Por Emilio Balcarce

 

Mi primer libro de Mafalda llegó a mis manos cuando cursaba la secundaria, en mi adolescencia. Me lo prestó una compañera de colegio y me volví absolutamente fanático.

Empecé a comprar todos los libros que fueron saliendo, y a seguir a Quino, también con sus páginas de humor en la revista Gente. Y a comprar las recopilaciones de los mismos: A mí no me grite, Humano se nace, Yo que usted, Bien gracias, ¿y usted?, Que Mala es la gente, y tantos otros.

 

FOTO: ARCHIVO DIARIO CRÓNICA

Y se los pasé a mis amigos de entonces, que también se convirtieron en sus fieles seguidores. Incluso entre nosotros nos apodábamos como sus personajes. Estaba el amigo gallego, que era bruto como Manolito, estaba el depresivo que se convirtió en Felipe, la compañera que se quería casar, Susanita, etc. etc. Pero era Mafalda las que nos insuflaba su rebeldía, en plena dictadura militar. Y nos hacía ver el mundo con otros ojos, y nos hacia atrevernos a rechazarle la sopa a nuestros padres, a cuestionarlo todo. Hemos llorado de risa, literalmente, con sus chistes. Los repasábamos en nuestras reuniones de amigos.

Quino fue mi primer ídolo, uno de los que me impulsó a querer ser historietista. Pasó el tiempo y lo logré, pude venderle mi trabajo a Argentina y al mundo como Quino.

 

Los libros de Mafalda se fueron rompiendo y perdiendo en el camino, pero un jefe mío, en la ya desaparecida revista ESTO, Francisco Pancho Loiacono, me hizo un gran regalo: el integral con todos los capítulos de la genial nena, que aún conservo.

Año muy triste este. El coronavirus se llevo a mi gran amigo, un dibujante magistral como el mendocino Juan Gimenez. Y ahora se lleva a mi máximo ídolo historietístico, Joaquin Lavado, más conocido como Quino, a quien no tuve la suerte de conocer personalmente. Mafalda se quedó huérfana, pero su creador ya entro en la inmortalidad con sus libros, la única posible en este mundo que la nena tanto criticó.

 

FOTO: ARCHIVO DIARIO CRÓNICA

Todavía recuerdo su frase: “Sonamos muchachos. Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo que lo cambia a uno”. Bueno, a mi todavía no me cambio mi fanatismo por Quino. Ya me pongo a leerlo por centésima vez, es la mejor manera de homenajearlo.

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