El caso del joven de 22 años que operaba en un delivery clandestino en la calle Piloto Muñiz de la ciudad capital alarmó nuevamente a las autoridades sobre la venta informal de bebidas alcohólicas y cómo operan para no ser detectados, ni por la Policía, ni por Comercio Municipal.
El alcohol, antes de la cuarentena, se podía vender hasta la 00:00 hora. El confinamiento obligatorio para evitar la propagación del coronavirus y su cepa COVID-19 hizo que esta hora final fuera trasladada a las 20:00, cuando cierran todos los comercios.
Desde el comienzo de la pandemia, se han hecho estudios que marcan que el consumo de alcohol en la población aislada aumentó un 25 por ciento. Por esto, algunas personas que creen estar por fuera de la ley, se las han rebuscado para vender bebidas alcohólicas más allá del horario permitido y a precios carísimos, aprovechando la situación.
En algunos casos, los comerciantes ilegales cuentan hasta con Mercado Pago
Pero, ¿cómo operan los “emprendedores” para no ser detectados por las autoridades? Aunque ellos no lo crean o no lo sepan, la verdad es que todos saben el número de un clandestino o un kiosco que vende alcohol infringiendo las normas. Incluso la Policía y entes judiciales.
El caso del muchacho del clandestino era conocido. Inspectores de Comercio que trabajan en el área desde hace tiempo indicaron a La Opinión Austral que, en su oportunidad, “estuvimos detrás de él hace unos años, esperando que pisara el palito”.
Diversas fuentes consultadas por este medio, entre inspectores y efectivos policiales, indicaron que hay tres tipos de vendedores de alcohol informales, es decir, clandestinos que “trabajan” en Río Gallegos.
El primero de ellos, quizá el más común y conocido, es del kiosco que está abierto las 24 horas y que, una vez que se cumple el horario, continúa vendido alcohol como si nada pasara. Este es el caso de un conocido kiosco del barrio Del Carmen que hace unos años dejó de ser clandestino, luego que un chico fuera agredido en las inmediaciones durante una madrugada.
“Hace años lo seguíamos, estábamos esperando que pise el palito”
El segundo tipo de vendedores clandestinos es el que opera en un garaje o una habitación de su vivienda y vende esperando clientes que pueden llegar en sus autos o enviar el alcohol en un taxi, usando al auto de alquiler como una suerte de delivery. Para que en estos casos el garaje sea clausurado, se requiere una orden de allanamiento que debe venir de un Juzgado de la Justicia Ordinaria. Un caso parecido se registró en el 2018 en Río Gallegos en una vivienda ubicada cerca de la laguna María La Gorda.
El último, que tomó impulso en el último tiempo, es el famoso “delivery”, con el uso de las redes sociales y el servicio de WhatsApp; cuentan con una cartera larguísima de clientes y con el uso de un auto circulan por la ciudad llevando el alcohol a las casas de las personas que compran. En algunos casos, hasta cuentan con posnet y se manejan con Mercado Pago.
Todos ellos creen estar por fuera de la ley, pero lo cierto es que, tanto la Justicia como los investigadores, se encuentran esperando que cometan un mínimo error para caerles y, como pasó el viernes, secuestrarles todo lo que poseen e iniciarles una causa.
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