“Lo más grave no es lo que me pudo haber pasado a mí. Lo más grave fue haber roto un acuerdo social que había desde 1983. La recuperación de la democracia no fue solamente que podamos volver a votar y elegir autoridades, fue recuperar la vida y la racionalidad de que podamos discutir en política, peronistas, alfonsinistas, peronistas renovadores, peronistas tradicionales. Lo que pasó el otro día fue algo más, fue una ruptura de eso que tenemos que volver a construir urgentemente”.

Fueron las primeras palabras públicas de Cristina Fernández de Kirchner tras el intento de magnicidio. Lo hizo, nada casual, en un encuentro con curas villeros, mujeres religiosas y sacerdotes de Opción Por los Pobres. Allí, emocionada, agradeció “a Dios y a la Virgen” el seguir con vida, que la bala no haya sido disparada.

Milagro, suerte, impericia del atacante, cada uno puede encontrar la razón que desee, incluso están quienes directamente descreen del atentado. Pero Cristina fue más allá y planteó un problema más profundo: “La ruptura del pacto democrático”. Y esa es una sombra que nos acecha.

Una sombra que, como otras, nos parecía lejana. Los argentinos solemos ver situaciones de violencia extrema en otros países que nos conmocionan pero que a la vez suenan como algo que no nos va a tocar.

Las matanzas narco y la utilización de sicarios en Colombia y en México nos sorprendían en un tiempo. Pero hoy vivimos algo similar en Rosario y en zonas del Conurbano bonaerense. Eran problemas de otros, pero llegaron. Alguna vez comenzaron tenuemente y no se frenaron a tiempo.

“Guille” Cantero, jefe de Los Monos, un histórico de la violencia en Rosario

Hoy nos siguen estremeciendo las matanzas en Estados Unidos. Situaciones en las que unos jóvenes, que consumen y participan de páginas neonazis, violentas, racistas, llegan a una escuela o a un supermercado y asesinan disparando al azar. Nos aterran esos casos catapultados por el odio, el racismo y el antisemitismo.

¿El atentado contra Cristina Fernández es un caso que tiene similitudes con los mencionados de Estados Unidos? ¿Es una señal de alerta?

La llamada “banda de los copitos”, que participa y consume las páginas de estos grupos de ultraderecha como Revolución Federal y Nación de Despojados, tiene puntos en común con estos jóvenes norteamericanos que un día deciden pasar a la acción y salen a asesinar a partir del odio que consumen.

En este clima de odio no sorprende que un grupo de ultraderecha en La Plata le ponga sin ningún pudor a su “centro cultural” el nombre de Kyle Rittenhouse, el norteamericano que con su rifle semiautomático asesinó a dos manifestantes que participaban de una marcha contra el racismo. Es su héroe, su ejemplo a seguir y lo hacen público sin consecuencias.

Si estas cosas no nos alertan y nos dan miedo, estamos en problemas, serios problemas. Y esto representa un mayor peligro.
También vemos como en el exterior la extrema derecha se hace de gobiernos. Las elecciones recientes en Suecia, los anticipos sobre lo que ocurrirá en Italia confirman el crecimiento de fuerzas de ultraderecha en Europa.

Giorgia Meloni, la líder de ultraderecha italiana

Este atentado contra la vicepresidenta es un fuerte llamado de atención y merece un cambio en nuestra percepción de la realidad política. Hay una espiral del discurso del odio y de radicalización de la derecha. Estos grupos neonazis que inundan las redes de llamados a asesinar, de “meter bala”. Y da la impresión de que cualquiera puede pasar a la acción.

Esta alerta se da en momentos en que las miradas y las necesidades de millones de argentinos van por otros rumbos. La inflación que no se detiene, los salarios que pierden valor cada día, son preocupaciones que absorben y dificultan mirar más allá.

Muchos argentinos la están pasando mal, no llegan a fin de mes. Y no encuentran respuestas. Y su bronca puede desembocar en lugares impensados.

Pero preocuparse por los problemas económicos no significa dejar de mirar esta suerte de bisagra que se está viviendo en nuestro sistema político. Hay que estar alerta frente a estas sombras que en un tiempo parecían lejanas pero que están ahí nomás.

Esta “ruptura del pacto democrático” sobre la que advirtió Cristina Fernández no puede ser tomada a la ligera. Porque mientras con cierto alivio se percibe que nos estamos lentamente alejando del abismo del “dólar sin freno”, la violencia política es otro abismo al que hay que dar respuesta.

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