Su último capítulo acaba de ser escrito por el papa Francisco, que convirtió en santos a los hermanos Jacinta y Franciso Martos, quienes, junto a su prima Lucía, recibieron las revelaciones divinas.
La vida de Jacinta (6 años), Francisco (9) y Lucía (10) se transformó en 1916 cuando pastoreaban ovejas en Cova de Iría, un poblado de Portugal, cuando se les apareció un ángel. Era el enviado para prepararlos.
Al año siguiente, el 13 de mayo, la madre de Jesús se les apareció. “Brillaba más que el sol”, contó Lucía. Estaba vestida de blanco y cubierta por un manto con bordes dorados. La Virgen les pidió que durante los siguientes cinco meses, el día 13, visitaran al mismo lugar. Entonces, comenzaron las revelaciones que cambiaron a los niños para siempre.
La primera visión que les mostró la Virgen fue la del infierno, un mar de fuego habitado por demonios y almas de seres humanos. Una imagen espantosa, durísima para ellos, pero aliviada por la promesa divina de que nunca lo padecerían, pues irían al cielo.
En la segunda revelación, la Virgen les comunicó que la Primera Guerra Mundial estaba por acabarse, como ocurrió dos años después, y que se avecinaba una nueva gran guerra. Además, contó Lucía, la madre de Dios predijo el crecimiento del poder de Rusia en todo el globo, “promoviendo guerras y persecuciones a la iglesia”.
El último secreto solo fue revelado por el papa Juan Pablo II en el año 2000. En el relato de Lucía, la Virgen les mostró a un pontífice y a otros miembros de la Iglesia siendo asesinados por soldados que les disparaban balas y flechas.
Cuando los niños contaron en el pueblo sus encuentros con la Virgen, nadie, a excepción de los padres de Jacinta y Francisco, creyó en sus relatos.
Pero la historia se extendió y cobró fuerza hasta el punto que el alcalde de Vila Nova de Ourém los secuestró y los maltrató para que les contara los mensajes recibidos.
Después de las apariciones, los pequeños se dedicaron a las prácticas de fe. Quince años después, los restos de Lucía fueron exhumados para trasladar su cuerpo a Fátima.
La sorpresa en ese proceso fue que el cuerpo de la pequeña estaba incorrupto, como si hubiese acabado de morir.
El 13 de mayo de 2000, el papa Juan Pablo II beatificó a los hermanos y el 13 de febrero de 2005, Lucía dos Santos, la depositaria de los secretos de la Virgen de Fátima, murió, cuando tenía 97 años.
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