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*Por Juan Ignacio Martínez Dodda

Lo que más me apasiona es la huerta y probar cosas nuevas, como la cosecha de las papas, tenemos como 20 variedades, es maravillosa, porque no sabés cómo te fue hasta que das vuelta la tierra y encontrás la producción de toda una temporada bajo tierra … hasta que no llegue abril, es un misterio”, reflexiona Abby Goodall, productora-huertera, paisajista y una mujer que lleva adelante una huerta que tiene más de 140 años produciendo en continuado en Tierra del Fuego. Desde Santa Cruz Produce, además de querer conocer su historia y la de su familia, le preguntamos por algunos tips para empezar con una huerta en nuestras condiciones extremas.

 Abby Goodall, forma parte de la quinta generación de la familia Bridges, en Tierra del Fuego. Abby Goodall, forma parte de la quinta generación de la familia Bridges, en Tierra del Fuego.
Abby Goodall, forma parte de la quinta generación de la familia Bridges, en Tierra del Fuego.

Abby es quinta generación de la familia Bridges que ya suma siete generaciones. Cuando ella comenzó a trabajar la tierra no crecía casi nada comparado con lo que hoy produce. Entonces surgió el Método Harberton, esto es, crear tierra donde no hay.

¿Cómo y por qué lo hicieron? “La huerta está sobre una ladera, lo que hace que la lluvia se lleve la tierra liviana, dejando casi solo piedra, era frustrante intentar producir cosas nuevas sin buen resultado, por eso probé un método, haciendo camas de distintas capas, pero principalmente pasto”, contó Goodall. Las “camas” tienen pasto seco, pasto fresco, un poco de bosta, un poco de turba y de compost para que entren microorganismos.

Anduvo muy bien. De hecho, creó tanto interés, que todos los años Abby brinda, al menos, un workshop para enseñarlo. “Desde que empezamos con este método, la huerta estalló, ahora tenemos de todo y cada año probamos algo nuevo, me encanta innovar”, dice, entusiasmada. El método sirve no sólo para huertas sino también para canteros.

De qué se trata

Este sistema, además de ofrecer una buena cama productiva, permite reducir la lixiviación (o lavado de nutrientes y tierra producto de la escorrentía de agua). Primero se delimita un cantero, se arma una base de cartón y después se van acomodando, por capas, los materiales orgánicos disponibles en la zona. Un tema importante en la planificación es determinar el largo y el ancho. Recomiendan que sea entre 80 y 100 centímetros, para trabajar sin exigir la columna vertebral.

Sobre los cartones, que son la base, se pone una capa de ramas finas que facilitan el drenaje. La oscuridad y la humedad de estas capas serán favorables para la aparición de lombrices y microorganismos, que le dan vida al suelo, porosidad, oxigenación, y permitirán que crezca mejor lo que se siembre. Sobre las ramas puede colocarse una capa de pasto cortado ya seco u hojas secas. Luego material verde fresco como pasto recién cortado, hojas verdes o residuos del jardín.

Después viene una capa fina de estiércol que concluye las tres capas importantes: lo seco, lo húmedo y el estiércol. De este “trío” se hacen cuatro repeticiones hasta alcanzar una altura de unos 60 centímetros. Lo que cierra la ecuación es una capa de de compost maduro. Ah, al final, turba y pinocha. La arena también ha sido buen aliado para mejorar las producciones de nabos, zanahorias y papas.

Cosechan una diversidad de variedad de papas, con el método utilizado por Abby.

¿Qué se puede producir?

“En esta zona andan muy bien las brassicas: repollo, coliflor, broccoli, nabo… ¡El Kale anda re bien! Tengo plantas que ya tienen unos 5 años y siguen produciendo invierno y verano”, comopartió Abby consultada sobre qué se puede producir en estas zonas con mucho frío. Y agregó: “En invierno todo muere o se duerme, pero el kale y los nabos siguen vivos y los podemos seguir cosechando”.

Goodall contó que, por un tema de luz solar y clima, “todo tiene un sabor muy distinto aquí (se refiere a Tierra del Fuego pero corre también para el sur de Santa Cruz, incluso, salvando las diferencias, lo dicen los productores de cerezas de Los Antiguos), por las largas horas de luz con poco calor, el sabor de las verduras es muy distinto”. Entonces, “lo que es dulce se vuelve mucho más dulce, y lo picante se vuelve sumamente intenso“.

El ruibarbo es la estrella de la huerta y en la casa de té que tienen y donde reciben turistas durante la época de primavera y verano. “Fue traído por Thomas Bridges en 1871 y se adaptó perfectamente a este clima, es una planta que se usa como fruta siendo en realidad una verdura”, contó Goodall. Lo que se usa es el tallo, pero es sumamente versátil. Lo usan para hacer mermeladas, solo o mezclado con otras frutas. “Cuando me preguntan que sabor tiene, siempre digo lo tenes que probar, es un sabor único”, afirmó la productora.

Cosecha de zapallitos de un gran tamaño, otro logro de Abby.

Algo de historia

Cuando llegaban, lo primero que hacían los colonos era buscar producir alimentos. Por eso, las huertas se construían antes que las casas. Los principales cultivos por entonces fueron papas y nabos. La de la Estancia Harberton fue la tercera huerta que se instaló sobre el Canal de Beagle. Anteriormente habían estado una en la isla Gable y otra en la Misión Anglicana de Ushuaia.

En Harberton empezaron con vacunos, después con ovejas. “Cuando yo era chica era solo ovejas, hasta que abrió la ruta J y empezaron los curiosos y los cuatreros, era tal el daño que nos hicieron, sumados a los perros asilvestrados, que nos empezamos a pasar a las vacas de nuevo”, lamentó Goodall. Sin embargo, el frío invierno de 1995 fue el golpe de gracia, y perdieron casi toda la hacienda. “Para esa época ya empezaba a venir mucha gente interesada en conocer la estancia, y nos pasamos al turismo, algunas temporadas llegamos a recibir hasta 35.000 turistas”, dijo. Ahora el campo está alquilado a dos arrendatarios distintos.

“Mi principal desvelo y desafío es lograr que todo esto siga funcionando. Encontrar alguien de la familia que quiera quedarse, porque es mucho sacrificio. No queremos obligar a nuestros hijos, pero es muy difícil encontrar alguien de afuera en quien confiar plenamente para que lo siga”, reflexionó Abby.

Por suerte, sus hijos, si bien les dio “alas para volar” y hacer lo que quieran, andan “revoloteando” en distintas actividades vinculadas a la estancia. “Mi hija Kathy lleva 4 temporadas trabajando conmigo y es una gran ayuda y una tranquilidad tenerla aquí. Puedo confiar en ella plenamente. Además de haber estudiado administración de empresas, es una excelente pastelera”, contó. Y prosiguió: “Los varones también están involucrados, cada uno a su manera. Mi hijo Matthew, ingeniero mecánico, se encarga de todo lo tecnológico y moderno. Instaló el primer banco de baterías de Tierra del Fuego en la estancia, haciendo que no solo fuéramos la estancia más antigua, sino también los primeros en depender casi exclusivamente de energía solar para todo lo eléctrico en la estancia”. Por último, Thomas, que es el mayor, y colabora con el mantenimiento y “ayuda a tomar decisiones con la cabeza clara”. “Es un excelente tornero en madera, además de diseñador industrial”, dice Abby, orgullosa.

Las decisiones las tomamos en familia, con cada uno aportando lo suyo. Nunca le hemos escondido los problemas a los chicos, y ellos saben cuánto hemos trabajado para que Harberton crezca y florezca”, cerró y soltó al aire frío del confín del mundo una ilusión.

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