Se cumplía casi una década desde el día en que Boca y River se habían cruzado por última vez en una Copa Libertadores. El millonario venía de una racha ganadora en el torneo Clausura del 2000, en el que finalmente se consagró. Pero los enfrentamientos del certámen continental ameritan siempre párrafos aparte en la historia de los grandes.
Posiblemente, los duelos de aquella época serán recordados por siempre. Ambos planteles contaban con jugadores en un excelso nivel. A aquel inolvidable encuentro del 24 de mayo del 2000, Boca y River llegaban tras haber empatado 1 a 1 días atrás en una fecha del torneo local que terminó con dos expulsados.

Ese día, Martín Palermo no estuvo entre los titulares. En noviembre del año anterior, el Titán se había roto los ligamentos en un memorable encuentro ante Colón, en el que marcó un gol ya con la rodilla lesionada. Sin embargo, la rápida recuperación le permitió llegar justo a tiempo para ser convocado y mirar el encuentro desde el banco de suplentes.
Gol número 100 de Palermo. Se lo hizo a Colón con los ligamentos rotos.
“No hay problemas, si ellos ponen a Palermo, yo pongo a (Enzo) Francescoli”, dijo en broma Américo Rubén Gallego, en una conferencia de prensa brindada a horas del encuentro.
Américo Rubén Gallego – Ex DT de River
El clima de “guerra” se respiraba en las tribunas.Ya no había tiempo para chicanas. Cerca de las 10 de la noche, el pitazo marcó el inicio del enfrentamiento que selló el enamoramiento eterno entre los hinchas y el ídolo.
“El mejor caño de la historia” se lo hizo Juan Román a Mario Yepes en aquel inolvidable encuentro
Durante los primeros 45 minutos, el marcador se mantuvo en cero. Boca abrió la cuenta recién a los 14′ del segundo tiempo con un gol del Chelo Delgado, el del zapatazo de los tres dedos. Minutos más tarde, nacería el caño más espectacular de la historia del fútbol argentino. Acorralado contra la línea lateral, Juan Román Riquelme la pisó, miró por el retrovisor y de espaldas le pasó la pelota entre las piernas a Mario Yepes que iba embalado a marcarlo.
A los 30 minutos, con la venia del Virrey, Martín apoyó las manos sobre el banco de suplentes y se levantó de un impulso para precalentar. Las tribunas estallaron. “¡Palermo, Palermo, Palermo!”. Estaba sucediendo el milagro.
Seis minutos más tarde, el santiagueño Alfredo Moreno dejó la cancha y entró él. La emoción era inconmensurable. Boca le ganaba a River 1 a 0 faltando nada para el final. El ídolo ya vivía un regreso soñado.
A los 36′, sería Juan Román Riquelme el encargado de marcar el segundo y darle a los de la ribera el ticket de preembarque a la siguiente fase en la que se enfrentarían con el América de México.

El partido estaba casi terminado cuando cerca del área de River y con amplio dominio de la pelota Román encontró un espacio para darle un pase a Battaglia que a la carrera picó en profundidad, arrastró la marca y se la entregó a Martín que esperana agazapado en el área.
El pase fue impreciso. El Loco se dio vuelta para buscarlo y, en total e increible soledad, tardó varios segundos en tomar el control de la pelota. Cinco pasos ‘tardó’ hasta que finalmente se dio vuelta, la acomodó y le dio con la izquierda colocándola allá abajo, en el palo derecho de Roberto Bonano.
“El muletazo”
Pasaron 20 años del grito descontrolado, de la alegría desmedida de la hinchada de Boca que no podía creer la magnitud de la hazaña de Martín Palermo que, con extraña lentitud, despistó a la defensa de River para tirar “el muletazo” y clavar el tercero. “La bombonera se movía. Fue de película”, reveló años después.
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