Durante octubre, mes de la Sensibilización del Cáncer de Mama, La Opinión Austral lleva adelante una campaña en conjunto con Guerreras Rosa del Viento de Río Gallegos.
Bajo el lema “Vencer el cáncer es posible, prevenirlo es mucho mejor”, LOA Contenidos entrevistó a cuatro sobrevivientes del cáncer de mama que integran el grupo que practica remo en bote dragón, una actividad para aminorar los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos y, a su vez, un espacio de contención.
A través de sus historias y sus experiencias, se busca sensibilizar a vecinas y vecinos sobre la enfermedad que, detectada a tiempo, puede tener cura.
En esta última entrega, Irma Montiel de 43 años recuerda cómo recibió el diagnóstico hace ya ocho años atrás.
“Me detectaron cáncer cuando tenía 35 años, pensé que nunca me iba a pasar a mí porque soy una persona que le encanta el deporte, siempre me dediqué a practicarlo”, señala.
“Me fui a hacer los estudios pensando que tenía un golpe. Me dejé estar hasta encontrar un médico con el que tuviera confianza. Me dijeron que no era nada bueno lo que tenía, eso me bloqueó mucho. Me hicieron una punción, tenía cáncer en grado 3”, recuerda.
Irma tenía 35 años cuando le diagnosticaron cáncer de mama de grado 3
“Mi doctora me dijo que me tenía que operar rápido si quería ver crecer a mis hijos, de eso no me olvido más. En ese tiempo mi nena iba al jardín. Salí del consultorio de mi doctora, estaba shockeada, lloré, no sabía qué hacer, lo primero que hice fue llamar a mis padres. Sentí que me moría, el mundo se me vino abajo. Pensaba en mis hijos: Si yo no estuviese, ¿con quién dejaba a mis hijos?, le comenté a mi marido, me enojé con la vida, con el mundo, con todos. Me costó mucho, no fue fácil”, reconoce.
Tras la cirugía, Irma debía realizar tratamiento de radioterapia, pero tras la consulta con una oncóloga le indicaron que lo más adecuado serían sesiones de quimioterapia.
“No estaba preparada para que se me cayera el pelo, me largué a llorar, pero siempre demostraba a mis hijos y a mis padres que era fuerte. No quería que ellos sufrieran por mí, que me tuvieran lástima”, cuenta.
Vivir con la enfermedad
Para Irma, la practica deportiva fue esencial. “Nunca me dejé estar porque es un cable a tierra para mí”, señala.
En cuanto al cáncer, sostiene que “aprendí a vivir con esta enfermedad, el cáncer para mí es mi amigo porque tengo que convivir con él, acá estoy con mis 43 años”.
Me enojé con la vida, con el mundo, con todos. Me costó mucho
“Hay que hacer los controles y no dejarse estar”, remarca la deportista.
Tras su diagnóstico y tratamiento, manifiesta: “Te cambia la vida. Ya no soy la misma persona que era antes, a la vida la ves de otra manera, hay que vivirla, vivo cada día sin preocuparme, disfruto más de mis hijos. Doy gracias a Dios que me dio la oportunidad de volver a vivir, volví a nacer, disfruto del día, de salir a correr, navegar, encontrarme con mis compañeras. Aprendí que no te llevás nada”.
Cerrando, aconseja, especialmente a las jóvenes: “Háganse los controles, no se hagan esperar, tengan su médico de cabecera. A mí el cáncer me agarró muy joven y no pensé que me iba a tocar”.
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