Al no existir perspectivas de fuertes cambios electorales respecto de lo ocurrido en septiembre, las dudas y estrategias pasan por pensar desde el 15 de noviembre en adelante.

Luego de la derrota en las primarias, el oficialismo cambió parte del gabinete nacional, le dio más espacio a gobernadores e intendentes peronistas y tomó medidas para intentar frenar la inflación y mejorar el poder adquisitivo de los bolsillos de los trabajadores. Algunas medidas funcionaron, otras no tanto.

A una semana de la votación, no asoman cambios sustanciales respecto de las primarias. En el oficialismo creen que se podrán sacar más votos en la provincia de Buenos Aires, pero sin poder dar vuelta el resultado, y también se espera recuperar algunas de las bancas en el Senado que se perdieron en las PASO.

Se mira a los intendentes del Gran Buenos Aires para encontrar razones para el optimismo. Los jefes comunales del distrito más populoso del país responden que sienten un clima distinto al de las PASO y que se recuperarán votos, pero no se animan a vaticinar para cuánto alcanzará este avance.

La realidad muestra dos situaciones que innegablemente han mejorado respecto de septiembre. La pandemia de coronavirus está en pleno retroceso, con una campaña de vacunación que está en el orden del 60% de la población argentina con dos dosis –lo que pone a la Argentina entre los países que más habitantes tienen con el plan completo de vacunación-, y se han recuperado libertades individuales, las clases y la actividad comercial. Si no fuera por los barbijos, nadie notaría cambios con lo que ocurría antes de marzo de 2020.

La otra situación que ofrecen los números oficiales y privados es la existencia de una recuperación de la actividad económica, tanto en las fábricas como en los comercios. Un ejemplo claro es el turismo, con cifras altísimas en lo local y ahora con la llegada diaria de miles de turistas extranjeros en vuelos de aerolíneas que, decían los opositores meses atrás, nunca más iban a pisar Ezeiza. Bueno, así como se fueron, hoy han regresado.

Mejoras que parecen no alcanzar para cambiar un escenario de derrota electoral de medio término para el gobierno.

¿De ser así, qué se puede esperar a partir del lunes 15?

El escenario mostrará una oposición con mayor poder en el Congreso, lo que no es un tema menor pensando en los dos próximos años. Tanto en Diputados como en el Senado marcarán el paso de los proyectos, podrán frenar las propuestas oficiales e imponer discusiones hostiles a la administración nacional.

Desde los sectores más duros de Juntos por el Cambio se insistirá con sacarle al Frente de Todos la presidencia de Diputados que está en manos de Sergio Massa. Un paso que, de darse, cortará con una tradición de convivencia política que se mantiene desde el retorno de la democracia en 1983. Un paso que mostrará si la oposición se planteará una estrategia “feroz” o si optará por una más conciliadora.

En el interior de la principal alianza opositora existen desacuerdos sobre la estrategia a asumir a partir del lunes 15. Desacuerdos entre los que aparecen como “halcones” y quienes se muestran como “palomas”. Entre los más duros algunos llegan a pensar en unas presidenciales anticipadas si la situación económica no se resuelve. Una estrategia muy peligrosa.

El sector más conciliador piensa a más largo plazo y se plantea una convivencia con el gobierno sin que se corra el riesgo de una aparente “cogobierno”.

En la relación que piensan mantener con el gobierno mostrarán además su poderío interno. Desde la próxima semana se verán como mayor claridad los dirigentes que apuntan a ser candidatos presidenciales en 2023.

En el gobierno la situación post elección tampoco aparece como sencilla. ¿Una derrota traerá más cambios en el Gabinete?, ¿Aumentará o disminuirá las tensiones y diferencias internas?

El frente externo aparece como una bisagra para los dos próximos años. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional debería llegar antes de fin de año, o al menos antes de marzo próximo cuando vence un pago de capital de unos 3.000 millones de dólares.

El acuerdo para postergar los pagos y extenderlos por diez años aparece como sensato también para el Fondo, pero las diferencias aparecen cuando se ponen sobre la mesa las exigencias para concretar esa postergación.

La falta de acuerdo seguirá presionando sobre el valor del dólar. Y esta es una mala noticia tanto para la producción como para el ritmo inflacionario.

Frenar el alza de precios, evitar una devaluación mayor del peso y concretar cuanto antes un acuerdo con el Fondo. Tres desafíos para el gobierno a partir del 15, salgan como salgan las elecciones del domingo.

Quedan dos años por delante con muchos desafíos. Lo que viene empieza a definirse a partir del lunes.

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