Frente a la parálisis de esta actividad por la pandemia, a partir del mes de marzo se vio seriamente afectada por no poder trabajar como feriante.

Con poco trabajo y sin festivales donde vender productos, todo empezó a empeorar; también debieron abandonar la casa que alquilaban y decidieron apelar a la solidaridad de la gente para terminar una mejora que tenían en un terreno. Durante este periodo el marido de Lilian quedó desempleado porque cerró el lugar donde trabajaba.

 

 

Y la mejor opción que vislumbraron en este camino fue reinventarse.

“En principio, las ventas meraron y nos vimos muy resentidos, pensábamos que podíamos salir adelante, nos costó mucho cubrir el alquiler”, contó.

Fue por esto que decidieron empezar con la venta de comida en la calle: tortillas, pan, para cubrir los gastos del día a día. “La mejora todavía no la pudimos terminar, hicimos mucho, pero todavía falta”. Ahora se encuentran habitando una casa de una familia amiga, que “es una pieza, pero es un techo”. Lilian ya empezó a participar en algunas ferias de artesanos que de a poco se empiezan a habilitar.

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