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Por Jorge Cicuttin
El presidente Javier Milei tiene una obsesión con los periodistas, exceptuando, claro, a aquellos que son sus amigos y militantes libertarios con micrófono.
Llama públicamente a odiarlos. “Se los odia poco”, aseguró. Algunos pueden suponer que es una forma de distraer, de sacar el foco de los problemas que tiene la economía del país y que el gobierno no puede resolver.
Pero como en muchas otras cosas, Milei va a fondo. Acelera en las curvas. Entonces supera aquello que podría ser una estrategia de distracción para convertirse en un tema central.
“Si odiás al político, al periodista odialo más porque cobran por hacer lo que el político no hace. Son calumniadores e inquisidores”, argumentó con el Gordo Dan, fanático libertario.
Milei aceleró: “Los periodistas son prostitutas de los políticos”. Y pasó a la acción al denunciar penalmente a tres, Carlos Pagni, Ari Lijalad y Viviana Canosa. No importa que sea una denuncia que tiene pocas posibilidades de progresar porque el delito de calumnias e injurias fue despenalizado durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, particularmente contra dirigentes y específicamente a favor de periodistas para garantizar la libertad de prensa.
No importa. Hay que odiarlos.
La furia contra el periodismo se extendió a dos de los medios más importantes del país: Clarín y La Nación. Milei ordenó a sus ministros desmentir las notas de estos diarios en las que hablaban de una confesión del jefe misionero Carlos Rovira respecto de la decisión de sus senadores de cambiar el voto para hacer caer la ley de Ficha Limpia. “Lo pidió Milei”, dicen que dijo.
La frase hizo enloquecer a Milei. Furioso, redobló sus ataques al PRO, a quien consideró responsable del papelón en el Congreso.
Odio a los periodistas, odio a los medios, odio a la casta y odio a los macristas.
Odio y miedo. El oficialismo intenta imponer en la campaña para las elecciones porteñas el miedo al “regreso del kirchnerismo”. Y, si eso pasa, la culpa será del macrismo. Por eso hay que odiarlos.
Mauricio Macri endureció su discurso contra el gobierno libertario después de la caída del proyecto de ficha limpia que impulsaba la candidata del PRO, Silvia Lospennato. Cree que Milei está detrás de este fracaso porque prefiere mantener a Cristina Fernández de Kirchner como enemiga y, a la vez, no promover un proyecto impulsado por la candidata del PRO que pudiera ayudarla a superar en votos a Manuel Adorni.
En estas condiciones, se enfrían más aún las posibilidades de un acuerdo entre libertarios y macristas para enfrentar unidos al peronismo en la provincia de Buenos Aires.
Macri está haciendo malabares para evitar que La Libertad Avanza termine por “comerse” al PRO, tal como hizo el partido amarillo con los radicales. Este es su miedo.
Por otra parte, gente cercana al ex presidente reconoce que la estrategia del líder del PRO va más lejos. Creen que este gobierno se encamina hacia el fracaso y quieren mantener al PRO como una barrera para evitar el regreso del peronismo al poder. Macri sería un “Milei más civilizado”, que mantendría la lucha contra el populismo y en favor de la libertad del mercado, sin el fanatismo del actual mandatario.
Macri entiende que este gobierno camina hacia el fracaso y se prepara para que el PRO sea una continuidad “civilizada”, sin extremos,
Entre estos odios y miedos, hay dos situaciones que desde el gobierno miran con preocupación. El Congreso y la CGT.
En el Congreso de la Nación, las cosas se le ponen difícil después del fracaso de ficha limpia. Se está gestando un importante sector dentro de la oposición que le puede complicar mucho la gobernabilidad. Trascendió que hubo reuniones entre representantes de Unión por la Patria, Encuentro Federal, Coalición Cívica, la Izquierda y Democracia para Siempre. Desde allí intentarían imponer una agenda legislativa con temas muy sensibles para Milei: impulsar la Comisión $Libra, recomponer los presupuestos universitarios, y una mejora para los jubilados son algunos de los temas en carpeta.
Si esta unidad se consolida, podrían obtener los dos tercios de la Cámara de Diputados. Un gran riesgo para el gobierno.
Por otro lado, en la CGT miran con preocupación como están aumentando los conflictos sindicales. La decisión del gobierno de no homologar las paritarias que superen los aumentos del 1% mensual es un gran golpe a los bolsillos de los trabajadores y está empujando a los líderes cegetistas a tener que tomar más medidas de fuerza.
La pérdida del poder adquisitivo de la población es un tema que aumenta la posibilidad de que aumente el conflicto en la calle. Y el sindicalismo no podría mantener ajeno a este “calentamiento” social.
Llamar al odio no va a ayudar a buscar una salida a estos conflictos.
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