La pastilla del “Búho Amarillo” llegó a Buenos Aires en septiembre del año pasado. Los consumidores en el circuito de las fiestas electrónicas hablaban de su efecto rápido, de que había que consumirla de a poco. Un consumidor en un testimonio online aseguró “no sentir la cara” luego de medio comprimido en el cuerpo.
Diversas organizaciones en países como Austria y Suiza dedicadas a la reducción de daños por consumo de drogas comenzaron a realizar evaluaciones de potencia narcótica sobre la familia de pastillas del “Búho Amarillo”, con colores como el naranja o el rosa además del amarillo. En todos los casos encontraron un dosaje sumamente alto de MDMA, el principio activo del éxtasis: más de 250 miligramos, más del doble de los 120 que puede soportar un adulto promedio.
Las pastillas de alto poder suelen tener una particularidad, una ranura que invita al usuario a partirla. Los búhos, en cambio, no la tienen. Organizaciones como The Loop y MDA Basecamp en el Reino Unido y Austria ya emitieron alertas a consumidores que las adquieren para que sepan lo que les espera.
Lo cierto es que el éxtasis de alto poder ya es una realidad en la Argentina. Muestras de más de 200 miligramos de MDMA comenzaron a aparecer con fuerza en los últimos dos años en diversos operativos. Según el último relevo de la SEDRONAR, el consumo de éxtasis aumentó un 200% en menores en la última década.
En 2018 se secuestraron 56.350 pastillas de éxtasis en el país en procedimientos de fuerzas de seguridad, de acuerdo a datos de la Subsecretaría de Lucha contra el Narcotráfico que lideró de Martín Verrier, que dependía de la secretaría de Seguridad. El 43% venía de Alemania, el principal proveedor del mercado argentino, y otro 34% de Bélgica.
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