A esta altura de los acontecimientos, parece más que evidente que una parte de la sociedad eligió arriesgar su salud y la de los suyos, por sobre cuidarse del contagio de coronavirus. Por mucho que cueste entenderlo, ese riesgo no es asumido como tal, sino más bien, asentado en la noción de que “a mí no me va a pasar”.

Esto ya ocurrió en otras épocas. En la década de los 90, surgieron una serie de campañas publicitarias de shock, entre ellas las de la asociación civil “Luchemos por la Vida”. Los accidentes no eran producto de una “desgracia” o de la “mala suerte”. Un padre, una madre, un hijo, podían volar por los aires y frustrar una o varias vidas en un instante.

La campaña de prevención del HIV aún es recordada por aquellos que atraviesan los 40 años en adelante. Una serie de camas de un hospital y la demoledora frase “ahora están tocando a mi puerta”. Y más acá, las fotografías en los paquetes de cigarrillos con los cánceres que genera fumar.

¿La gente dejó de fumar? ¿Se cuida más al tener relaciones sexuales? ¿Saca el pie del acelerador? Seguramente que con el paso de los años, algún tipo de efecto han tenido. En el caso del Covid, no puede decir que no se ha mostrado los severos daños que puede producir.

En estos seis meses de pandemia, hemos consumido todo tipo de noticias relacionado al coronavirus. Las primeras imágenes nos llegaban de China, después de España e Italia y EEUU; la gente muriendo en las calles de Ecuador o pidiendo desesperadamente un respirador en Bolivia.


Entonces ¿Qué nos pasa? ¿Por qué parece que no entendemos los riesgos de quedar expuestos al Covid 19? La semana pasada, el sociólogo Daniel Feierstein, investigador del Conicet, afirmó que la “respuesta no es médica sino sociológica”, y aclaró sostuvo que aparecen dos importantes sistemas de defensa psíquica que operan a nivel colectivo: “la negación y la proyección”.

En la red social Twitter, expresó que “lo más regular que se puede encontrar es precisamente que la acción humana en esos casos tiende a la negación y a la proyección. Nadie quiere aceptar la posibilidad de su muerte o la de sus seres queridos”.

También esta semana, la referente de la Secretaría de Estado de Medios de la provincia, Valeria Di Crocce, indicó a La Opinión Austral que “no hay forma de comunicar que te cuides si no asumís el riesgo que corrés”.

Desde el propio Multimedios La Opinión se ha mostrado crudamente lo que ocurre en el Hospital Regional de Río Gallegos, el agotamiento del personal de la salud: “no damos más”, reiteraron varias veces en el último mes.

Con una cama vacía, dejada por un paciente que acababa de fallecer, graficamos en la portada del diario lo que ocurre con los hasta el momento- 40 riogalleguenses que dejaron su último aliento en la sala de Terapia Intensiva del HRRG.

Y también comentamos que la muerte por Covid no es parecida a nada de lo que conocemos; que la muerte por este virus se da en la más absoluta y aterradora soledad. Sin nadie que nos sostenga la mano, nos dé un beso en la frente. También que nuestros adultos mayores son los que más riesgo corren en esta pandemia.

En primera plana apareció Lionel, el paciente más joven con Covid, tan sólo dos meses; porque a los niños también les puede pasar. Desde que comenzó la pandemia, 300 son los niños contagiados en Santa Cruz. Nadie se salva del virus.

Si no tomamos conciencia que a todos nos puede tocar, que ponemos en riesgo a nuestros seres queridos, la pandemia recargará al sistema de salud pública hasta colapsarlo, y se cobrará mucho más vidas de las que hoy ya lamentamos.

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