El año 2021 para la familia Díaz – Cache fue posiblemente el más difícil de sus vidas. Por motivos laborales, en 2013, Marina y Héctor y su hija Morena se mudaron desde Leandro N. Alem a Río Gallegos. Dos años después en la capital provincial nació Brunito.
La pandemia, como a muchos, los tomó por sorpresa. Se encontraban en Misiones y no podían regresar. En enero cuando volvieron a Río Gallegos, Marina notó que su hijo no estaba bien, tenía fiebre, fatiga y le sangraba la nariz, entre otros síntomas. Primero creyeron que era un infección pero el pequeño no mejoraba.
“Estaba buscando en Google y creo que lo que tengo es cáncer”, le dijo el pequeño de 7 años a su mamá. En marzo, cuando Marina logró conseguir un turno con el hematólogo, Brunito fue derivado a Buenos Aires.
El resultado de la biopsia demoró un mes y reveló un Linfoma No Hodgkin. Durante ese tiempo, cuenta Marina a La Opinión Austral: “Brunito ya estaba deteriorado, no caminaba. Los linfomas empezaron a crecer y en la piernita izquierda no lo dejaban caminar. Fue todo muy rápido, uso silla durante dos meses”.
En total fueron seis quimioterapias, cada 28 días. “Llegó a tener 400 linfomas y el más grande que tenía era en el cuello. Los médicos me dijeron que iban a hacer lo posible para salvarlo, tenía muchos ganglios y estaba muy deteriorado. Le hicieron dos punciones, no le había afectado la médula”.
A partir de ahí, Brunito Díaz se entregó al tratamiento y con el mejor ánimo realizó las quimioterapias, ya en la primera comenzó a recuperarse.
La bici y un milagro
A fines de 2019, Karina Escandarani escribió, junto a la psicóloga infantil Marisa Ludmer y la psicopedagoga Vanesa Fridman, “Ache, abrazo compartido”, un cuento sobre cómo acompañar a un amigo que se enferma de cáncer. La historia está basada en la historia de su hijo Nicolás. De este manera, a fines de 2019 surgió Contá con Ache, un proyecto para difundir esta herramienta, a cargo de Karina y Valeria Roberto, dos mujeres que atravesaron la situación más compleja por las que una persona puede pasar: perder a un hijo.
Casi de manera natural, las familias de niños comenzaron a buscarlas. De ese acompañamiento surgieron Los festejos de cumpleaños de niños internados y los sueños, que se logran gracias a la colaboración de la comunidad. Así es que Brunito pudo cumplir el suyo, tener una bicicleta para andar mientras estaba en tratamiento.
“Él pedía andar en bici”, cuenta Marina y destaca que “Valeria es una persona tan especial, somos mamás luchadoras siempre arriba, nunca nos dejamos caer”.
El 5 de octubre Brunito pasó por la última quimioterapia. Posteriormente, la tomografía PET y los estudios de laboratorio arrojaron resultados positivos, el 8 de noviembre recibía el alta. “Los doctores no me dieron esperanza de vida y ahora me dieron el alta, no podemos creer que se haya curado tan rápido, es como un milagro. Un sueño”.
“Para nosotros Brunito volvió a nacer y tenemos otro hijo, cambió su forma de ser, ya no es más mi bebé. Él siempre me dice ‘ya soy grande, me tengo que cuidar solo, superé esta enfermedad, me considero un niño grande’“, comenta su mamá.
Dentro de poco la familia se mudará a Buenos Aires, nuevo destino laboral del papá de Brunito. Cada tres meses el pequeño deberá realizarse controles pero detrás quedaron los miedos de quien, cuenta Marina, llaman, “nuestro niño milagro”.
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