Mi primer encuentro con Juan González se dio en los vestuarios de Güemes. Me había sumado al equipo de la Primera y jugamos un amistoso antes del inicio de la Liga de los Barrios. Luego del partido, fuimos con el equipo y los dirigentes a la sede.
Estaba sentado en un banco, algo tímido porque no conocía a mucha gente, se acercó y empezamos a hablar de fútbol.
Boxing jugaba el Federal B y no se le venían dando los resultados. Me dijo que él iba a hacer la transmisión para una radio y me preguntó cómo veía el partido que se iba a jugar al otro día.
– Acordate que hace un gol Germán Villarino -le dije-.
– Mañana te busco después del partido y vemos -me respondió-. Villarino no hizo un gol, pero un remate de media distancia suyo pasó al lado del ángulo derecho del arquero contrario. Cuando terminó el encuentro, nos cruzamos y me recordó nuestro diálogo de la tarde anterior. “Tenías razón. Villarino fue uno de los mejores y casi hace un golazo”, dijo mientras reía.
Fue una de las pocas veces que lo vi. Pero esos diálogos de fútbol describían a un tipo apasionado por el deporte local y que le daba una constante difusión.
El adiós
En la fría y gris mañana del martes, una caravana de autos se deslizó lentamente desde Radio San Diego -él era el dueño- hasta la cancha Enrique Pino, uno de sus lugares preferidos y más frecuentados de la ciudad.
Primero llegó un auto rojo, con una corona detrás, que decía “La voz del pueblo, Juan González”. Luego el resto.
A medida que estacionaron, las personas se bajaban y se acomodaban en el ingreso a la cancha. El silencio y la angustia ambientaban el adiós.
La familia, los amigos y el ambiente del deporte fueron a la caravana de despedida de González. (FOTO: JOSÉ SILVA)
Ginesa, su hija, abrió la triste despedida. “Agradezco a todos por acompañar. Este momento es durísimo y es terrible no poder abrazarse, pero hay que cuidarse. Una manera de conmemorar y despedir a Juan era por lo menos hacer una caravana por la ciudad”, comenzó.
“Yo -siguió Ginesa mientras las lágrimas caían de su rostro- pensaba que hay circuitos que uno repite en la vida, que no tiene que repetir, pero otros sí, porque algunos dan amor, dan alegría. El circuito de la casa a la cancha era el que repetía con amor, con pasión, con alegría, con entusiasmo. A pesar del clima frío, con nieve, para él el clima más que hostil era desafiante porque no se quejaba de eso”.
Ginesa, su hija, y Fabián González, su hermano, en la despedida. (FOTO: JOSÉ SILVA)
Recordó que Juan era un apasionado de la vida, una persona llena de vida, muy alegre y muy solidaria.
Luego Fabián, su hermano, dijo unas palabras. “Quería agradecer a todos. Fue infinita la cantidad de mensajes y de llamados que recibimos. La clase política debería reflexionar ante este tipo de situaciones porque nos están robando todo. La vida de nuestros seres queridos y no poder acompañarlos como se merecen”, concluyó.
Los aplausos de los presentes se sostuvieron durante unos minutos y se oyeron fuertemente. Juan tenía 60 años y transmitía el deporte de la ciudad. El Covid-19 se lo llevó.
El pequeño lugar de transmisiones que tiene la Enrique Pino en el angosto balcón y las cabinas blancas, de metal, que estaban ubicadas en el Boxing, no oirán más la voz del pueblo.
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