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Un reglamento de carreras del año 1952 para los modelos Ford T fue organizada por el club Hispano Americano y contó con la reglamentación que llevaba adelante la Comisión Municipal de Automovilismo que presidía el doctor Adolfo “Pucho” Mallo y donde trabajaban otros como José Muñiz, Vito Pantín, Eusebio Ilhero Gonzalo Mendez , Herminio Debito y varios entusiastas de las competencias que formaban parte de esa Comisión creada al amparo de la Municipalidad de Río Gallegos.

La financiación y la puesta en escena corrió por cuenta del club Hispano en ésta ocasión pero no fue el único que organizó estas pruebas, dado que la Comisión municipal lo que hacía era solamente fiscalizar las carreras que llegaron a disputarse por las calles del pueblo de esos años.

En ésta ocasión el artículo primero de este reglamento dice que : la prueba será disputada sobre una pista de tierra de 2.200 metros de desarrollo con un recorrido de 30 vueltas, reservada para coches Ford modelo “T” semipreparados y en el artículo siguiente especifica que : en esta prueba podrán intervenir las máquinas que llenen los siguientes requisitos: para tapa de cilindros  se admite el rebaje y modificación interior, no así la exterior para diferencial interior libre, exterior original, permitiéndose únicamente modificar las puntas para lo colocación de frenos que serán hidráulicos mecánicos o al cardan, con caja de velocidades original de Ford “T” carrocerías tipo carrera con acompañante o monoplaza, escape prohibido terminantemente el uso de escape a tierra.

En el párrafo siguiente el reglamento especifica que : es obligatorio el uso de casco, antiparras protectoras y correa de seguridad en el capot u otro mecanismo que ofrezca la debida seguridad. Se deja claro que la autoridad no provera bajo ningún concepto el casco y las antiparras, estando dichos elementos a cargo del participante, en caso contrario no podrá largar.

El artículo 4 establece que : la numeración de los coches se hará por sorteo y el artículo 5 rescata que : el ordenamiento de largada se efectuará de acuerdo a la numeración obtenida en el sorteo y el que no se presente a la largada al ser llamado, perderá la colocación debiendo largar en el último lugar.

Este simpático reglamento establece también en una de sus partes que : se permitirá la ayuda mecánica o de terceros hasta unos 200 metros antes de la llegada y otras curiosidades que hoy no existen, pero que parece que en los años 50 eran prioritarias donde se especifica que pasa si se suspende la prueba, si es momentánea o si es definitiva y otros entremeses donde se especifica también que : toda reclamación deberá presentarse dentro de la hora subsiguiente al final de la prueba acompañando una suma de $50,. m/n como mínimo, o la suma que fije la comisión, lo que será devuelto en caso de que fuera favorable.

Sin lugar a dudas que era bastante precario el reglamento pero era lo que existía en la época y además se contaba con la posibilidad de correr dentro del pueblo donde la esquina de San Martín y Don Bosco fue por varios años un lugar emblemático para doblar en medio del público que se agolpaba en ese lugar frente al edifico del Juzgado Federal, transitando la Avenida San Martín en gran parte de su recorrido, dado que las travesías las mas largas iban hasta la actual Lero Rivera por la actual Avenida Gregores y luego “bajaban” por la Avenida San Martín hacia el centro del pueblo.

Historias que dejaron marcado el entusiasmo automovilístico que perduró con el tiempo en los habitantes de aquellos años y que hoy se recuerdan “los memoriosos” con especial cariño.

 

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