Los caballos son mágicos. Ellos, y el vínculo que establecen con las personas. Es sabido que se usan en terapias para ayudar a personas con discapacidad física y emocional (equinoterapia), pero también en psico terapias asistidas con caballos y el coaching (incluso con empresas o, en algunos casos, hasta para evaluar el comportamiento de un futuro empleado). Y si bien en muchos campos (más en los patagónicos) se empezaron a usar las motos o los cuatriciclos en arreos y recorridas, esa conexión tan poderosa lleva a pensar que los caballos seguirán siendo, a través de las generaciones, un legado con enseñanzas de vida bien arraigadas.
En este contexto, vale destacar la participación de varias familias santacruceñas en la 32ª marcha organizada por la Asociación de Criadores de Caballos Criollos (ACCC), que este año tocó acá cerquita, en la provincia de Chubut (el año pasado había sido en Jujuy, antes en Buenos Aires, Neuquén, Salta buscando alternar regiones).
Este año, en el centenario de la Asociación, fue todo un récord con 320 participantes (280 montados, el resto de apoyo) que durante 5 días cabalgaron 8 horas por día (entre 35 y 40 km) mientras disfrutaban de la compañía de familiares y amigos, de paisajes increíbles y de la acogida por parte de los lugareños.
Un caballo, una historia
“Fue una marcha especial porque elegimos, para el centenario, volver a los orígenes, en la provincia de Chubut, donde el doctor Emilio Solanet (N de la R: veterinario, productor agropecuario, miembro fundador de la ACCC) volvió a rescatar los primeros criollos que fueron registrados”, contó Elena Cataldi Fleming, salteña, presidenta de la Comisión organizadora de la Marcha, que tiene una historia particular con los caballos.
Elena se crió entre ellos, pero creó la Fundación Equinoterapia del Azul cuando se dio cuenta de lo que los caballos podían generar en su propio hijo, “Panchi”, quien a los dos meses de vida tuvo un paro cardiorrespiratorio que generó algunas secuelas neurológicas. Los médicos pronosticaron que iba a estar complicado para caminar, pero recomendaron “ya que vos tenés los caballos aprovechá, subilo, que ande”. Hoy Panchi anda arriba y debajo de los caballos. Toda una enseñanza.

Participaron de la marcha jinetes de Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe, La Pampa, Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes, Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Tierra del Fuego, entre otras. “Cuando abrimos la inscripción el cupo se llenó en tres horas”, confesó Cataldi Fleming.
Y agregó: “Lo más lindo para mí, que vengo del norte, fue vivir la Patagonia en primera persona, nos tocó un clima duro, mucho frío y viento, pero nos sirvió para generar empatía y respeto hacia la gente que vive con esas condiciones climáticas tan duras, además, el recibimiento de la gente en estancias y poblados fue conmovedor”.
La marcha tuvo epicentro en el Departamento de Río Senguer. La posta inicial fue la Estancia “Media Luna”, de la familia Ayling, de allí fueron a “La Numancia” de la familia Pérez, luego durmieron en “El Frutillar” de los Acinas, pasaron por Aldea Beleiro, para terminar de nuevo en Media Luna. El año próximo la idea es hacerla en Córdoba.
Jinetes santacruceños
“Estamos felices de haber ido, fue nuestra primera marcha, pero seguramente no será la última”, contó a Santa Cruz Produce Cecilia Fernández Gotti, productora ovina, amante de los caballos, de Río Gallegos. Participó con su marido, Adrián, y tres de sus cuatro hijos: Josefina, Lola y Ceferino.
“Lo disfrutamos como familia, pero también con amigos que ya conocíamos y otros con los que hablábamos por redes sociales o grupos virtuales”. La productora destacó la organización y mencionó en particular una de las experiencias que dejó la cabalgata. Cecilia se emocionó “hasta la piel erizada” por el recibimiento en cada lugar, pero muy en especial, le pasó cuando entraron a Aldea Beleiro ¡Allí viven alrededor de 260 personas y llegaron 320! “No éramos conscientes de lo que significaba para ellos recibir tanta gente de a caballo”, recordó.
Todos destacan la rigurosidad del clima. Fueron días de viento, lluvia, frío pero también emociones, música, comidas, charlas, silencios. En las marchas todos colaboran, todos se ayudan. “El primer día fue duro, había que subir mucho, estuvimos a 1250 metros sobre el nivel del mar ¡ahí me acordé que tengo vértigo! (se ríe), no lo había pensado, pero fue fantástico, pudimos disfrutarlo todos, había niños, jóvenes, adultos, gente mayor, excelente”, relató Fernández Gotti, y cerró: “La recomiendo totalmente, es una experiencia que hay que vivir para entenderla”.
Otra de las familias que fue son los Ajís. Fernando, su mujer Alejandra Harris y su hija Azul Ajís. Productores ovinos, con campos ubicados camino a El Calafate. “Yo empecé a involucrarme con los Criollos hace 10 años, cuando empezamos a hacer apartes camperos en la zona, también con la familia Tejedor, y esta marcha nos sirvió para volver a andar a caballo en realidad, hace un tiempo empezamos a usar motos y cuatris, pero yo quiero que mis hijas no pierdan al caballo, por eso, nos sumamos y la verdad que fue una hermosa experiencia”, expuso Ajís.
El productor santacruceño contó que eran 16-17, varias familias de Santa Cruz. Y repasó: además de los Tejedor estaba Rubén Schillagui, de San Julián; Sofía Ruth, Federico Rodríguez, Jorge Mayeste y Enrique Jamieson, entre otros. “Fue una experiencia hermosa, recorriendo lugares tremendos que, si no te subís al caballo no podés llegar, conviviendo con gente de todo el país con la misma locura que tiene uno con el caballo”, relató.
“Había noches que los caballos andaban por entre las carpas, son experiencias hermosas para nosotros, que nos criamos entre caballos, y para los más chicos”, compartió Ajís. Por eso, apuntó: “La marcha la recomiendo al 100 por ciento, algunas nos quedan muy al norte, esta fue cerca, pero en mi familia quedamos todos muy enganchados para hacerla de nuevo”.
Bondades del Criollo
“Los caballos son magníficos y el Criollo en particular tiene una adaptabilidad a los terrenos y climas impresionante, se notó en la marcha, el primer día a algunos que venían de otras zonas les costó, pero se acomodaron rápido”, contó Fernández Gotti.
“El Criollo sin dudas es el caballo argentino por excelencia, es muy versátil, en el campo es ideal para trabajar por su nobleza, docilidad, rusticidad, es muy adaptable, mediano de tamaño, pero fuerte, creo ayudó su selección con el clima y el tipo de pasto, de raíces patagónicas, que ha hecho que sea un animal rústico que se adapta a cualquier clima y territorio”, opinó Cataldi Fleming. Y agregó: “Por todo esto es que los elegimos mucho en equinoterapia también, pero la característica más importante son la nobleza, docilidad e inteligencia que tienen”.
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