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La historia de Pablo Bonina, el jugador de Ferroviario de Puerto Deseado que enfrenta una leucemia, sumó en las últimas semanas un capítulo decisivo: la confirmación del trasplante de médula ósea en Buenos Aires, con donante familiar compatible. Ese donante es su hermano menor, Ulises, de 13 años, que aceptó el desafío incluso antes de conocer el resultado de los estudios. “Yo ya le había dicho a Pablo que si es por él, yo lo hago. No me importa cuál sea el procedimiento”, explicó el adolescente en diálogo con La Opinión Austral.

La familia Bonina vive por estas horas entre valijas, controles médicos y llamados desde la capital del país. Pablo ya se encuentra en Buenos Aires desde el jueves por la mañana, acompañado por su mamá, Carol Salcedo. Allí los médicos realizan los estudios previos que definirán la fecha exacta del trasplante. Una vez que estén todos los resultados, estimados para el lunes o martes, podrán viajar su papá y Ulises para completar el procedimiento. En medio de esa espera cargada de ansiedad, el hermano menor habló por primera vez de lo que significa ser quien aporte la médula.

Carol junto a Pablo el día que arrancó el tratamiento en Comodoro.

El momento que me dijeron que era compatible con Pablo fue un momento emocionante, porque yo ya sabía que si yo o mi hermana no éramos compatibles, nos iban a mandar a una lista de espera y iba a ser muy, muy complicado que consiguieran un donador”, relató Ulises. Detrás de esa frase se lee el peso de la responsabilidad, pero también la madurez con la que el chico procesó la noticia.

Su decisión, sin embargo, estaba tomada desde mucho antes. “Desde antes de que estén los resultados, yo ya le había dicho a Pablo que sí. Le dije: ‘Pablo, si es por vos yo lo hago. No me importa cuál sea el procedimiento’. Desde el primer momento que me hicieron el análisis, yo ya tenía la decisión tomada y era un sí”, recordó. No hubo dudas ni titubeos: para él, ser compatible fue casi una confirmación de algo que ya sentía decidido.

Cuando los médicos le explicaron que, gracias a esa compatibilidad, su hermano podría avanzar al trasplante, el adolescente lo vivió con una mezcla de alivio y responsabilidad. “Lo primero que pensé fue que gracias a mí iba a poder salvar a mi hermano, porque sabía muy bien en las condiciones que se encontraba él”, contó. Su frase condensa un deseo profundo que toda la familia comparte: que el trasplante sea el paso final hacia la recuperación de Pablo.

La relación entre los hermanos, marcada por el fútbol y el humor cotidiano, también se reacomodó a este tiempo de hospitales y viajes. Ulises admitió que intenta no cargar a Pablo con conversaciones demasiado duras sobre la enfermedad. “Más que nada yo con Pablo no toco temas muy delicados, por así decirlo. Pero por ahí le digo: ‘Pablo, vamos a ir a conocer el Monumental’, o cosas así”, comentó. La cancha de River, club del que ambos son hinchas, aparece como un horizonte compartido, una especie de promesa que los ayuda a mirar más allá de los pasillos de clínica.

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Cuando se le pregunta qué es lo primero que le gustaría hacer con su hermano cuando lo vea bien y recuperado, el chico no duda: “Lo que me gustaría hacer es ir al Monumental con él y compartir minutos en la cancha Ferro”. En esa respuesta se mezclan las dos pasiones de la familia: el amor por el club de barrio que los vio crecer y la admiración por uno de los estadios más emblemáticos del fútbol argentino.

En el día a día, Ulises define a Pablo como un hermano “muy gracioso”. “Nosotros somos de llevarnos muy bien, así que siempre hacemos chistes o por ahí nos reímos siempre juntos”, describió. La complicidad entre ambos se sostuvo incluso en los momentos más complejos del tratamiento, cuando las internaciones en Comodoro Rivadavia se volvieron frecuentes y duraderas.

Las repercusiones por la confirmación de que será el donante no tardaron en llegar. Según contó Carol Salcedo, en los últimos días Ulises empezó a recibir mensajes de amigos, compañeros de la escuela y del fútbol, además de conocidos de la familia, que lo felicitaban y lo alentaban. El propio chico le comentó a su mamá, sorprendido, la cantidad de saludos que le llegaban al celular. Para él, todo ese reconocimiento funciona como acompañamiento en un proceso cargado de incertidumbre.

La madre también recordó que, desde que se iniciaron las campañas para conseguir sangre para Pablo, Ulises se mostró muy comprometido con la causa, compartiendo los pedidos y preguntando si él mismo podía donar. Aunque por su edad aún no puede hacerlo, se convirtió en uno de los primeros en difundir los llamados a la comunidad cada vez que el hospital lo necesitó. Carol explicó que, como se trata del hijo menor, intentó protegerlo de algunos detalles para que “no se maquinara tanto la cabeza”, pero reconoció que el chico “siempre estuvo al pie del cañón con su hermano”.

Mientras tanto, en Buenos Aires, Pablo continúa con los estudios preparatorios. Cuando los médicos den el visto bueno, se pondrá en marcha la segunda etapa del viaje: el traslado de Ulises y su papá para concretar el trasplante en el centro especializado. Será el momento en que todas las piezas de esta historia —los meses de tratamiento, las campañas de donación de sangre, la solidaridad de Puerto Deseado, el trabajo del equipo médico— confluyan en un mismo objetivo.

La historia de los hermanos Bonina habla de enfermedad, hospitales y burocracias, pero sobre todo de la potencia de los vínculos familiares y comunitarios. En un contexto donde las cifras de donación de médula aún son un desafío en la Argentina, la decisión de un chico de 13 años que dice “sí” sin dudar cuando se trata de su hermano mayor se convierte en un ejemplo silencioso, lejos de los reflectores, pero profundamente elocuente.

Cuando Ulises imagina el futuro, no lo hace desde la solemnidad, sino desde la vida cotidiana que extraña: el viaje al Monumental, la pelota rodando en la cancha de Ferroviario Deseadense, las bromas en casa. Si todo sale como esperan, esas escenas pueden dejar de ser un sueño para convertirse en una nueva rutina.

Hasta entonces, la familia Bonina seguirá entre estudios, aviones sanitarios y rifas para costear gastos, sostenida por la fe y por una red de afectos que no dejó de acompañarlos. En el centro de esa trama aparece un gesto simple y enorme a la vez: el de un hermano menor que se ofrece entero para darle a Pablo la oportunidad de seguir jugando el partido más importante de su vida.

EN ESTA NOTA Con Firma Pablo Bonina

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