La historia de Kevin Alvarado, de 27 años, comienza con su abuela, que era muy devota al Gauchito Gil, algo que se trasladó también a su hermana.

Contó a La Opinión Austral que en su caso tuvo problemas de adicciones, de los cuales derivó un problema en el corazón.

 

“A raíz de eso, me aferré mucho no a la religión en sí, sino a creer en estos santos paganos”, describió. Hizo una promesa cuando se curó y cada vez que puede, lo va a visitar al santuario.
“En un momento que toqué fondo, prometí dejar muchas cosas para yo estar bien y la verdad es que no sé si es la fe o que, pero uno siente que se cumple”, relató.

 

Para él, a su joven edad, el Gauchito Gil es simplemente eso: “Aferrarme a esa devoción cuando estoy muy mal. Veo que me saca de mis problemas, me ayuda muchísimo, es una buena contención”, sostuvo.

 

Kevin señaló que en muchas oportunidades hay situaciones que no pueden hablarse con la familia, entonces acude a los santos.
“Tuve momentos delicados en mi vida donde no encontraba escapatoria, no era algo que podía ayudarme mi familia, entonces me volqué por ahí y nunca me soltó la mano”, explicó el joven devoto.
Incluso describió que lo defiende si alguien le dice cosas: “Porque yo comprobé que sí se cumple, cuando uno tiene mucha fe”.
Tal es así que el Gauchito Gil lo acompaña adonde va, todos los días de su vida, desde que se lo tatuó en su brazo izquierdo.
A él le agradece siempre, cada vez que tiene que presentarse a un show, ya que es músico, cuando River juega algún partido importante o en cada cosa importante que le sucede a su familia. “Siempre le agradezco”, describió.

 

Para Kevin, el Gauchito “es más del barrio, de la gente que tiene obstáculos y todo le cuesta el doble, de gente laburadora”
Creo que esas personas que se esfuerzan y se rompen el lomo son quienes lo buscan y quienes sufren sin hablar”, concluyó.

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