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Por Jorge Cicuttin

Durante la campaña presidencial de 2016, Donald Trump popularizó el slogan “Make America Great Again” -traducible como “Has a Estados Unidos grande otra vez”-, abreviado como MAGA.

Javier Milei tomó la frase el jueves pasado al celebrar el anunciado acuerdo comercial con Estados Unidos. “Estamos comprometidos en hacer a la Argentina grande nuevamente”, dijo eufórico el libertario.

La idea fuerza de Trump que lo llevó a su segunda presidencia se entiende. Devolverle a Estados Unidos su lugar como primera potencia mundial, despejando la “amenaza china”. También protegiendo su economía, sus industrias y las fuentes de trabajo de los estadounidenses. Poner a los países europeos en un lugar secundario y dependiente de una OTAN manejada por Washington. Y, por supuesto, devolviendo a Centroamérica y Sudamérica el lugar de “patio trasero” que ocupó en gran parte del siglo pasado. El despliegue militar en el Caribe anticipa la intención de terminar con el chavismo en Venezuela -invadiendo, si es necesario-, sacar a la izquierda del poder en Colombia y evitar que China despliegue sus intereses en la región.

La idea de Milei sobre una Argentina grande no se entiende con tanta claridad. Por lo pronto, su grandeza quedará atada política y económicamente a los intereses de Estados Unidos.

Una suerte de MAGA local que hace recordar a las “relaciones carnales” con Washington desplegada durante el gobierno de Carlos Menem en los años 90.

Estas “relaciones carnales” -tal como las definió el entonces canciller Guido Di Tella-, fueron una política exterior definida por el estrecho alineamiento político y económico con Estados Unidos. Esta relación llegó al grado de intervenir en la Guerra del Golfo en 1991 y ser un Aliado Extra-OTAN en 1998. En la política económica, el gobierno menemista adoptó reformas de libre mercado, incluyendo la privatización de empresas estatales, que fueron apoyadas por Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial. Menem fue entonces calificado como un “líder de la región” por los presidentes estadounidenses como George H.W. Bush y Bill Clinton, quienes visitaron la Argentina.

¿Es lo mismo que ocurre hoy? Algunos observadores advierten que lo de Milei es más profundo que lo ocurrido en los 90.

En primer lugar, la ayuda económica vía el swap y la intervención en el mercado cambiario local que maneja según su criterio Scott Bessent fue fundamental para el triunfo electoral de LLA en las últimas elecciones. Ninguno de los presidentes norteamericanos de los 90 se animó a lanzar una advertencia a los argentinos como hizo Donald Trump, amenazando con quitar toda ayuda económica si Milei no ganaba los comicios.

Y cuando aún no está en claro a qué se compromete la Argentina para retribuir a este auxilio económico, llegó el anuncio de este principio de acuerdo comercial con Estados Unidos. Anunciado primero por la Casa Blanca, el acuerdo es, cuanto menos, asimétrico.

Los detalles se sabrán con el tiempo. Se pronostica que podrá ser firmado por Milei y Trump el mes que viene en Estados Unidos, posiblemente cuando se encuentren para el sorteo del próximo Mundial de fútbol que se desarrollará en el Norte. Para la mayoría de los temas no será necesario acordar en el Congreso, algo que tranquiliza a la Casa Rosada.

Este acuerdo fue anunciado el mismo día que los logrados con El Salvador, Guatemala y Ecuador. Países con gobiernos amigos de Trump, pero que a diferencia de la Argentina tienen economías sin base industrial.

El acuerdo mantiene una base que preocupa a muchos a nivel local, aunque no se animen a decirlo en voz alta. Por ejemplo, brinda a Washington la potestad de imponer restricciones si se “afecta la seguridad nacional”, un argumento con el cual Trump fundamenta parte central de sus prácticas proteccionistas. En este sentido, EE.UU. mantiene los aranceles generales que impuso este año y concede excepciones puntuales sobre bienes que no produce, mientras exige apertura profunda en sectores estratégicos.

Lo anunciado plantea muchos derechos para Estados Unidos y muchas obligaciones para Argentina, con un nivel de asimetría alto y de reciprocidad prácticamente inexistente.

A la espera de lo que finalmente se acuerde, queda en claro el lugar que Estados Unidos le otorga a la Argentina en su nueva estrategia sobre el “patio trasero” así como el lugar que acepta mantener el gobierno argentino en el plano internacional.

¿Es conveniente quedar tan pegado a la suerte de Donald Trump? Es que si bien su mandato dura hasta 2028, es decir todo lo que queda del mandato de Milei, el próximo año habrá elecciones intermedias en las que no está clara la suerte del Partido Republicano. Las elecciones del 4 de noviembre pasado, con triunfos de los demócratas en Virginia, New Jersey y Nueva York, y la aprobación en California de una reforma para redefinir los mapas electorales, enviaron un mensaje preocupante a Donald Trump y a su partido.

Milei decidió atar gran parte del futuro de su gobierno -y del país, por supuesto-, a las decisiones que se tomen en Washington. Un MAGA libertario complejo y de características extremas, en el que los argentinos seremos espectadores más que protagonistas.

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