayeron

Los salarios del sector público también perdieron por goleada contra la inflación.

En el análisis transversal del Presupuesto, la categoría Políticas de ingresos, si bien crecen nominalmente, pasarían de representar el 3,2 por ciento del PBI al 3,0 por ciento del producto para el próximo año.

La misma reducción en relación al PBI se percibe en jubilaciones y pensiones que pasarían de representar el 9,3 por ciento al 8,8 por ciento.

En la llamada ley de leyes, aparece cierta obsesión para que cierren los números macroeconómicos, casi como adelantándose a los pedidos del FMI. ¿Pero qué pasa con quiénes la están pasando realmente mal?

“Algunos se enamoran de los números macro de la economía. ¡Para nada! Si los números macro de la economía no se traducen en la mejora del día a día de nuestra sociedad, será crecimiento para unos pocos y nada para las grandes mayorías”, sostuvo Máximo Kirchner, jefe de la bancada de Diputados del FdT en uno de los últimos actos de campaña.

Sea cual sea el resultado electoral, el Gobierno deberá enfrentar una discusión hacia el interior de la propia coalición. Ese debate tiene un eje bien marcado: ¿se deberá esperar a que el crecimiento derrame hacia la sociedad tal como pide el FMI? ¿O se deberá, primero, distribuir la riqueza para que el crecimiento llegue a los sectores más vulnerables? Esto también supondría tomar medidas que permitan restringir, en parte, las presiones de los grandes formadores de precios.

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