El planeta se está sobrecalentando. En 2020 la temperatura media fue de 1,02ºC, la más elevada del período. Este calentamiento global ya muestra consecuencias, fusión de glaciares, elevación del nivel del mar y cambios climáticos de envergadura, con fenómenos extremos que dan cuenta de ello.

Este fenómeno se debe a las emisiones antrópicas de gases de efecto invernadero en la atmósfera, en particular, a partir de la Revolución Industrial. El principal de estos gases, el dióxido de carbono, procede en gran parte del sector energético, de hecho, los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, son responsables de más del 75% del total de emisiones de gases globales de efecto invernadero y cerca del 90% de todas las emisiones en dióxido de carbono.

Los países del mundo tomaron nota. En diciembre de 2015, a raíz de la COP21 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático N° 21) de París, se firmó un acuerdo internacional que establecía el objetivo de mantener, antes de finales de este siglo, el calentamiento global por debajo de 2 grados respecto a los niveles preindustriales y de ser posible limitarlo a 1,5 grados. En la COP26 de Glasgow, realizada en noviembre de 2021, se ratificó el compromiso de lograr la llamada Carbon Neutrality para 2050. Previo a eso, hay objetivos a cumplir para 2030.

Para lograrlo, se debe mutar de los combustibles fósiles hacia fuentes de energía alternativas que sean limpias, accesibles, asequibles, sostenibles y fiables. Esa transición energética es el camino que el mundo ya comenzó a andar, buscando un esquema energético de bajas emisiones o sin emisiones de carbono.

Argentina es responsable del 0,8% de las emisiones globales de gases invernadero.

Han existido otras transiciones en la historia. De la madera al carbón en el siglo XIX y del carbón al petróleo en el siglo XX, pero este nuevo desafío está urgido por la imperiosa necesidad de proteger el planeta y debe ser lo más rápido posible. Lograrlo, merced al desarrollo tecnológico, es más accesible. En sólo una década (2010-2019) los costos de las tecnologías renovables han bajado notablemente: 80% para la energía solar fotovoltaica y 60% para la eólica.

Todos ganan

Para que la protección de la Tierra sea efectiva, no se trata sólo del desarrollo de las energías limpias, sino que demanda un cambio de paradigma de todo el sistema. La descarbonización del planeta no sólo beneficia al clima, sino también a la economía y a la sociedad. La transición sólo se puede concretar de manera inclusiva y no dejar a nadie atrás.
Desde el punto de vista ambiental, las fuentes renovables y la movilidad eléctrica reducen la contaminación, mientras que las centrales de carbón pueden ser reconvertidas a una perspectiva de economía circular.

Se requieren energías limpias, accesibles, asequibles, sostenibles y fiables.

Apuntando a la sostenibilidad social, está comprobado que la transición energética generará nuevos empleos que podrán absorber las labores de aquellas personas que hoy se desempeñan en el sector termoeléctrico. Hasta la fecha han estado trabajando en esa área.

Pero además otorgan independencia energética a los países que la generan ya que pueden dejar de depender de importaciones, permitiendo una diversificación de sus economías.

Un largo proceso

Aunque el mundo definió el camino, el recorrido no es tan simple. La pandemia postergó muchos de los planes de transición, pero la sorpresiva guerra entre Rusia y Ucrania pegó el cachetazo que se necesitaba para volver a poner el pie en el acelerador hacia una transición energética sostenible. En 2022, los precios de la energía se dispararon y aunque en este 2023 los valores son más cercanos a la época preguerra, la conciencia de que se debe salir de la alta dependencia de los combustibles fósiles se hizo más clara.

En la actualidad hay países que están más avanzados que otros. Suecia, Noruega, Dinamarca, Suiza, Austria, Finlandia, Reino Unido y Nueva Zelanda van a la vanguardia. Argentina tiene el potencial para ser un país líder en esta transición. El país es responsable del 0,8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), lo que la ubica en el puesto 21 del ranking de emisiones a escala mundial, según el estudio de E3G, Energy & Climate Intelligence Unit (ECIU) y World Resources Institute (WRI).

Con una apuesta clara a las energías renovables en estos últimos años, la transición energética se asoma con fuerza en Argentina, profundizar este cambio de paradigma es el desafío.

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