*Por Mario Alejandro Scholz / Analista de Política Internacional

 

Luego de haber llegado a un piso en la última elección en Cataluña (Catalunya en su idioma) el Partido Socialista de España, que adopta en esta autonomía la sigla PSC (incorporando el concepto regional), se ha recuperado en la apreciación de los electores, muy particularmente en la propia Barcelona, gracias al liderazgo de su líder actual el catalán Salvador Illa.

 

Salvador Illa, candidato a la presidencia de la Generalitat

 

Liderar las encuestas no significa en un contexto de múltiple reparto del voto entre fuerzas algunas de alcance nacional y otras solo locales, ganar las elecciones y menos todavía, en caso de ser el partido más votado, poder formar gobierno. De hecho, en la anterior elección de 2017 la sorpresa estuvo a cargo de Ciudadanos que fue el partido más votado, pero que no pudo armar una coalición que le permitiera sumar otros escaños a los propios (que resultaron menos de 30) y así llegar a la mayoría de 68 necesaria para el logro de la Generalitat.

 

En cambio, superando disidencias de enfoque y de posicionamientos ideológicos para unir derechas e izquierdas, los separatistas sí lograron esa mayoría para conformar un gobierno inestable y de escasa raigambre popular, a pesar de la fuerza del concepto que los une.

 

Desde fuera y a la distancia el separatismo parece una convocatoria nostálgica y sin mayor destino, aunque seguramente los catalanes mantienen otra visión sobre esa cuestión.

 

No obstante, la propia “grieta” catalana es tal que es difícil afirmar que el grupo separatista sea efectivamente mayoría, máxime con la experiencia reciente de no encontrar una salida viable.

 

Del otro lado, pareciera que sí existe algo así como un sentimiento mayoritario catalán respecto de una injusta distribución de las cargas y los recursos a nivel nacional, lo cual implicaría una revisión de criterios fiscales y de potestades autonómicas, pero no ya una separación del reino.

Este mayor sentido común y el nuevo liderazgo regional encontrado por el Partido Socialista Catalán (PSC) explicaría su reencuentro con el electorado, o con una buena porción del mismo, para recuperar de a poco el terreno perdido.

 

Es más que difícil que aún ganando la elección el PSC pueda romper el bloque separatista, al punto de conformar una coalición con algunos de sus miembros, aunque el nuevo líder socialista Salvador Illa ha exhibido una notable capacidad para armonizar posiciones y concretar acuerdos impensados. Igualmente recuperar posiciones relativas en esta convulsionada Cataluña es de por sí un gran mérito para uno de los grandes partidos políticos tradicionales de España, miembro pleno de la Internacional Socialista.

 

A favor podría contar, si finalmente es el PSC el partido más votado, además del liderazgo de Salvador Illa y su capacidad de hábil negociador, la ya existente alianza de Podemos a nivel nacional, que podría restar fuerza a la izquierda del separatismo más acérrimo. A ello cabría sumar el antecedente de la coalición liderada por el socialista Pasqual Maragall en 2003, con apoyo de partidos de izquierda, que así pudo llegar a la Generalitat.

 

Un nuevo liderazgo

Al igual que en otras elecciones a lo largo y ancho del planeta, la que este domingo se realizará en Cataluña no deja de estar bajo el influjo de la crisis general desatada por la pandemia del Covid-19 y junto con esa crisis juega también la evaluación ciudadana sobre su administración y sobre aquéllos que más pesaron en esa gestión ante la opinión pública.

 

Y no en vano surgió la figura de Salvador Illa como ministro de Sanidad, siendo una personalidad no conectada antes con el mundo de la salud, dada su condición de Dr. en Filosofía. Y a pesar del dicho popular de que el Jefe de Gobierno nombra al ministro de sanidad y una crisis sanitaria lo depone, en este caso su brillante gestión lo ha elevado a Jefe de Gabinete del hasta ayer quinto partido político de Cataluña y ahora candidato a la Generalitat.

Es un hombre alabado por todas las corrientes políticas, que lo consideran fiable  y negociador sincero, por lo tanto un hombre que respeta a sus adversarios a los que entonces puede llegar a convertir en amigos.

 

Tiene por ende la talla del estadista, es decir que se lo aprecia como firme institucionalista, administrador eficaz y honrado, pero a la vez hábil político, que sabe inspirar confianza en propios y extraños. Hombre muy ligado al presidente (PedroSánchez, no es ajeno a las tradiciones de España como católico practicante y respetuoso de la Constitución y por lo tanto de la unidad de todas las autonomías bajo una misma bandera.

 

Quizás entonces la nueva política y el recupero de la mejores prácticas de los partidos políticos para representar de mejor manera a los ciudadanos, requieren personas íntegras e inteligentes antes que audacias y saltos al vacío.

 

No es lo más probable que Illa llegue en esta elección a la Generalitat, pero de darse esa alternativa, será seguramente bienvenida.

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