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Por Jorge Cicuttin
La llegada de un “outsider” de la política como Javier Milei al poder obligó a todos los partidos a una suerte de reseteo. Le pasa al PRO, que pierde seguidores que se van a La Libertad Avanza y que intenta suturar una grieta entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Le pasa al peronismo, atomizado y en busca de liderazgos en medio de un retroceso del kirchnerismo. Y, sobre todo, lo sufre el radicalismo.
La Unión Cívica Radical, un partido centenario que tiene como frase de cabecera “que se rompa pero que no se doble”, que forma parte del testamento político del fundador del radicalismo, Leandro Alem.
La UCR en las últimas décadas se ha doblado, cambiado y se ha quebrado en distintas partes. Hoy aparece desorientada, dispersa, sin liderazgos reconocidos y un comportamiento legislativo sinuoso, cambiante y hasta oscuro. Con internas que no apuntan a distintas tendencias sino a caminos diametralmente opuestos.
“La interna solo llevó a que el partido no mida más de 3 puntos en el país”, acaba de decir a modo de queja el diputado radical Mariano Campero, uno de los que cambiaron su voto sobre el veto a la movilidad jubilatoria a pedido del gobierno de Milei. Que no dudó en sacarse una selfie sonriendo junto al presidente mientras gran parte de sus correligionarios lo tildaban de “traidor”.
El voto de algunos radicales a favor del veto de un proyecto que ellos mismos presentaron y defendieron un par de meses atrás no ha hecho más que potenciar y llevar a un punto crítico una lucha interna y un debate fuertísimo sobre qué camino debe seguir el radicalismo. La UCR corre el riesgo, cierto, de, como dijo Campero, “no medir más de 3 puntos” a nivel nacional.
¿Es el gobierno libertario el culpable de esta catástrofe radical? Pareciera que no. Al menos si uno revisa cómo le fue electoralmente a la UCR en la última década.
En 2015 se sumó al PRO y ganaron las elecciones presidenciales con Cambiemos. Pero Macri no los tuvo en cuenta a la hora de gobernar y de repartir ministerios. Los radicales que quejaron mucho.
A pesar del pataleo de los boinas blancas contra Macri, lo volvieron a acompañar electoralmente en 2019 con Juntos por el Cambio, pese a que tuvieron que soportar que eligiera al peronista Miguel Angel Picheto como compañero de fórmula.
En 2023 la UCR volvió a ser acompañante del PRO, pero esta vez le dieron la vicepresidencia en la fórmula que salió tercera en los comicios.
¿Ahora qué es el radicalismo? Se rompió Juntos por el Cambio, uno de ellos –Luis Petri– forma parte del gobierno, en el Congreso acompañan y difieren, se parten. No hay liderazgo y las encuestas muestran una caída fuertísima.
¿Hacia dónde ir? El quiebre por el apoyo al veto a las jubilaciones provoca pedidos de expulsión y un intento de contención sin ninguna certeza. Hay documentos cruzados y una reunión la próxima semana para encontrar una salida elegante.
Un sector fuerte, con Martín Lousteau a la cabeza, cree que si la UCR no toma distancia de los libertarios y sigue colaborando, terminará desapareciendo en las próximas elecciones. “Roma no paga traidores y tampoco los vota”, le advirtió en plena sesión a los radicales que apoyaron el veto Danya Tavela, cercana a Lousteau.
Un presente confuso y con pocos votos para el radicalismo. “Que se quiebre pero que no se doble”, había dicho Alem. Hoy se dobla y también se quiebra. ¿Cuánto podrá cambiar?
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