Sandra perdió a su papá en el fatídico accidente de Mina 5, aquel 14 de junio de 2004. Lo recuerda por su pasión por la empresa y por su incansable cariño a su trabajo.

Ramón, en tanto, es un trabajador que ese día había pedido un día de descanso, ya que había trabajado durante el fin de semana sin parar. Atribuye su “suerte” al destino.

Amor por el trabajo

“Mi papá fue Ricardo Cabrera, de ese día recuerdo que nos dijeron que hubo un accidente dentro de mina, pero nosotros pensábamos que él estaba ayudando, ya que hacía un tiempo que no entraba al interior de mina”, contó a La Opinión Austral.

Ricardo Cabrera, minero fallecido en la tragedia, con su primera nieta.

“A las cinco de la mañana mi hermano, que también trabajaba en mina, se entera que él quedó atrapado. Desde ese momento estuvimos todos los días en el hospital, con la esperanza de que lo encuentren vivo”, recuerda la hija de Ricardo que, en ese momento, tenía 21 años de edad.

“Al segundo día lo encuentran, tuvimos que ir a reconocer el cuerpo. Uno nunca se imaginaba que íbamos a pasar algo así. Fue muy fuerte el velorio. El de mi papá fue con dos compañeros más, y desde ese momento estuvimos acompañando a las otras familias, hasta el Día del Padre que sacaron al último”, relató.

Ricardo fue a trabajar al turno noche “y nunca más volvió”, agregó Sandra.

Su vida, según cuenta su hija, era la empresa y su gremio. “Él pertenecía a ATE, siempre estuvimos agradecidos a la Cuenca que nos acompañó y nos ayudó con todo lo que necesitábamos. Siempre agradecidos a Néstor Kirchner, él se puso todo al hombro, visitó a los sobrevivientes y todas las familias”, recordó.

Ramón, el que se salvó

Ramón Páez tiene 67 años. Se jubiló el 1 de abril del 2013, tras trabajar 42 años en la empresa.

“Ese fin de semana, sábado 12 y domingo 13, yo había trabajado porque la empresa necesitaba completar un barco de carbón. Entonces, como me sentía un poco cansado, le digo a mi esposa que iba a pedir el descanso”, contó al medio.

“Uno dice Dios y yo digo destino. Llamé a la central y pedí dos días. El martes a las 6 de la mañana sentí que me tiraban la puerta de la casa abajo. Era mi hijo que venía llorando y diciendo ‘mamá ¿dónde está mi papá? hubo un incendio en la mina y hay 14 desaparecidos’”, relató Ramón.

Los mineros fueron una gran “familia” que se contuvo desde la tragedia.

“Me levanté, fui al sindicato, queríamos ir a mina para ver si podíamos colaborar, pero no pudimos. Nos vinimos a la central toda la semana de guardia, porque es algo histórico que se hace cuando muere un minero; hacer guardia y honor”, explicó.

Sobre la fecha, Ramón no quiere recordarla demasiado por los recuerdos latentes que le trae.

“Porque todo el mundo lloraba, las viudas nos pedían que sigamos peleándola. Ese día fue muy triste porque perdí muchos amigos”, profundizó.

“Aprendí a querer ese lugar, con mis compañeros éramos una familia muy unida. Lamentablemente cambiaron las cosas, aprendí a querer mi trabajo y perdí el miedo que tenía. Eso es lo que yo sentí”, relató emocionado en su charla con este medio.

Su mensaje

Ramón dejó un mensaje a quienes se inician o esperan comenzar a trabajar en la mina. El respeto a la Cuenca, por sobre todas las cosas.

“Lo que digo siempre a los jóvenes es que dejamos en sus manos un legado muy importante que es defender la fuente de trabajo, el sustento de la familia está ahí, la esencia de Río Turbio es el carbón. Sin la mina, no existiría Río Turbio”, reflexionó.

“Justo se dio en el lugar donde nadie creía que había peligro. Me pongo a pensar y me da miedo qué hubiera pasado si estaba adentro. Nadie sabía dónde era el incendio o qué era”, recordó para concluir el trabajador minero.

Leé más notas de La Opinión Austral